martes, 30 de octubre de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XXII: "Ven porque sé que no te vas a quedar".



¡Solo ven! Ven para ver que todo puede pasar.
Ven y me alivias la caída y luego te vas. 

Con ocho días de retraso


Desde la semana antepasada le estoy preguntando a varia gente sobre qué podría haber escrito el pasado jueves, y pese a que se tomaron el tiempo de exponerme múltiples ideas, que eran buenas, a mí no me suscitaron ni un mal pensamiento. Y así se fueron ocho días de más.

Es cierto que estaba buscando ideas, pero también lo es que siempre supe que como todo el mundo yo también quería hablar de los diálogos de paz.  Llevo semanas sin dormir pensando en cómo se van a llevar a esos presuntos delincuentes a Oslo (¿presuntos? Sobre ello, el contralor de Cali, Gilberto Zapata, me dijo que quien no esté sentenciado no se le puede quitar el status de presunto, pese a saber en este caso que todos son unos bandidos en pleno). ¿Quién les va a dar el pasaporte y la visa? Eso es lo de menos. La respuesta es obvia. ¿Pero no le dará miedo al Estado colombiano que se le escapen, o al noruego que se queden allá? Porque se trata de “los charlatanes”.

Los negociadores de las Farc son los mejores retóricos que tiene esa guerrilla, según la revista Semana. Y entre esos está Simón Trinidad, condenado a 60 años de prisión en Estados Unidos. ¿En serio le van a dar permiso?

Y al respecto tenía tantos interrogantes, que solo terminé haciéndome ese…. porque una niña, de máximo siete años, rapeando  la canción de Protagonistas de Nuestra Tele se robó toda mi atención. Como suele hacerlo ese programa así no quiera. Por lo tanto, Memel, ¡la paz en Colombia es urgente hacerla! Por favor. No podemos permitir más que nuestros niños vean ese tipo de entretenimiento porque, según los papás, no tienen un país diferente.

Mientras meditaba sobre el tema, empecé a verme la película La educación prohibida,un documental argentino, excesivamente subversivo para mi gusto, y ahora sí fue cierto que no pude volver a concentrarme en la paz, además porque yo quería pelear. Postulados como los siguientes podrían conmocionar y transformar al mundo (o más que eso: le bouleverser), si fuéramos menos dogmáticos –sin embargo, no es el caso sino de unos pocos–: “Yo no creo que sea necesaria la escuela. Es conveniente sí, pero para la sociedad”, “Todo lo que puedas aprender en el día a día pasa a un segundo plano si no hace parte de tu opción”, “El aprendizaje profundo está asociado con el interés, la dicha, el goce y el placer”, “No tiene que ver con que 2+2=4 sino con la vocación, la misión de cada quien en la vida”… y unas cuantas más por la misma línea.

Interesante, pero debatible. Según eso, ahora resulta que la educación como la única vía de acceso al desarrollo no es tan cierta, y que el amor y el arte son suficientes para ser un médico o un zapatero con el mismo éxito. ¿Es cierto que si no, terminamos siendo robots con objetivos? Creo que exageran. Exageran igual que las Farc al pedir a Trinidad en la mesa de la paz.

La película me hizo pensar, entonces, que si tuviera mucha plata me inventaba mi método de enseñanza y lo popularizaba y mandaba a hacer un documental. ¿No dizque la plata todo lo puede? Pero no tengo ya porque no trabajo, sino que hago obras de caridad (mentiras, trabajo ad honorem). En esa medida, se me ocurrió, entonces, que una solución a mis problemas de hambre podría ser ir a los casinos, ya que no me funcionó cuando intenté hacer apuestas en los certámenes deportivos, porque soy tan mala que pasa que confundo el Wimbledon con la Copa Postobón.

Pero en los casinos la cosa no fue muy diferente. Al tercer día la situación se repetía en cada uno de los lugares: las autoridades de la mayoría creían que yo solo iba a comer, porque para ser sincera nunca entendí las jugadas de la famosa tragamonedas.

Por lo tanto, como millones de colombianos, decidí que el miércoles pasado iba a comprar el Baloto y que cuando me lo ganara, inmediatamente me iba a cortar el dedo que queda al lado del dedo gordo del pie para que no sobresaliera tanto y no me quitara mucho protagonismo. También dije que iba a comprar a Luis Carlos Vélez todo un miércoles. Desde el consejo de redacción hasta un chocolate con masmelos después de 7/24, para que ambiciosamente dijera que va a analizarme como una noticia: desde todos los ángulos.

Igualmente, iba a obligar a la secretaria de José Mujica (sí, el presi de Uruguay) a que me diera una cita con él para que me explicara personalmente cómo funcionaría su maravillosa idea de estatalizar la droga. Como lo supe por la revista Dinero, “el proyecto prevé la siembra de unas 150 hectáreas de marihuana, cuya producción sería distribuida entre los consumidores uruguayos. El dinero recaudado financiaría programas de apoyo a los consumidores. Incluso, Mujica abrió la puerta para que la empresa privada se encargue de la distribución de la planta con supervisión del Ejecutivo”. Se supone que el proyecto sería el camino para reducir riesgos y daños individuales y sociales de los consumos de las distintas sustancias psicoactivas, así como un mercado ilegal imposible de controlar.

