sábado, 26 de mayo de 2012

Cásate conmigo donde nadie nos vea

Este es un remake:

El presidente Santos ya lleva un año y nueve meses en el poder, yo tengo un año y mueve meses más de edad desde que escribí este texto. No obstante, Memel (Juan Manuel, dicho con cariño) y yo seguimos siendo lo máximo. Apuesto que ambos fuimos los mejores al graduarnos. Memel, ¿tú también llevaste la bandera de Colombia en el desfile de tu grado?

Cásate conmigo donde nadie nos vea.

Antes de las elecciones presidenciales 2010-2014 (2014 hasta ahora, no se sabe si después sea 2010-1018) dije que si Santos quedaba electo me iba del país porque jamás en la vida iba a ser periodista de oposición. ¡¡Pinche pendeja, porque ahora ni le hago oposición a Santos ni soy periodista!! Pero si hiciera en realidad todo lo que digo, seguramente estaría en el Ecuador y no precisamente de vocera del Palacio de Carondelet sino de asesora de Alpacas. Habría cumplido mi sueño de irme a reflexionar seis meses o de ser rebelde de verdad.

Entonces, me preocupa sobre manera que todo lo que he dicho en cientos de mails que no ha sido cierto y ustedes me lo han creído; y con mayor razón, que lo que sí ha sido cierto a ustedes ni los ha inmutado. A ver, por ejemplo, en cada uno de los escritos hay algo que pareciera que añorara más que nada, y es lo único que no cambia mail tras mail –porque está claro que cada semana quiero tener una profesión diferente, un oficio distinto, hoy soy de derecha, y mañana, comunista, y así–; lo único. ¿Ustedes sí sabrán qué es? ¿O será por eso que no he podido conseguirlo?

Por lo anterior, me intriga saber si piensan que de verdad quiero ser famosa; tener la Green Card; que mis hijos sean de diferentes papás; ser millonaria y no hacer nada para ello; ser funcionaria del Gobierno; andar con siete camionetas de guardaespaldas; exterminar la pobreza y la desigualdad (en el sentido literal de exterminar). Si en serio piensan que estoy embarazada; que lloro todos los días así sea alérgica a las lágrimas; que me visto como un gamín cuando no quiero saber del mundo; que una vez (hace muy poco, de hecho) encerré a una profesora en un torreón (auditorio de mi Universidad) y la amenacé con una cacerola por coquetearle a uno de mis amores; que toda la vida he soñado con hacer pole dance y con ser bailarina de cabaret (play, eso sí); que quiero hacerme una cirugía sea cual sea; que a clase me da pena llegar maquillada porque de pronto el profesor se da cuenta de que mi inteligencia es aparente; o que preferí ser periodista económica que puta cara. ¿En realidad piensan que eso es tan verdadero o tan falso como yo?

Me pregunto si alguna vez me creyeron que tuve un romance con un profesor y que muchos quisieron conmigo (hasta pestañas me robaron) y que otros simplemente me dijeron que mi problema era el peinado (¿cuál si nunca me peino?); que fui Miss Universidad Autónoma como mil veces seguidas y que una vez me tocó dar un discurso en inglés (cuando ni español sabía hablar); que mis intervenciones en clase se limitaron a sabotear el discurso del profesor; que creí que mi amor por Kovac, Carter y Sebastián Vallejo era en la vida real; que me gusta(ba) Andrés Pastrana de verdad; que por lo general soy atracacunas; que tuve una época en la que “quería” ser vampiro y mi odontóloga me afiló los colmillos; que pensaba que La Haya quedaba en Centroamérica y que siempre confundí Paraguay con Yugoslavia; que yo estuve abajo y aquél, arriba; que me desquicia que me digan “María Claudia”… ¿Alguna vez me creyeron que por astigmática me enyesaron un tobillo; que estuve en rehabilitación por drogadicción y alcoholismo; o que soy coleccionista de juguetes sexuales?

