martes, 30 de octubre de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XXII: "Ven porque sé que no te vas a quedar".



¡Solo ven! Ven para ver que todo puede pasar.
Ven y me alivias la caída y luego te vas. 

Con ocho días de retraso


Desde la semana antepasada le estoy preguntando a varia gente sobre qué podría haber escrito el pasado jueves, y pese a que se tomaron el tiempo de exponerme múltiples ideas, que eran buenas, a mí no me suscitaron ni un mal pensamiento. Y así se fueron ocho días de más.

Es cierto que estaba buscando ideas, pero también lo es que siempre supe que como todo el mundo yo también quería hablar de los diálogos de paz.  Llevo semanas sin dormir pensando en cómo se van a llevar a esos presuntos delincuentes a Oslo (¿presuntos? Sobre ello, el contralor de Cali, Gilberto Zapata, me dijo que quien no esté sentenciado no se le puede quitar el status de presunto, pese a saber en este caso que todos son unos bandidos en pleno). ¿Quién les va a dar el pasaporte y la visa? Eso es lo de menos. La respuesta es obvia. ¿Pero no le dará miedo al Estado colombiano que se le escapen, o al noruego que se queden allá? Porque se trata de “los charlatanes”.

Los negociadores de las Farc son los mejores retóricos que tiene esa guerrilla, según la revista Semana. Y entre esos está Simón Trinidad, condenado a 60 años de prisión en Estados Unidos. ¿En serio le van a dar permiso?

Y al respecto tenía tantos interrogantes, que solo terminé haciéndome ese…. porque una niña, de máximo siete años, rapeando  la canción de Protagonistas de Nuestra Tele se robó toda mi atención. Como suele hacerlo ese programa así no quiera. Por lo tanto, Memel, ¡la paz en Colombia es urgente hacerla! Por favor. No podemos permitir más que nuestros niños vean ese tipo de entretenimiento porque, según los papás, no tienen un país diferente.

Mientras meditaba sobre el tema, empecé a verme la película La educación prohibida,un documental argentino, excesivamente subversivo para mi gusto, y ahora sí fue cierto que no pude volver a concentrarme en la paz, además porque yo quería pelear. Postulados como los siguientes podrían conmocionar y transformar al mundo (o más que eso: le bouleverser), si fuéramos menos dogmáticos –sin embargo, no es el caso sino de unos pocos–: “Yo no creo que sea necesaria la escuela. Es conveniente sí, pero para la sociedad”, “Todo lo que puedas aprender en el día a día pasa a un segundo plano si no hace parte de tu opción”, “El aprendizaje profundo está asociado con el interés, la dicha, el goce y el placer”, “No tiene que ver con que 2+2=4 sino con la vocación, la misión de cada quien en la vida”… y unas cuantas más por la misma línea.

Interesante, pero debatible. Según eso, ahora resulta que la educación como la única vía de acceso al desarrollo no es tan cierta, y que el amor y el arte son suficientes para ser un médico o un zapatero con el mismo éxito. ¿Es cierto que si no, terminamos siendo robots con objetivos? Creo que exageran. Exageran igual que las Farc al pedir a Trinidad en la mesa de la paz.

La película me hizo pensar, entonces, que si tuviera mucha plata me inventaba mi método de enseñanza y lo popularizaba y mandaba a hacer un documental. ¿No dizque la plata todo lo puede? Pero no tengo ya porque no trabajo, sino que hago obras de caridad (mentiras, trabajo ad honorem). En esa medida, se me ocurrió, entonces, que una solución a mis problemas de hambre podría ser ir a los casinos, ya que no me funcionó cuando intenté hacer apuestas en los certámenes deportivos, porque soy tan mala que pasa que confundo el Wimbledon con la Copa Postobón.

Pero en los casinos la cosa no fue muy diferente. Al tercer día la situación se repetía en cada uno de los lugares: las autoridades de la mayoría creían que yo solo iba a comer, porque para ser sincera nunca entendí las jugadas de la famosa tragamonedas.

Por lo tanto, como millones de colombianos, decidí que el miércoles pasado iba a comprar el Baloto y que cuando me lo ganara, inmediatamente me iba a cortar el dedo que queda al lado del dedo gordo del pie para que no sobresaliera tanto y no me quitara mucho protagonismo. También dije que iba a comprar a Luis Carlos Vélez todo un miércoles. Desde el consejo de redacción hasta un chocolate con masmelos después de 7/24, para que ambiciosamente dijera que va a analizarme como una noticia: desde todos los ángulos.

Igualmente, iba a obligar a la secretaria de José Mujica (sí, el presi de Uruguay) a que me diera una cita con él para que me explicara personalmente cómo funcionaría su maravillosa idea de estatalizar la droga. Como lo supe por la revista Dinero, “el proyecto prevé la siembra de unas 150 hectáreas de marihuana, cuya producción sería distribuida entre los consumidores uruguayos. El dinero recaudado financiaría programas de apoyo a los consumidores. Incluso, Mujica abrió la puerta para que la empresa privada se encargue de la distribución de la planta con supervisión del Ejecutivo”. Se supone que el proyecto sería el camino para reducir riesgos y daños individuales y sociales de los consumos de las distintas sustancias psicoactivas, así como un mercado ilegal imposible de controlar.

Si me ganaba el Baloto y si Mujica me atendía, le hubiera propuesto a Memel, nuestro presi, la estatalización de la droga. Según la sabia revista, se estima que en Colombia cerca de 60 % del total del negocio del narcotráfico está hoy en manos de las Farc. ¡Ese grupo ilegal recibe utilidades anuales de aproximadamente USD$1500 millones! ¿No nos los podríamos ganar nosotros?

Y finalmente, le hubiera mandado 1992 rosas de Don Eloy a Rodri (para quienes ignoran quién es Rodri: el Alcalde de mi ciudad), para amortiguar el comunicado que le transmitiré dentro de ocho días.

No obstante, me dio pereza hacer la astronómica fila para comprarlo. Y seguramente para el sábado también.

El paro de las anoréxicas


“Que la paz del Señor esté siempre con ustedes”. Quisiera hablarles de la paz hecha milagro en Colombia, pero a las ‘lafar’, al no tener ya verdaderos postulados ideológicos revolucionarios –aquellos de rebeldía con causa no terrorista–, no sé qué tan fácil o poco egoísta les resulte sacrificar las rutas de la droga, que eso ahora es lo que rentablemente importa. Así que prefiero seguir rezando para que “La victoria es la paz” sea un verdadero milagro y no un karma político en unos cuantos años.

Así que no teniendo más de qué hablar al respecto, prosigo. Ahora que la violencia contra la mujer sigue siendo un tema actual y que en Cali hacer paro está in: por qué decidí adelgazar hasta que me diagnosticaron anorexia nerviosa. La historia aparentemente no tiene nada que ver con los catálogos de ropa interior ni con las pasarelas de moda, ni con las presentadoras de farándula ni con mis amigas las más raquíticas.

Todo empezó hace unos años cuando mi jean preferido no me entraba, y cuando con esfuerzos sobrehumanos me lo lograba poner, quedaba con una cola como de operada (pero al menos bien operada). Todo empezó allí y con lo que suscitaba en la calle a raíz de eso.