Si me ganaba el Baloto y si Mujica me atendía, le hubiera propuesto a Memel, nuestro presi, la estatalización de la droga. Según la sabia revista, se estima que en Colombia cerca de 60 % del total del negocio del narcotráfico está hoy en manos de las Farc. ¡Ese grupo ilegal recibe utilidades anuales de aproximadamente USD$1500 millones! ¿No nos los podríamos ganar nosotros?

Y finalmente, le hubiera mandado 1992 rosas de Don Eloy a Rodri (para quienes ignoran quién es Rodri: el Alcalde de mi ciudad), para amortiguar el comunicado que le transmitiré dentro de ocho días.

No obstante, me dio pereza hacer la astronómica fila para comprarlo. Y seguramente para el sábado también.

El paro de las anoréxicas


“Que la paz del Señor esté siempre con ustedes”. Quisiera hablarles de la paz hecha milagro en Colombia, pero a las ‘lafar’, al no tener ya verdaderos postulados ideológicos revolucionarios –aquellos de rebeldía con causa no terrorista–, no sé qué tan fácil o poco egoísta les resulte sacrificar las rutas de la droga, que eso ahora es lo que rentablemente importa. Así que prefiero seguir rezando para que “La victoria es la paz” sea un verdadero milagro y no un karma político en unos cuantos años.

Así que no teniendo más de qué hablar al respecto, prosigo. Ahora que la violencia contra la mujer sigue siendo un tema actual y que en Cali hacer paro está in: por qué decidí adelgazar hasta que me diagnosticaron anorexia nerviosa. La historia aparentemente no tiene nada que ver con los catálogos de ropa interior ni con las pasarelas de moda, ni con las presentadoras de farándula ni con mis amigas las más raquíticas.

Todo empezó hace unos años cuando mi jean preferido no me entraba, y cuando con esfuerzos sobrehumanos me lo lograba poner, quedaba con una cola como de operada (pero al menos bien operada). Todo empezó allí y con lo que suscitaba en la calle a raíz de eso.

Violencia contra la mujer no solo es golpearla, maltratarla, violarla, abandonarla, explotarla, también hay cientas de expresiones de violencia simbólica, y en la calle los vulgares piropos –incluida la mirada– de los desconocidos son una de esas. La que nos convoca.

El punto es que como me mamé de eso, preferí estar flaca que estar buena –aunque buena sigo estando; aquí entre nos eso como que hace parte de mi condición humana–; preferí ser muy flaca para ponerme cuanta faldita, vestidito o ‘shortcito’ quisiera sin que en la calle aquellos desconocidos me vieran provocativamente ‘vulgar’.

No obstante, incluso si el calor es a veces comparable, acá no se puede andar casi en pelota como en Orlando (Florida) o en otras ciudades más civilizadas en ese aspecto, sea gorda o flaca, bruta o inteligente. ¡Es increíble!, en Cali los hombres son tan atrevidos e irrespetuosos que no sé ni siquiera si un hábito pueda ser un paliativo a la solución.

Por eso pensé que si adelgazaba mucho, pasaría –más– desapercibida. Por ejemplo, así como un día que iba por el andén de una avenida en Nassau (Bahamas) e impulsivamente me quité el vestido cuando me enojé con los amigos que iban adelante de mí, y no hubo ningún estrellón. Pero el problema fue que pensé que si llegaba a los 44 kilos me iba a sentir bien, ¡pero qué va!, si incluso con menos me sentí tan “buena” como cuando pesaba 49. No es algo que se entienda fácilmente, un adicto a algo puede hacer la analogía, nunca “uno más” será suficiente.

No era tan sencillo comprar otro pantalón, si es lo que están pensando, no solo porque juro que no lo vendían igual, sino porque esas no son las soluciones para ese tipo de problemáticas y ustedes lo saben; mostrarse es un derecho. Así que todo empezó allí, aunque creo que Mary Bones o María Huesitos ya me decían antes de eso, pero no porque fuera flaca, sino porque me encantaba dibujar pelvis y clavículas.

Yo también sé qué es sentir deseo; así como estar buena, también hace parte de mi condición humana. Pero igualmente sé en qué momento demostrarlo y en qué momento respetar. Cosa que ignoran los hombres de la calle (no entro en categorías de pervertidos, pero el que se imaginen ahí está: el obrero, el ejecutivo, el diplomático, el papá, el esposo, el profesor, el jefe) que hacen con la mirada una y otra y otra y otra vez lo que quieren con uno.

Para unos puede que esté bien equis el motivo, lo sé, pero las mujeres lo entendemos. Al menos las que nos importa no ser vistas como un objeto sexual, menos siempre y en cualquier lugar.