Tampoco sé si tengan claro a qué me refiero con irme al Ecuador a reflexionar seis meses, la verdadera razón de mi admiración por Claudia Gurisatti, o cuándo chupo dedo. ¡Qué distorcionada! O distorsionadora, mejor dicho.

Podríamos resolver dicho conflicto existencial con un test, ¿quién quiere arriesgarse a decir que sabe toda la verdad sobre mí (incluido color preferido, cuántos dientes tengo, al menos dos obsesiones, filiación política y religiosa, sex-appeal,…)? Pero ni siquiera sé si me crean que no sé si piensen que es fábula todo lo que he dicho sobre mí que es verdad, o que es verdad lo que sí es cuento. Por cierto, me acabo de acordar que cierta vez vendí besos a mil pesos.



¿Ustedes tampoco saben qué son los lixiviados? Cultura general, ¡American pie!

Cali, finales de abril de 2012.

La semana pasada iba caminando por el CAM (Centro Administrativo Municipal), así casual, una tarde cuyo calor es misterioso tras un día anterior de tormentas y desastres, cuando me sorprendieron unas ganas terribles de orinar. ¿Qué hace uno cuando está en la mitad de la plazoleta del CAM y le dan ganas de entrar al baño? Es lógico: sentarse por ahí a esperar a que se pasen las ganas si es un caso de “no hay nada que hacer”. Eso hice y, mientras eso pasaba, no se imaginan todo lo que uno alcanza a escucharle a la gente que va por ahí fuera de bestialidades: más bestialidades.

Pero lo que me llamó poderosamente la atención no fue que todo el mundo quisiera demandar al Municipio, sino que un hombre le dijera a otro que los lixiviados eran las aguas que eran tratadas antes de llegar a nuestros hogares. ¿Ustedes tampoco saben qué son los lixiviados? Cultura general, ¡American pie! No, no es un detergente y tampoco un neologismo mío (aún no tengo tales capacidades). Los lixiviados es ese líquido oscuro y asqueroso, y realmente peligroso, que va saliendo de la descomposición de la basura. ¿Nunca los han visto en la basura de su casa? ¡Les falta mundo!

El caso es que imagínense, entonces, la cantidad que se produce en un basuro (dícese de un vertedero de basuras) como Navarro (aunque ya lleve cuatro años clausurado). Allá hay siete piscinas (como para que se hagan una idea de su tamaño: gigantes), a las cuales, a través de unos canales, llegan esos líquidos que nacen de la basura. ¿Y eso qué tiene que ver con mis ganas de orinar? Fácil: de no haber sido por eso no entro al Concejo Municipal, no me entero del chisme ni se los echo a ustedes.

Resulta que dichas piscinas tienen ya el 75% de su capacidad, y con esta manera de llover las posibilidades de que se rebosen aumentan y también el peligro de que se contaminen los suelos y luego el río Cauca (y después sí el agua que tomamos y así…). Y, o sea, ¡qué asco! Ni al peor de mis enemigos se lo deseo. Bueno, solo a alguno. ¿Qué se necesita, entonces? ¿Para vengarse del enemigo? Luego les cuento; pero para ponerle punto al problema del futuro desastre ambiental (porque en algo parecido a 104 días se llenan los vasos) tienen que construir un sistema de tratamiento de lixiviados que trate los que están ahí y los que la basura que hay en el vertedero va a producir por casi treinta años más. Es decir, que haga pasar estas aguas por ciertos procesos que minimicen considerablemente su alto potencial contaminante. Y claro que lo van a hacer, van a construirlo.

Lo importante es que hay que hacerlo ya –ayer– y hacerlo bien, porque no se trata de hacer otra piscina y luego otra y otra y otra, ni de unir en una gran laguna las siete piscinas que ya hay, sino de hacer algo que nos garantice ambientalmente lo que necesitamos, nosotros y los patos que no sé qué hacen nadando en esas aguas. ¿Cómo si no hay plata? Eso es lo de menos, porque estando ahí supe que de aparecer aparece. Lo verdaderamente relevante es que construyan lo que tienen que construir.
Entendí que tiene que ser una tecnología que, claramente, tenga la capacidad de tratar los litros de lixiviados que a diario se produzcan –sean los que fueren–; cosa que hay que averiguar con un estudio minucioso, no sea que en unos años la máquina se “paletee” o que no ya no sea suficiente y tengamos problemas otra vez… entre ellos, de desperdicio de recursos económicos.

