lunes, 17 de mayo de 2010

Porque tú no me quieres y yo por ti me muero

Empiezo justificándome, total es mi escrito y con él hago lo que quiera: fue un proceso de construcción paulatinamente acelerado –contrario a una intervención etnográfica–. Era domingo, de esos domingos en los que uno se despierta al mediodía y no sabe ni siquiera si se va a bañar en algún momento, a pesar del calor tan infernal que hace. Era domingo, un terrible día solo por ser domingo; sin embargo, cuatro horas después podía decir, con la vehemencia de la que muchos se burlan, que amaba los domingos, que amaba ese domingo.

Flashback. Tan solo media hora después de haberse conocido, estaban frente a la Catedral de la gran ciudad que ella tanto amaba visitar. ¿Coincidencia? Nunca se supo. Ella sintió que debía hacerlo, y con la determinación que la ha abandonado en miles de ocasiones, se arrodilló y le pidió matrimonio. Sí, solo llevaban media hora de haberse conocido, no sabía si era católico y menos si quería casarse. Pero eso no le importó, repito: ella sintió que debía hacerlo.

Presente. Cinco meses después, un domingo a las tres de la tarde, estaban almorzando en un pequeño lugar en la esquina de un parque, lugar que ni tuvo el tiempo de detallar. Solo le importaba él. Se vistió de forma exageradamente atractiva, como si eso fuera a marcar alguna diferencia.

Sintió lo mismo que hacía cinco meses; no obstante, ahora sí sabía lo que no debía hacer; entonces, prefirió dejarlo ser ese amor platónico que iluminará su mirada cada vez que lo recuerde. Él ya no le coqueteaba, era cierto, pero no dejaba de embelesarla con cada palabra, con cada historia que hacía que ella se sintiera cada vez más tonta.

¿Y quieren saber qué pasó después? Yo también. Pero es que escribir no es cosa fácil. Mis reconocimientos a los grandes literarios –¿como yo?– que escriben y escriben incluso bajo presión. No es cosa fácil, menos cuando la inspiración ha sido raptada por los mapaches y hay que hacer alguna entrega de material un día después. ¿Pero quién soy yo para darles cátedra? ¿Profesora de escritura o qué?

Si yo fuera profesora sería un fracaso. Esa es la razón del insomnio de esta semana. Empezando porque no podría comerme todas las manzanas que mis alumnos me lleven el día del profesor. ¡La ración diaria es de media manzana! Además no estoy tan segura de que me lleven manzanas; acuérdense que voy a ser hiperestricta, hipercuchilla, e hiperrigurosa –además de que voy a estar hiperbuena– y esa suma no da manzanas. 

Además, ¿qué tal que de profesora me dé por decir que “equis, equis, equis, eso no lo van a preguntar” a TODO lo que no sepa explicar? Combinaría perfecto con la pijama con la que me dé por irme a clases el día que amanezca con la depre. Y pobrecitos cuando me dé la malparidez existencial con ataque de ira incluido. Lo digo yo: ¡pobrecitos! Pero equis, no hay lío, porque estoy segura de que sin los estudiantes podría ser nominada al Profesor Distinguido... y las manzanas las puedo comprar en La 14.

Es más, mi sueño es tener un Vitara dos puertas blanco para llevar a Sebastián Vallejo a recolectar café, no ser profesora. ¿Y ser política? Sí, ser presidente. Aunque me da miedo que me dé una crisis de malgenio y convierta el país en una dictadura.

Ustedes se preguntarán que qué hacen de amigos míos, y yo me pregunto cómo termina uno amando a Orlando Puente (profesor de Investigación) y, además, no suicidándose al final del semestre. ¿Por Orly? ¡N’ombre! Sino que octavo es octavo y siete son siete materias, a pesar de la que no sirvió para nada. - La verdad no sé si aprendí algo, pero hice hasta una novela, una página web, mi anteproyecto de grado fue aceptado SIN CORRECCIONES, me publicaron un ensayo sobre Comunicación y Desarrollo en un libro que saca mi Facultad y soy evaluadora del 4to Concurso Nacional de Cuento homenaje a Eustaquio Palacios. Terminé con 7.200 manillas\pulseras\cueritos en la mano, y hasta siendo contestataria del sistema… del sistema telefónico, o sea contestando llamadas. ¿Y que eso pa' qué me sirve? No sé, ¿pa' justificar 4 millones y pico? 

¡Y eso no ha sido lo único! Hasta cachetes me han salido y el cuento de la legalidad moral me tiene loca: en estos días, con examen en mano, fui donde la profesora a que me bajara la nota (había sacado la máxima) porque mi examen estaba incompleto; esta vez tampoco fui capaz de volarme un solo viernes de la clase más aburridora e inútil de todos los tiempos; y me faltó poco para llorar cuando no fui a la universidad alguna tarde de martes o jueves.

Equis, ¿si o qué? ¿O a poco soy tan interesante para querer saber que este semestre solo me enamoré de tres y que no pude volver a jugar ultimate porque me mandaron vitaminas y yo dije que no me las iba a tomar porque eso engordaba? Hagan algo productivo, ¡lean noticias!

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¿Y?