Un
orgasmo dulce y cremoso, para cafeteras como yo, es ideal para pasarla rico en
cualquier bar; pero uno múltiple, fragmentado en temblorosos milisegundos es
necesario para seguir viviendo. El orgasmo para muchas mujeres sigue siendo un delicioso
coctel, pero para otras no es más que la certeza de estar vivas. Ambas estamos
en lo cierto.
¿Que
si es verdad que tener un orgasmo quita el dolor de cabeza, combate la
depresión, disminuye el riesgo de mortalidad, retrasa el envejecimiento, que es
más efectivo que el sudoku para oxigenar el cerebro, que fortalece el sistema
inmune, que podría ser una alternativa para el ejercicio que a muchas no nos
gusta hacer, que nos ayuda a conciliar el sueño porque nos libera del estrés…?
No sé, eso es lo que dicen las revistas que, a su vez, concluyen los estudios. Yo
solo sé que, así como alguna vez escribí que la vida sin clítoris no tiene sentido,
sin orgasmos no vale la pena vivirla: ¡suficientes problemas tenemos todas, como
para no disiparlos con un orgasmo diario! Sí, al menos uno diario. ¡Uno! Y para
eso, afortunadamente, no hace falta una pareja.
Aún
no entiendo por qué a la mayoría de las mujeres les da pena reconocer (incluso
a sí mismas; no en una entrevista ni nada por el estilo) que se masturban, que
ven porno, que tienen juguetes sexuales periféricos o profundos, como si eso
fuera sinónimo del señalamiento machista “falta de sexo”; y peor: ¡no entiendo
cómo hay algunas que no lo hacen, que nunca lo han hecho y que quizás jamás lo
harán! Y no me refiero a las religiosas (con los votos no me meto); hablo de
las solteras, de las casadas, de las divorciadas, de las adolescentes, de las
adultas mayores; de todas las mujeres que se niegan este placer sin argumento
alguno o basándose en la ética, cuando esta noción lleva consigo la idea de
algo más amplio que los intereses estrictamente individuales.
Para
su información, masturbarse no es ilegal y tampoco es pecado: hasta donde sé, ninguna
ley de ningún código civil del mundo entero –donde se consagran las normas que
regulan las acciones civiles de las personas físicas o jurídicas, privadas o
públicas– prohíbe la autosatisfacción sexual y, mucho menos, perderse en x segundos de éxtasis como consecuencia.
Ahora bien, el tema bíblico es sujeto de diversas interpretaciones, pero hasta
donde llega mi ignorancia, lo que se juzga es el sexo recreativo en pareja, sin
fines de procreación, y no el “sexo autónomo”. Así que, según la teoría de la
argumentación, lo anterior sugiere que para conseguir un orgasmo todo es legal
y nada es pecado: ¡vean porno, recreen mentalmente fantasías, desvistan al
novio de su amiga, déjense sorprender por el desconocido de la serie que se
están viendo, compren mil aparatos que vibren (con su debido arsenal de pilas),
e incluso pídanle a Dios que las haga llegar rápida y memorablemente!
Postscriptum: Sin embargo, después
de escribir esta corta apología al orgasmo, tengo que confesar que esa era la
única certeza de estar viva, hasta ayer, cuando me hice un masaje de pies.