Anoche el espacio se curvó. Las ganas giraron placenteramente el cerrojo de nuestra voluntad y desafiaron la gravedad; yo no quería despedirme y él no quería olvidarme. La consciencia puso los minutos en suspensión: me moví como el viento, mientras él dominó la perversión de mi alteridad.
Las palabras saben siempre cuál es la dirección.