Violencia contra la mujer no solo es golpearla, maltratarla, violarla, abandonarla, explotarla, también hay cientas de expresiones de violencia simbólica, y en la calle los vulgares piropos –incluida la mirada– de los desconocidos son una de esas. La que nos convoca.

El punto es que como me mamé de eso, preferí estar flaca que estar buena –aunque buena sigo estando; aquí entre nos eso como que hace parte de mi condición humana–; preferí ser muy flaca para ponerme cuanta faldita, vestidito o ‘shortcito’ quisiera sin que en la calle aquellos desconocidos me vieran provocativamente ‘vulgar’.

No obstante, incluso si el calor es a veces comparable, acá no se puede andar casi en pelota como en Orlando (Florida) o en otras ciudades más civilizadas en ese aspecto, sea gorda o flaca, bruta o inteligente. ¡Es increíble!, en Cali los hombres son tan atrevidos e irrespetuosos que no sé ni siquiera si un hábito pueda ser un paliativo a la solución.

Por eso pensé que si adelgazaba mucho, pasaría –más– desapercibida. Por ejemplo, así como un día que iba por el andén de una avenida en Nassau (Bahamas) e impulsivamente me quité el vestido cuando me enojé con los amigos que iban adelante de mí, y no hubo ningún estrellón. Pero el problema fue que pensé que si llegaba a los 44 kilos me iba a sentir bien, ¡pero qué va!, si incluso con menos me sentí tan “buena” como cuando pesaba 49. No es algo que se entienda fácilmente, un adicto a algo puede hacer la analogía, nunca “uno más” será suficiente.

No era tan sencillo comprar otro pantalón, si es lo que están pensando, no solo porque juro que no lo vendían igual, sino porque esas no son las soluciones para ese tipo de problemáticas y ustedes lo saben; mostrarse es un derecho. Así que todo empezó allí, aunque creo que Mary Bones o María Huesitos ya me decían antes de eso, pero no porque fuera flaca, sino porque me encantaba dibujar pelvis y clavículas.

Yo también sé qué es sentir deseo; así como estar buena, también hace parte de mi condición humana. Pero igualmente sé en qué momento demostrarlo y en qué momento respetar. Cosa que ignoran los hombres de la calle (no entro en categorías de pervertidos, pero el que se imaginen ahí está: el obrero, el ejecutivo, el diplomático, el papá, el esposo, el profesor, el jefe) que hacen con la mirada una y otra y otra y otra vez lo que quieren con uno.

Para unos puede que esté bien equis el motivo, lo sé, pero las mujeres lo entendemos. Al menos las que nos importa no ser vistas como un objeto sexual, menos siempre y en cualquier lugar.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XX: "Espero curarme de ti"


Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.
Es posible. Siguiendo las prescripciones 
de la moral de turno. 
Me receto tiempo, abstinencia, soledad. 

Jaime Sabines

miércoles, 5 de septiembre de 2012

miércoles, 29 de agosto de 2012

¿Por una causa hay que dar la vida?



Me acuerdo de la mañana en la que mataron a Garzón. Hace trece años yo tenía trece años y había sido una fiel televidente de Quac. Pese a ello, en ese entonces no me gustaba Andrés Pastrana como me gusta ahora (tampoco me soñaba con él corriendo entre campos de trigo cogidos de la mano) ni me importaba gran cosa el Caguán, ni Godofredo Cínico Caspa me hacía reír tanto mientras yo decía una y otra vez “tenaz”  tras cada una de sus conclusiones.

No obstante, como para muchos, Garzón se convirtió en uno de los mártires de la historia que recuerdo de mi patria, fuera de la que me he inventado y de la que se están inventado. Y, entonces, recordé una columna que hice en 2009, cuando me creía columnista de 340 palabras, o sea, de esas que no alcanzan a decir nada. Coincidencialmente hoy todo lo escrito en aquel tiempo se volvió relativamente coyuntural.

Por lo tanto, he aquí aquellas letras:

“Por una causa hay que dar la vida”

“Por una causa hay que dar la vida”, dijo una vez Jaime Garzón con su personaje Heriberto de la Calle, hablando de lo que había aprendido de Luis Carlos Galán.

Cuando nunca antes Colombia me había dolido, me sorprendí diciendo que como periodista me haría matar por mi país. Pero en una misma semana escuché a varios de mis profesores que reiteraban, con criterio suficiente, que no valía la pena hacerse matar por nada en este país. Repito: por nada.

Guillermo Cano, asesinado el 17 de diciembre de 1986; Luis Carlos Galán, asesinado el 18 de agosto de 1989; Jaime Garzón, asesinado el 13 de agosto de 1999. Y ciertamente muchos más ciudadanos son los que han muerto por este país, por esta Colombia.

A Cano lo mataron por protestar contra la corrupción, el narcotráfico y el silencio cómplice. Galán murió con la esperanza de una política transparente, limpia, y comprometida. Por su parte, a Garzón lo asesinaron por lo mismo por lo que le pagaban: por decir la verdad (aunque no sea verdad, eso es lo que quiero seguir creyendo). Los tres murieron convirtiéndose en mártires de sus ideas; murieron, tal vez, con el anhelo de que esta Colombia despertara.

¿Y dónde estamos? Ese importante giro en el planeta parece ser insignificante. ¿Qué ha cambiado? Así como en el 86, en el 89, y en el 99 el país en el 2009 sigue siendo un caos y seguimos dejando que nos gobiernen hasta el silencio.

En búsqueda de una nueva sociedad y de otras garantías, ¿qué tal si la oposición dejara de hacer oposición para hacer “proposición”? ¿Y por qué no enfrentamos esta cultura de indiferencia y apatía y hacemos de nuestro paso por este país una obra justa que sustente nuestros derechos?
Y así, adquirir dignidad para que no nos vuelva a dar vergüenza gritar que somos colombianos. Y para que, tal vez, en un futuro sí valga la pena decir –sólo decir– que “por una causa hay que dar la vida” por este país.

Este sábado se cumplen 23 años del homicidio de Galán, y hace dos semanas mataron a Guillermo Cano en El patrón del mal. Quince días atrás lloré la semana entera, la semana entera. Si bien en 1986 tenía un año recién cumplido, ahora tengo veintiséis, veintiséis bien puestos para sentir que no se trata solamente de una telenovela sino que es la representación de una época y, más allá –o acá–, una pesadilla que viven todavía los periodistas, por revelar absurdas verdades.

Desde aquel entonces las cosas sí han cambiado: están peores, porque ahora las ideologías poco importan cuando se detenta el poder; ahora no hay aliados sino amangualados; y ahora…  ¿qué clase de ahora hay? Hoy, en el 2012, me pregunto de nuevo si por una causa habría que dar la vida


sábado, 4 de agosto de 2012

Mañana le voy a tirar piedra al MIO



Mañana 20 de julio sube $100 el MIO, y los usuales disidentes tienen preparada una movilización pacífica llamada “DesMIOvilízate, tu bicicleta te espera”. Pero como yo no tengo bicicleta (la estática no la puedo sacar de mi cuarto) ni soy pacífica, si tengo la misma ira que tuve el martes por culpa del bueno-para-nada sistema de transporte, mañana le voy a tirar piedra al MIO. Por fin podré entender a los univallunos que son vándalos y a los terroristas de ‘lafar’, cuando sienta el placer que me va dar quebrar los vidrios de ese adorno azul.