Estudio minucioso que también tiene que arrojar otras informaciones que permitan construir el sistema adecuado para este vertedero: para hacer un tratamiento de los lixiviados ya sea por evaporación natural, por riego o aspersión o por pulverización, o usando otros tantos tratamientos biológicos o físico-químicos, que si supiera de ciencias o tuviera sentido común se los explicaría… Pero lo clave ahí es que con ese sistema de tratamiento se minimiza el impacto negativo que sufre el medio ambiente y el riesgo tan hijue… al que estamos expuestos.

Mientras esperamos ­que el Concejo haga esa labor de control –y confiamos en eso–, por medio de las tres ERRES, podemos producir menos basura y, por lo tanto, menos lixiviados. Reduzcan, reciclen, reutilicen.

¡Ah!, y cabe resaltar que al final nunca entré al baño.


domingo, 29 de abril de 2012

Sencillamente

Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

*Publicación en Kien & Ke

Como nunca pude ser chapolera y, por ende, jamás pude tener un romance entre cafetales con Sebastián Vallejo ni dedicarme a ser catadora de café, estudié Comunicación Social – Periodismo para ver si podía ser la comunicadora de la Asociación Nacional de Cafeteros o de Cafexport… pero en el camino preferí escribir artículos periodísticos sobre el café (y otras cuantas cosas que Colombia considera importantes).

No obstante, amén de las circunstancias, en el antepenúltimo paso del viacrucis universitario opté por ponerle la tilde a café, revisar las concordancias entre determinante y sustantivo y entre verbo y sujeto; velar por el buen uso del gerundio, de los modos y tiempos verbales, de las cláusulas condicionales; corregir las brutalidades que cometemos cuando decimos “el mismo” (no propiamente como pronombre), “en cuyo caso”, y muchas otras expresiones bien mal empleadas… Y llenarme de diccionarios.

El caso fue que duré seis años devorando el conocimiento, seis años que me sirvieron para aseverar: 1) que la insuficiencia teórica lleva a la banalización de los temas –¡Ay, alumnos brutos que somos! Y nos encanta hacer alarde de ello. Perdónalos porque no saben lo que hacen–. 2) Y que no es un mito que aquellos seis años (cinco, seis, siete o más) se miden por la obra final: la tesis. Inclínense, descreídos. Yo sé que no es usual que al final de dicho camino se oigan muchos “tengo sed”; aquellos espíritus sedientos que con suerte se formaron –o los convencieron de formarse– en la pasión de la investigación son muy pocos.

Entonces, hacer o no hacer tesis, esa es la cuestión. Una cuestión en la que descubrí, por obra y gracia del Espíritu Santo, que es válido sentir temor, pánico, miedo si y solo si se está haciendo el trabajo de grado y no en el caso contrario: por no querer enfrentarse a una investigación –ni pensarlo, o el ser estudiantil acaba de ser anulado–. Pero… no debería haber preocupaciones de tipo anulativo puesto que se supone que es un ejercicio al que no habría por qué huírsele, según eso, porque es un ejercicio “familiar”, que nace del amor.
Todos sabemos que no hay que matarse –sin periodista no hay noticia, nos enseñaron alguna vez–. Claramente, una tesina no es la obra cumbre de la vida de nadie (¡y menos la primera!) y realmente no va a revolucionar ninguna ciencia… ¡Ojo!, aunque hay que pensar que sí para recargar constantemente las baterías. ¡Qué fácil suena y qué alabado es!