Sí, adorno. El MIO no ha servido para mucho más que adornar una ciudad que, para qué negarlo, en los últimos años se ha embellecido, y el bus ese y todo su sistema han sido parte fundamental de ello. ¿Pero resulta que quién dijo que un sistema de transporte era de adorno? ¡Qué dijeron, pues! La ciudad de las barbies, la de los Polly Pocket, ¿o qué?

El bus es para transportar a la gente, y si es el único sistema de transporte masivo que hay (y que habrá), pues no solo debe cumplir con transportar a la gente, sino con hacerlo eficazmente. Pero pasa que el MIO no sirve para nada. Tiene casi cuatro años y si acaso gatea. Tiene el 87 % de cobertura, 82 rutas (711 buses, de los cuales 174 articulados, 397 son padrones y 140 son complementarios), pero –me atrevo a decir– el 100 % de sus usuarios, inconformes. Con el MIO uno entiende la tasa de desempleo en Cali. ¡A cuántos no habrán echado de sus trabajos por llegar tarde!

A mí no me echaron, pero sí me multaron, y no en el trabajo sino en la EPS, porque por enésima vez consecutiva perdí la cita, que puse a una hora racional para poder salir de mi casa con tres días de anticipación. Aunque pensándolo bien, la culpa es mía por no prever que, contrariamente a las grandes ciudades, el MIO no tiene horario –mucho menos fecha en el calendario–, así que pasa cuando se le apetece (hay media hora, cuarenta minutos, entre dos buses de la misma ruta), cuando no es que juegan con el usuario al quita y pone la ruta del tablero electrónico de las estaciones (“ya viene en diez minutos. Ahora es en veinte. No, ya no viene”). ¡Y encima de todo se va a cero kilómetros por hora! Perder mi cita fue culpa mía, repito, por no haber salido con cuatro días de antelación y no con tres.

Los funcionarios encargados, empezando por el Alcalde, que dicen que el sistema de transporte está mejorando cada día más que se callen, que se callen porque ellos no montan en MIO y a ellos no les ha pasado que hasta a su grado han llegado tarde.

¿Que le suban $100 porque por cada usuario están perdiendo $87 y van a quebrar? Raro… porque no veo qué otra cosa fuera del MIO puede usar la gran parte de la gente si la mayoría de buses de las “competencias” del masivo ya los han sacado, y la meta antes de que se acabe este año es chatarrizar 5000 más. Démosles el beneficio de la duda y supongamos que así es, que de no recuperar esos $87 por cada pasajero, ‘repailas’. Pues, ¡bien hecho! Por inútiles. Y que conste que una persona racional no se alegra por que una empresa exitosa vuele en átomos.

Es claro que todos pagaremos los $100 de más, pero también es claro que lo haríamos con gusto si el MIO respondiera a las necesidades de la ciudad del siglo XXI en la que quiere convertirse Cali. ¿En qué ciudad es? Con este “modus operandi”, ni idea. Lo que sí sé es que si alguna vez dije que a mi futuro novio lo iba a conocer en el MIO –el día que él tuviera pico y placa–, pues ni al caso, porque como sea haré que mi bicicleta estática salga de mi cuarto.

NOTA: ¿Metrocali o el señor Guerrero quieren pagar la multa que EPS Sánitas me puso por llegar tarde y perder la cita? ¿No? Me lo supuse. Sin embargo, yo sí tengo que dar $100 de más al MIO aunque siempre pase tarde, ‘teto’ y vaya a cero. Bueno, y a todas estas, no estaría mal exigirle a nuestro sistema de transporte masivo una rendición de cuentas. De cien en cien se hacen maravillas. ¡Que las hagan!

@LaPavaNavia 
En Twitter


Este país parece un cuento, y encima de todo mal escrito



La verdad es que jamás iba a volver a escribir. Pero un tweet que decía que “los ciudadanos con sus escritos, audiencias, y desde sus celulares y computadores salvaron la Constitución que conquistaron”, publicado la semana pasada –semana que será recordada (no por mucho tiempo, me imagino) porque el Presi devolvió al Congreso la famosa [de]forma a la justicia–, me motivó a escribir por qué me siento orgullosa de ser colombiana.

Solo en un país como Colombia se podrían inventar un juego que se llame “Perfume al bollo”; solo en un país como Colombia al vicepresidente se le escapa el calificativo “zarrapastrosos” para referirse a los que no viajan en primera clase, y el registrador asevera que “la corrupción es un mal inevitable”; solo en un país como Colombia los ciudadanos tumban mencionada reforma por Twitter, se juran los más participativos y democráticos, pero en las elecciones del Valle hay más de un 80 % de abstención, que para mí no es sinónimo de “histórico” ni de “inconformismo, sino de pereza y desinterés. Ojo, solo en un país como Colombia. Pero no está mal; al contrario… porque este país parece un cuento, y encima de todo mal escrito. Por eso, Colombia es como McDonald’s: me encanta.

En este cuento, peripecias como las mencionadas suceden a diario y por montón. Por ejemplo, despenalizan la dosis mínima (22 gramos de marihuana [once bareticos] y 2 gramos de coca [que eso sí no sé cuánto sea porque estoy acostumbrada a las grandes bandejas de plata]), pero se da la orden de cazar el microtráfico. ¿Entonces qué, magistrados? ¿De dónde me saco los baretos y el perico? ¿Monto un cultivo en la huerta de la casa y una cocina, o qué? ¿Pa’ que después me digan “la patrona del mal”? ¡Y quién es el pendejo que se le ocurre pensar que dicha despenalización puede ser la puerta de la legalización!

Por otro lado, al exsenador y siempre bandido Juan Carlos Martínez lo sueltan para dictarle otra orden de captura a la mañana siguiente. Mientras tanto, el Negro(señores de Chao Racismo, por favor no me vayan a demandar, digo Negro porque así es su apodo, ¡y no se lo puse yo! [por cierto, si tengo unos zapatos negros, ¿cómo debo decir que son de ese color?]) se pierde, no lo encuentran, y finalmente resulta que se fragua ‘culo’e’ fraude electoral: montar una registraduría paralela a la original para poner gobernador en el Valle.

Acto seguido hablemos de la captura de una banda de asaltantes que opera en un sector de Bogotá. Tras unos videos como pruebas contundentes, todos los integrantes de tal agrupación rechazan los cargos y se declaran víctimas. ¡¿Ah?! Y, para seguir –y a propósito de víctimas y videos–, la moda verano 2012 (y de aquí en adelante) son cámaras por todos lados, en los semáforos, en los postes de energía, en los techos, en los árboles; incluso, pronto habrá helicópteros sobrevolando las ciudades (en aras de la seguridad, claramente). El cuento tendrá una segunda parte: bienvenidos a una nueva versión de Gran Hermano. Por cierto, a huevo en mi trabajo ese bombillo es más que un bombillo.

Por consiguiente, me permito decir que por eso hay que leer, para saber al menos dónde están las cámaras. Sí, leer. Y lo digo yo que iba a participar en el Premio periodismo Semana Petrobras “El país contado desde las regiones”, y ya teniendo listos los textos, la inscripción, el sobre, la plata del envío, me dio por leer las normas del concurso y me di cuenta de que no calificaba. ¿Ya ven qué pasa si uno no lee? Se corre el riesgo de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes.

En este país muy poco tiene respuesta: no es sino pensar en que la vida vale menos que un celular; que mis papás me siguen dando la plata del día aunque yo ya esté trabajando; que no es raro que todos los desgraciados mencionados en estas líneas entren al plató de Laura (en América) y que como no demoran en controlar hasta los pensamientos… ¡que pase Twitter!
Pese a ser colombiana, tristemente conmigo no pasa nada. Por ende, me le sumo a Maruja: “Ay, Tola, estamos ‘áut’: ni nos invitan al matri de Fritanga mi estamos en el diario de Chupeta… Solo falta que no nos mencione Santoyo”.

No obstante, ¿qué hubiera sido de nosotros si el barco de Pocahontas hubiera llegado acá? ¡Así me encanta!

La Pava Navia
@MaclaNavia



lunes, 16 de julio de 2012

E-mail para la redacción de EL PUEBLO


Colegas, ¡Q´hubo!

Como lo dijimos esta mañana en el consejo de redacción, esta semana es muy corta porque el viernes es festivo. Así que les pido el favor (para esta semana y para TODAS las que nos quedan por delante) mayor cumplimiento en las entregas de sus textos. Este miércoles (usualmente es los jueves) pisando el mediodía quiero en mi bandeja de entrada sus textos (completos: con título, con sumario, con pie de fotos, con fotos...)... para poder así cumplir con mi función de correctora y poder entregar artículos que se acerquen cada vez más a lo impecable sintácticamente hablando. De no ser puntuales con la entrega, el trabajo se me vuelve muy pesado porque con el paso de las horas el cansancio va aumentando... yo, como cualquier ser humano NORMAL, necesito comer, dormir, descansar, limarme las uñas, masturbarme, eventualmente tener sexo... en fin,  y no puedo
estar frente a un computador casi 24 horas. Como bien deben saber (así no lo crean) si una persona NORMAL no descansa no va a tener una producción óptima. Y la semana pasada, en un cierre de nunca acabar, me sentí  tan agotada que no creo que haya hecho un buen trabajo... y a mí no me regalan la plata (mis papás sí, pero mi jefe no). Es un compromiso de parte y parte. 

¿Estamos? Cuento con su colaboración.

lunes, 2 de julio de 2012

sábado, 23 de junio de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVII: "Quisiera que el presidente Santos me dedicara esto".

Y si me suicido, ¿qué?

Hoy escribo en la trinchera de la defensa al efecto avasallador de la figura de un TLC, porque gracias a sus efectos, ahora que soy periodista, las fuentes oficiales no hacen sino mandarme información –sin aranceles–, y los descendientes de los mayas han estado contactándome y convenciéndome de que el final está muy cerca.

Por lo tanto, como ahora me las pico de “reporterochismosa” y es factible que me convierta en mártir y quiera morir de dolor tras luchar por EL PUEBLO –”¡Ay, sí! ¡Ay, sí! Antes era de extrema derecha y ahora defiendo las causas liberales”–, me entraron unas ganas existenciales de hacer un balance de mis últimos días. Tema muy de moda por estos días que está de moda renunciar. Hacer un balance.

¿Para qué? Así sea para que quede en sus memorias o en las mías… o para que lo puedan exportar y así beneficiar –por voluntad en mi testamento– a los pequeños empresarios que por pendejos estarán en la quiebra por la figura del TLC. Primero que todo, entonces, empezaré por mis últimos logros que más me enorgullecen, como por ejemplo la vez que compré votos con sonrisas cuando estuve de voluntaria intermitente en una campaña política.

Para mí es motivo de hacer alarde que como buena periodista (o como periodista que está buena) en los últimos meses varias veces me haya sentido como en el Titanic: no propiamente como cuando mi casa se inundó, sino tipo “este barco no lo hunde ni Dios”, y lo hundió. Tal fue el caso del último concurso de literatura en que participé.

¿Cómo llegué al Concurso? Ya se imaginarán. ¿Cuánto preparé mis textos? Ya se imaginarán también. ¿Y qué me gané? Una mención especial. Sí, aquel reconocimiento que no es ni un primero ni un segundo ni un tercer puesto. ¿Qué creía que iba a ganar? ¿Hace falta decirlo? ¿Por qué pudo haber sido? No sé, pero si sobrevivo a este posible suicidio, para la próxima versión del concurso me cambiaré el seudónimo por algo que llame más la atención: algo como “Mis Tetas”, “La moza de Jesucristo”.

Por otro lado –logro que no puedo dejar de lado–, mi grado fue un saludo a la bandera de educar por competencias, bandera que cargué encabezando el desfile de grado, por sapa, por buena alumna, por lúcida (y por lucida). Ese día, mi bancada (es decir, mi familia que estaba en las bancas) fue testigo de la creación de una egresada de bien, de una nueva periodista humilde, de una correctora de estilo modesta, que reconocía sus errores pese a nunca haber contado con la inteligencia del otro, ¿o acaso alguien más en plena ceremonia no soportó tanto peso en la consciencia y le dirigió unas palabras al rector? “Rector, soy futura egresada de Comunicación Social – Periodismo, y quiero ofrecerle excusas porque durante los seis años que estuve en la U corté dos flores de sus hermosos jardines para beneficio personal, para dárselas a mis novios que no tenían ni idea de que eran mis novios”.

¡Eso! Tal cual están ahora me los imagino a ustedes en mi velorio: rajando de mí… e indagando, además de especulando, sobre los grandes enigmas de La Pava, los mismos que yo nunca pude responderme ni siquiera siendo reporterochismosa. Por ejemplo, ¿por qué la gente siempre pensó que yo era flaca, cuando yo me veía gorda? Y peor: ¡¿por qué mis amigas, que eran más flacas que yo, decían que yo no estaba gorda pero ellas sí?! ¡¿Por qué las novias de mis amigos me detestaban si yo nunca quise quitárselos?! ¡¿Por qué muchos creyeron que yo era una vieja interesante si siempre pensé como escribí, y claramente a los que me insultaron aquí cada quince días les consta que escribí bobadas?!

¿Por qué si creía que lo único que me hubiera salvado de un suicidio era tener un bebé, para sentirme obligada a luchar por otra vida, no me hice embarazar? ¿Por qué la gente creía ciegamente que yo tenía una capacidad de liderazgo pura… y esa misma gente no hacía caso nunca a lo que yo decía? NPI. La verdad es que como con nada de lo anterior, tampoco tuve la respuesta a por qué muchos de los manes que me cayeron creyeron que yo era rockera, punketa o, en su defecto, alterna, si yo siempre fui lo más fresa y musicalmente más común de las viejas.

En fin. Quizás no me suicide, o quizás sí, y si lo hago no creo que EL PUEBLO –ni el pueblo– tenga mucho que ver. Además, no lo haría simplemente por no quitarles la diversión de insultarme… aunque yo les importe menos, aparentemente, que los efectos de la figura de un TLC.

http://www.kienyke.com/kien-bloguea/y-si-me-suicido-que/

sábado, 26 de mayo de 2012

Cásate conmigo donde nadie nos vea

Este es un remake:

El presidente Santos ya lleva un año y nueve meses en el poder, yo tengo un año y mueve meses más de edad desde que escribí este texto. No obstante, Memel (Juan Manuel, dicho con cariño) y yo seguimos siendo lo máximo. Apuesto que ambos fuimos los mejores al graduarnos. Memel, ¿tú también llevaste la bandera de Colombia en el desfile de tu grado?

Cásate conmigo donde nadie nos vea.

Antes de las elecciones presidenciales 2010-2014 (2014 hasta ahora, no se sabe si después sea 2010-1018) dije que si Santos quedaba electo me iba del país porque jamás en la vida iba a ser periodista de oposición. ¡¡Pinche pendeja, porque ahora ni le hago oposición a Santos ni soy periodista!! Pero si hiciera en realidad todo lo que digo, seguramente estaría en el Ecuador y no precisamente de vocera del Palacio de Carondelet sino de asesora de Alpacas. Habría cumplido mi sueño de irme a reflexionar seis meses o de ser rebelde de verdad.

Entonces, me preocupa sobre manera que todo lo que he dicho en cientos de mails que no ha sido cierto y ustedes me lo han creído; y con mayor razón, que lo que sí ha sido cierto a ustedes ni los ha inmutado. A ver, por ejemplo, en cada uno de los escritos hay algo que pareciera que añorara más que nada, y es lo único que no cambia mail tras mail –porque está claro que cada semana quiero tener una profesión diferente, un oficio distinto, hoy soy de derecha, y mañana, comunista, y así–; lo único. ¿Ustedes sí sabrán qué es? ¿O será por eso que no he podido conseguirlo?

Por lo anterior, me intriga saber si piensan que de verdad quiero ser famosa; tener la Green Card; que mis hijos sean de diferentes papás; ser millonaria y no hacer nada para ello; ser funcionaria del Gobierno; andar con siete camionetas de guardaespaldas; exterminar la pobreza y la desigualdad (en el sentido literal de exterminar). Si en serio piensan que estoy embarazada; que lloro todos los días así sea alérgica a las lágrimas; que me visto como un gamín cuando no quiero saber del mundo; que una vez (hace muy poco, de hecho) encerré a una profesora en un torreón (auditorio de mi Universidad) y la amenacé con una cacerola por coquetearle a uno de mis amores; que toda la vida he soñado con hacer pole dance y con ser bailarina de cabaret (play, eso sí); que quiero hacerme una cirugía sea cual sea; que a clase me da pena llegar maquillada porque de pronto el profesor se da cuenta de que mi inteligencia es aparente; o que preferí ser periodista económica que puta cara. ¿En realidad piensan que eso es tan verdadero o tan falso como yo?

Me pregunto si alguna vez me creyeron que tuve un romance con un profesor y que muchos quisieron conmigo (hasta pestañas me robaron) y que otros simplemente me dijeron que mi problema era el peinado (¿cuál si nunca me peino?); que fui Miss Universidad Autónoma como mil veces seguidas y que una vez me tocó dar un discurso en inglés (cuando ni español sabía hablar); que mis intervenciones en clase se limitaron a sabotear el discurso del profesor; que creí que mi amor por Kovac, Carter y Sebastián Vallejo era en la vida real; que me gusta(ba) Andrés Pastrana de verdad; que por lo general soy atracacunas; que tuve una época en la que “quería” ser vampiro y mi odontóloga me afiló los colmillos; que pensaba que La Haya quedaba en Centroamérica y que siempre confundí Paraguay con Yugoslavia; que yo estuve abajo y aquél, arriba; que me desquicia que me digan “María Claudia”… ¿Alguna vez me creyeron que por astigmática me enyesaron un tobillo; que estuve en rehabilitación por drogadicción y alcoholismo; o que soy coleccionista de juguetes sexuales?

Tampoco sé si tengan claro a qué me refiero con irme al Ecuador a reflexionar seis meses, la verdadera razón de mi admiración por Claudia Gurisatti, o cuándo chupo dedo. ¡Qué distorcionada! O distorsionadora, mejor dicho.

Podríamos resolver dicho conflicto existencial con un test, ¿quién quiere arriesgarse a decir que sabe toda la verdad sobre mí (incluido color preferido, cuántos dientes tengo, al menos dos obsesiones, filiación política y religiosa, sex-appeal,…)? Pero ni siquiera sé si me crean que no sé si piensen que es fábula todo lo que he dicho sobre mí que es verdad, o que es verdad lo que sí es cuento. Por cierto, me acabo de acordar que cierta vez vendí besos a mil pesos.



¿Ustedes tampoco saben qué son los lixiviados? Cultura general, ¡American pie!

Cali, finales de abril de 2012.

La semana pasada iba caminando por el CAM (Centro Administrativo Municipal), así casual, una tarde cuyo calor es misterioso tras un día anterior de tormentas y desastres, cuando me sorprendieron unas ganas terribles de orinar. ¿Qué hace uno cuando está en la mitad de la plazoleta del CAM y le dan ganas de entrar al baño? Es lógico: sentarse por ahí a esperar a que se pasen las ganas si es un caso de “no hay nada que hacer”. Eso hice y, mientras eso pasaba, no se imaginan todo lo que uno alcanza a escucharle a la gente que va por ahí fuera de bestialidades: más bestialidades.

Pero lo que me llamó poderosamente la atención no fue que todo el mundo quisiera demandar al Municipio, sino que un hombre le dijera a otro que los lixiviados eran las aguas que eran tratadas antes de llegar a nuestros hogares. ¿Ustedes tampoco saben qué son los lixiviados? Cultura general, ¡American pie! No, no es un detergente y tampoco un neologismo mío (aún no tengo tales capacidades). Los lixiviados es ese líquido oscuro y asqueroso, y realmente peligroso, que va saliendo de la descomposición de la basura. ¿Nunca los han visto en la basura de su casa? ¡Les falta mundo!

El caso es que imagínense, entonces, la cantidad que se produce en un basuro (dícese de un vertedero de basuras) como Navarro (aunque ya lleve cuatro años clausurado). Allá hay siete piscinas (como para que se hagan una idea de su tamaño: gigantes), a las cuales, a través de unos canales, llegan esos líquidos que nacen de la basura. ¿Y eso qué tiene que ver con mis ganas de orinar? Fácil: de no haber sido por eso no entro al Concejo Municipal, no me entero del chisme ni se los echo a ustedes.

Resulta que dichas piscinas tienen ya el 75% de su capacidad, y con esta manera de llover las posibilidades de que se rebosen aumentan y también el peligro de que se contaminen los suelos y luego el río Cauca (y después sí el agua que tomamos y así…). Y, o sea, ¡qué asco! Ni al peor de mis enemigos se lo deseo. Bueno, solo a alguno. ¿Qué se necesita, entonces? ¿Para vengarse del enemigo? Luego les cuento; pero para ponerle punto al problema del futuro desastre ambiental (porque en algo parecido a 104 días se llenan los vasos) tienen que construir un sistema de tratamiento de lixiviados que trate los que están ahí y los que la basura que hay en el vertedero va a producir por casi treinta años más. Es decir, que haga pasar estas aguas por ciertos procesos que minimicen considerablemente su alto potencial contaminante. Y claro que lo van a hacer, van a construirlo.

Lo importante es que hay que hacerlo ya –ayer– y hacerlo bien, porque no se trata de hacer otra piscina y luego otra y otra y otra, ni de unir en una gran laguna las siete piscinas que ya hay, sino de hacer algo que nos garantice ambientalmente lo que necesitamos, nosotros y los patos que no sé qué hacen nadando en esas aguas. ¿Cómo si no hay plata? Eso es lo de menos, porque estando ahí supe que de aparecer aparece. Lo verdaderamente relevante es que construyan lo que tienen que construir.
Entendí que tiene que ser una tecnología que, claramente, tenga la capacidad de tratar los litros de lixiviados que a diario se produzcan –sean los que fueren–; cosa que hay que averiguar con un estudio minucioso, no sea que en unos años la máquina se “paletee” o que no ya no sea suficiente y tengamos problemas otra vez… entre ellos, de desperdicio de recursos económicos.

Estudio minucioso que también tiene que arrojar otras informaciones que permitan construir el sistema adecuado para este vertedero: para hacer un tratamiento de los lixiviados ya sea por evaporación natural, por riego o aspersión o por pulverización, o usando otros tantos tratamientos biológicos o físico-químicos, que si supiera de ciencias o tuviera sentido común se los explicaría… Pero lo clave ahí es que con ese sistema de tratamiento se minimiza el impacto negativo que sufre el medio ambiente y el riesgo tan hijue… al que estamos expuestos.

Mientras esperamos ­que el Concejo haga esa labor de control –y confiamos en eso–, por medio de las tres ERRES, podemos producir menos basura y, por lo tanto, menos lixiviados. Reduzcan, reciclen, reutilicen.

¡Ah!, y cabe resaltar que al final nunca entré al baño.


domingo, 29 de abril de 2012

Sencillamente

Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

*Publicación en Kien & Ke

Como nunca pude ser chapolera y, por ende, jamás pude tener un romance entre cafetales con Sebastián Vallejo ni dedicarme a ser catadora de café, estudié Comunicación Social – Periodismo para ver si podía ser la comunicadora de la Asociación Nacional de Cafeteros o de Cafexport… pero en el camino preferí escribir artículos periodísticos sobre el café (y otras cuantas cosas que Colombia considera importantes).

No obstante, amén de las circunstancias, en el antepenúltimo paso del viacrucis universitario opté por ponerle la tilde a café, revisar las concordancias entre determinante y sustantivo y entre verbo y sujeto; velar por el buen uso del gerundio, de los modos y tiempos verbales, de las cláusulas condicionales; corregir las brutalidades que cometemos cuando decimos “el mismo” (no propiamente como pronombre), “en cuyo caso”, y muchas otras expresiones bien mal empleadas… Y llenarme de diccionarios.

El caso fue que duré seis años devorando el conocimiento, seis años que me sirvieron para aseverar: 1) que la insuficiencia teórica lleva a la banalización de los temas –¡Ay, alumnos brutos que somos! Y nos encanta hacer alarde de ello. Perdónalos porque no saben lo que hacen–. 2) Y que no es un mito que aquellos seis años (cinco, seis, siete o más) se miden por la obra final: la tesis. Inclínense, descreídos. Yo sé que no es usual que al final de dicho camino se oigan muchos “tengo sed”; aquellos espíritus sedientos que con suerte se formaron –o los convencieron de formarse– en la pasión de la investigación son muy pocos.

Entonces, hacer o no hacer tesis, esa es la cuestión. Una cuestión en la que descubrí, por obra y gracia del Espíritu Santo, que es válido sentir temor, pánico, miedo si y solo si se está haciendo el trabajo de grado y no en el caso contrario: por no querer enfrentarse a una investigación –ni pensarlo, o el ser estudiantil acaba de ser anulado–. Pero… no debería haber preocupaciones de tipo anulativo puesto que se supone que es un ejercicio al que no habría por qué huírsele, según eso, porque es un ejercicio “familiar”, que nace del amor.
Todos sabemos que no hay que matarse –sin periodista no hay noticia, nos enseñaron alguna vez–. Claramente, una tesina no es la obra cumbre de la vida de nadie (¡y menos la primera!) y realmente no va a revolucionar ninguna ciencia… ¡Ojo!, aunque hay que pensar que sí para recargar constantemente las baterías. ¡Qué fácil suena y qué alabado es!

Y resulta que es tan dulce este minucioso y amplio ejercicio, que puede ser comparado, incluso, con una fruta: si se come antes, da indigestión; y si se come después, ya no estará buena. Es decir, si bien no hay que precipitarse, tampoco hay que dormirse. Recuerden: las pilas; recargarlas continuamente, y para ello nada mejor que la motivación que produce la elección del tema: que sea interesante para el alumno. ¡Cuidado!, no debe escogerse nada que impida terminar la investigación ni que produzca letargos en el maravilloso acto de escribir o intentar hacerlo.

Es cierto que el camino a veces, muchas veces, parece hacerse lento; sin embargo, imaginarse el anhelado “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, en la voz del lector o del director o del jurado, o del Decano o del Rector o de alguien, anunciando el final del andar es el mejor estimulante posible. Ya verán que pronto llegará el momento –y seguro será más temprano que tarde, si la pasión lo exige– en que pueda haber, metafóricamente, un diálogo similar a: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. // Ahí tienes a tu madre”. Habrá nacido un nuevo texto que uno creerá, inocentemente, que pondrá “patas arriba” algún campo del conocimiento. Así, los maestros habrán triunfado: habrán logrado desarrollar el espíritu crítico en los autores de dichas obras. Todo está consumado.

De tal manera que no se permitan el lujo de venirse abajo, porque la clave no es otra que la perseverancia y, también, darse cuenta de que hacer una tesis no es más complicado que vivir. Créanme. Sí…, hablo yo, que renuncié a la mía y opté por ver materias de maestría como opción de grado.

Por eso, Señor, por todo lo dicho anteriormente, en tus manos encomiendo mi espíritu apenas me gradúe, no sea que mi sapiencia no sea recibida por no haber hecho aquel valioso ejercicio que no me inspiró ni siquiera un “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” cuando sabía perfectamente que los eruditos tesistas de esta Tierra Santa me iban a condenar.

viernes, 30 de marzo de 2012

Ciudad del siglo XXI, ¿qué será de ti?


Hace unos días estaba elevadísima en un conversatorio al cual había asistido, cuando “me puede repetir la pregunta” –después de tres días de intervención de la moderadora– me pintó el vacío y me dijo el silencio en el que mi pelo andaba (*en modo la parte por el todo: el pelo por la cabeza, por la mente, por el entendimiento. En este caso son lo mismo), y llegó a mí el recuerdo de la noticia del día (que, eso sí, nada tenía que ver con el conversatorio en el que estaba).

Entonces, tan pronto despejé la mente, comprendí por qué esa mañana Vicky Dávila decía que nos despertábamos con noticias tristes (no obstante, para ser sincera, durante la media hora que alcancé a escucharla nunca supe de qué estaba hablando). Aunque la verdad es que aún no sé si se trataba de un truco de García Márquez: ¿o quién va a creer que no es literatura que en Colombia por concepto de regalías algunos municipios reciban $400 o $1000 (pesos; pesos colombianos), incluso siendo pobres, que porque el Dane ni los tuvo en cuenta para la medición de sus necesidades insatisfechas? ¿Cómo es eso de que a 230 municipios les fueron destinados recursos por menos de $10.000, a unos 400 ni les asignaron un peso para proyectos de impacto local, y otros 174 ni siquiera existen para el Dane? “Me compro un chicle o sostengo a la familia, pago los gastos del hogar, si acaso el estudio de los hijos… No, mejor el chicle”. Lo sé, tan absurdo como que la reforma al Sistema Nacional Ambiental quiera suprimir las autoridades ambientales en los municipios de menos de dos millones y medio de habitantes, tipo Cali.

Con razón el tema de moda es sobre el ideal de la ciudad de este siglo, cuyo eslogan debería ser: “¡Bienvenidos a la heterotopía* del siglo XXI!”. (Ya que claramente no corresponde con Eldorado que la equitativa repartición minera y petrolera podría crear, y que seguramente en el papel estaba en los alcances de la ley). STOP. Rewind. ¿Todos sabemos qué es una heterotopía? ¿Y, al menos, Eldorado y las regalías? Está bien, entiendo que no todos vamos a los mismos conversatorios.

Entonces, ¿qué hacer? –¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Vamos a comer helado?–. Para tranquilizarme, por ejemplo, una vez hice un ensayo (escrito, ni crean que soy tan práctica) sobre comunicación para el desarrollo, porque la comunicación también es una herramienta política. Así es: con respecto a un cuento similar planteé la comunicación como una estrategia de mejoramiento para la comunidad, en la cual la construcción de lo público es un proceso de colaboración y concertación. Tranquilos, ustedes no tienen que hacer lo mismo, pueden organizar una manifestación contra el Dane; también hacer un video para que el mundo conozca los Municipios Invisibles (así como conocieron a Kony 2012) y recaudar “a few dollars” a través de la venta de un kit con algunos objetos representativos de dichos municipios (como con Kony 2012); o, en su defecto, un grupo focal para preguntarnos cuál es el rol de la planificación para tener excelentes regiones y ciudades. Empecemos porque hay que aterrizar las necesidades y trabajar conjuntamente… porque no sé qué sabio dijo que todos debemos hacer parte de la construcción de una sociedad mejor –así el concepto de mejor esté determinado por el discurso dominante–.

En realidad hay mucho por hacer: que revisen de nuevo los municipios, que incluyan a los invisibles, que chequeen las regalías, que reestructuren el plan de distribución. O si no, todo habrá sido una fantasía: la Ley no servirá para nada, porque los pobres solo tendrán derecho a ser invisibles (a menos que hagamos un video como el de Kony. Luego, ¿aquí quién sería el malo? ¡Me cubro!).

*Las heterotopías son espacios otros que contradicen los normalmente emplazados. Si no entienden, pregúntenle a Foucault, que él habla de varios concretamente. Bueno, a él ya queda como difícil; a sus libros.

Y RECUERDEN VISITAR www.ilapso.tv

sábado, 10 de marzo de 2012

Bref, estado civil: despechada

Hace unos muchos meses la Licorera del Valle me buscó por los mismos lugares por donde Shakira buscó a alias “corazón”. Sin embargo, ellos sí me encontraron, me charlaron y me convencieron de hacer parte de una estrategia para salvar la Licorera. ¿Yo? ¿Acaso era alcohólica como para comprar las suficientes botellas que reactivaran su economía, había tenido asiento en en la repartición de los contratos (ni siquiera en el de las copas), o era secretaria de Salud o Gobernadora? ¿O es que yo hice descuentos en la facturación de las botellas, o en mi plan de desarrollo personal estaba incluido el detrimento patrimonial de 112 mil millones de pesos de la Licorera? Desilusionados, fue así como me dijeron que por lo menos escribiera algo, cualquier bobada (que comparto con ustedes ahora):

Bref, estado civil: despechada

O sea, ni conmigo ni sin mí. Y así se han ido los meses. ¡Pero ya no más! Me cansé de que no supiera si debía decirme “vente” o “vete”, o quizás “vente” y luego “vete”, o mejor “¡vete y no vuelvas nunca más jamás!”. No me lo dijo pero opté por la última, como toda dama que aún conserve algo de dignidad debería hacer. Así que decidí organizar la Fiesta del Despecho cuarta versión –una por cada vez que me había dejado. Llamé a mis tres amigas de siempre, esas cuyo estado civil también es “despechada”, y con copas de Aguardiente Blanco del Valle y con las canciones de salsa más cortavenas empezó la noche.

Como es lógico, nunca entenderemos jamás un Por qué se fue. Entre cada “¡cómo olvidarte!, ¡cómo arrancarte!” de Son de Cali un aguardiente muy al estilo de Café con aroma de mujer: “sencillo con cara de doble”. Y digo que “entre cada” porque para ser sincera solo escuchamos tres canciones en toda la noche; las mismas tres canciones toda la noche, corrijo, y cada que el Grupo Niche entonaba su sentida Cartagena (que así no se llama pero así la conocen) nos desgarrábamos cantando “no causó el efecto que imaginaste; no me hizo el daño que tú pensaste” y no se sabía cuál de las cuatro lloraba más.

Saqué la caja donde guardaba todos los detalles que había acumulado en estos últimos meses: la tapa roja de la primera botella de guaro que nos habíamos tomado juntos, unas boletas de cine, una factura de un restaurante –nuestro “primer mes”–, cientos de emails que yo había impreso, noticas por doquier, un CD, un muñequito que olía a él y hasta una media había –una media naranja. Respiré profundo, fondo Blanco y llena de valor leí en voz alta cada una de las cartas. ¡Obvio!, a la segunda ya lo estaba llamando: tres intentos, solo alcanzaba a timbrar una vez y colgaba. ¿Qué pendejada estaba haciendo? Nada peor que lo que hice después.

La última vez que le marqué me di cuenta de que me había apagado el celular, y entonces muerta de la ira llamé a Fulano, al man al que mi amor (o examor) siempre le había tenido los celos de la vida, y quedamos en que dizque íbamos a almorzar al otro día. Pero quién sabe con quién iría a salir porque yo ni me acordaría de lo que acababa de hacer. Ahora como pendeja me miraba al espejo y lloraba como un bebé. No paraba de decirme que era una tonta por andar chillando y porque se me había regado la pestañina y por limpiarme con la blusa la había manchado. Mis amigas me decían que me tomara otro guarito, que ese bobo no iba a ser el primero y tampoco el último. Lo que sí sabía yo era que el último aguardiente en nombre de un tipo por lo menos no era.

Las horas fueron pasando y cada vez más recuerdos iban llegando –¡claro! Si los estábamos buscando– y con ellos esa sensación de olvido y de ilusiones rotas, de que nunca iba a volver a salir el sol y que no habría Cien años de soledad que fueran suficientes para resistir aquel mal, no había un más allá de “oye, qué tristes son los desengaños al corazón”, como dice el Joe. Lo único que parecía cambiar era la botella de Blanco, que copa tras copa se iba vaciando. Por lo menos ese, el aguardiente, sí iba a estar ahí siempre para curar no importa qué herida que cualquier (o el mismo) ‘baboso’ nos hiciera.

De repente, como iluminación maligna (o del maligno, según como se mire) el chip de la ‘bobada se había activado. Ya era de madrugada, hora de volverse a enredar y un desentonado –y mosco en leche– “si me vas a abandonar, piénsalo bien si me vas a dejar” fue el impulso que no hacía falta. Sí. Valieron cinco los ríos de lágrimas durante horas, días, meses. En ese momento yo ya estaba dispuesta a luchar por su amor y a seguir con él… y con el aguardiente también, porque seguramente habrá Fiesta del Despecho quinta versión. Menos mal cuento con mis amigas las despechadas y con mi Blanco del Valle.

*****

Tranquilamente, la Industria de Licores del Valle hubiera podido decirnos lo mismo: “Si me vas a abandonar, piénsalo bien si me vas a dejar”. Ella estaba despechada por culpa de nosotros los vallecaucanos, quienes no tenemos ningún impedimento –ni por amor ni lealtad a la región– en abandonar a nuestro Blanco del Valle y consumir otras marcas de aguardiente, ¡en ir a buscar más allá cuando lo mejor está aquí! Y se nos olvida siempre que la Industria nunca nos ha dejado tirados: primero, anualmente la Licorera del Valle en nuestro departamento invierte aproximadamente cien mil millones de pesos en educación, salud y recreación –según las necesidades, y si no se la han repartido antes en eventos de promoción o entre otros “más necesitados”–; y, segundo, siempre mesa de una rumba y despecho que se respeten tendrán una botella incondicional de Aguardiente Blanco del Valle. Y ya verán que si alguien termina en la cárcel (espero que no sea yo por escribir bobadas) por haber dejado en las tapas a la Licorera, en su celda (o suite, depende del encarcelado) habrá al menos una botellita de Blanco.

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVIII: "Lo mío fue aceptarlo todo porque te quería"

domingo, 26 de febrero de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVII: "mi silencio me hizo sentir miserable".

Tu silencio, Bebe

"pero el silencio es la más elocuente forma de mentir".

¿…Modelo de la noche?

Para todo el mundo resulta más fácil creer que son mitos todo lo que alguna vez dijo Madame Rochi. Y para mí también sería un mito si alguna vez no hubiera querido ser presentadora o…

¿…Modelo de la noche?
  
“De pequeña soñaba con la gran ciudad.
[M]e imaginaba en l[o]s [noticieros] exclusiv[o]s,
viajando en autos de lujo, apoderada en dinero;
llegar a ser una exquisita “modelo”.
A los catorce [m]e lan[cé] a la aventura.
La realidad se hacía mucho más cruda.
Ese cabur que soñaba, aquellos cuentos de nada
se convirtieron en camarera de restaurant.
Este trabajo me está matando y no rinde.
Hay una forma mejor, yo sé que existe.
Y [m]e decid[o] a visitar [mi] más reciente amistad,
que [m]e termina haciendo una oferta irresistible:
‘te voy a enseñar la forma de hacer dinero -dijo-
con estos instrumentos’.
Modelo de la noche, objeto del amor,
capricho de señores que alquilan la pasión,
a ti por unas horas jugando del papel
de todas las señoras de aquellos hombres fiel.
modelo de la noche, modelo de la noche”.

No sirve de nada soñar con ser la estrella del plató de prestigiosos noticieros nacionales o internacionales o de famosos programas de la pantalla chica si en sus planes no está acostarse con el director que toque para poderlo lograr. No, no, no. No importa que usted sea talentosa, que se esmere siempre por construir y transmitir información con ética y profesionalismo, con imparcialidad, veracidad, objetividad y claridad. No es relevante que usted tenga un compromiso con la sociedad ni que sea consciente de que hace parte de un instrumento para la democracia, y tampoco que cumpla con su deber de dirigir un discurso que produzca análisis y crítica en la opinión pública. Repito: nada de eso resulta primordial si no está dispuesta a entregarle once minutos –al menos– a quien toma las decisiones en el “chuzo”.

Bueno, está bien, los directores tampoco es que tengan la culpa del todo. Sí, sí, sí. Yo sé que la culpa es nuestra por estar tan buenas y por querer cumplir nuestras metas. También es culpa de que la TV hoy sea solo para mostrarse: una exhibición narcisista, como dice Bourdieu. Pero, sea quien fuere el culpable, ese es el panorama.

¿Qué puedo decir cuando la gente pregunta que qué estudio y saca sus propias conclusiones? Conclusiones de que muchas presentadoras ceden a los caprichos de sus jefes. ¿Nadie piensa que en realidad es una mafia o un negocio y que acostarse con el director es el conducto regular si quiere escalar profesionalmente? A todo el mundo le queda más fácil condenarnos diciendo que para qué estudiar cinco años para hacer lo que se podría hacer sin ir a la universidad.

Solo quienes pasamos por él nos damos cuenta de que es un medio muy duro, además porque es muy fácil –si no se tienen principios morales sólidos– sucumbir ante el placer de la fama tras once minutos. Es muy duro porque uno llega con otro ideal, el ideal de formar a la opinión pública, y se encuentra con el viejo verde del director (porque no siempre es un príncipe azul). Quizás ese sea el camino más fácil y rápido, pero también el más efímero como el deseo.

Porque prefiero el Cuarto Poder que manipula las masas y no aquel que manipula a sus presentadoras, yo preferí no pertenecer a un gremio tan prostituido y me fui por otras ramas de la comunicación, pero sé de otras que aceptaron el reto y están luchando con su esfuerzo y su talento. Sé que serán unas sobrevivientes, aunque durante toda su carrera profesional vayan a recibir de su director propuestas de once minutos.

Para lavarme las manos es mejor que, si nunca van a hacer nada para que dejemos de ser consideradas como modelos de la noche, crean que lo que escribí aquí también es un mito. Y quizás no a todas las presentadoras les ha pasado ni les pasará. Afortunadas. Y me consta que no todos los directores son así. Afortunadas también por tenerlos a ellos. Este post es en su honor.