Y resulta que es tan dulce este minucioso y amplio ejercicio, que puede ser comparado, incluso, con una fruta: si se come antes, da indigestión; y si se come después, ya no estará buena. Es decir, si bien no hay que precipitarse, tampoco hay que dormirse. Recuerden: las pilas; recargarlas continuamente, y para ello nada mejor que la motivación que produce la elección del tema: que sea interesante para el alumno. ¡Cuidado!, no debe escogerse nada que impida terminar la investigación ni que produzca letargos en el maravilloso acto de escribir o intentar hacerlo.

Es cierto que el camino a veces, muchas veces, parece hacerse lento; sin embargo, imaginarse el anhelado “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, en la voz del lector o del director o del jurado, o del Decano o del Rector o de alguien, anunciando el final del andar es el mejor estimulante posible. Ya verán que pronto llegará el momento –y seguro será más temprano que tarde, si la pasión lo exige– en que pueda haber, metafóricamente, un diálogo similar a: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. // Ahí tienes a tu madre”. Habrá nacido un nuevo texto que uno creerá, inocentemente, que pondrá “patas arriba” algún campo del conocimiento. Así, los maestros habrán triunfado: habrán logrado desarrollar el espíritu crítico en los autores de dichas obras. Todo está consumado.

De tal manera que no se permitan el lujo de venirse abajo, porque la clave no es otra que la perseverancia y, también, darse cuenta de que hacer una tesis no es más complicado que vivir. Créanme. Sí…, hablo yo, que renuncié a la mía y opté por ver materias de maestría como opción de grado.

Por eso, Señor, por todo lo dicho anteriormente, en tus manos encomiendo mi espíritu apenas me gradúe, no sea que mi sapiencia no sea recibida por no haber hecho aquel valioso ejercicio que no me inspiró ni siquiera un “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” cuando sabía perfectamente que los eruditos tesistas de esta Tierra Santa me iban a condenar.

viernes, 30 de marzo de 2012

Ciudad del siglo XXI, ¿qué será de ti?


Hace unos días estaba elevadísima en un conversatorio al cual había asistido, cuando “me puede repetir la pregunta” –después de tres días de intervención de la moderadora– me pintó el vacío y me dijo el silencio en el que mi pelo andaba (*en modo la parte por el todo: el pelo por la cabeza, por la mente, por el entendimiento. En este caso son lo mismo), y llegó a mí el recuerdo de la noticia del día (que, eso sí, nada tenía que ver con el conversatorio en el que estaba).

Entonces, tan pronto despejé la mente, comprendí por qué esa mañana Vicky Dávila decía que nos despertábamos con noticias tristes (no obstante, para ser sincera, durante la media hora que alcancé a escucharla nunca supe de qué estaba hablando). Aunque la verdad es que aún no sé si se trataba de un truco de García Márquez: ¿o quién va a creer que no es literatura que en Colombia por concepto de regalías algunos municipios reciban $400 o $1000 (pesos; pesos colombianos), incluso siendo pobres, que porque el Dane ni los tuvo en cuenta para la medición de sus necesidades insatisfechas? ¿Cómo es eso de que a 230 municipios les fueron destinados recursos por menos de $10.000, a unos 400 ni les asignaron un peso para proyectos de impacto local, y otros 174 ni siquiera existen para el Dane? “Me compro un chicle o sostengo a la familia, pago los gastos del hogar, si acaso el estudio de los hijos… No, mejor el chicle”. Lo sé, tan absurdo como que la reforma al Sistema Nacional Ambiental quiera suprimir las autoridades ambientales en los municipios de menos de dos millones y medio de habitantes, tipo Cali.

Con razón el tema de moda es sobre el ideal de la ciudad de este siglo, cuyo eslogan debería ser: “¡Bienvenidos a la heterotopía* del siglo XXI!”. (Ya que claramente no corresponde con Eldorado que la equitativa repartición minera y petrolera podría crear, y que seguramente en el papel estaba en los alcances de la ley). STOP. Rewind. ¿Todos sabemos qué es una heterotopía? ¿Y, al menos, Eldorado y las regalías? Está bien, entiendo que no todos vamos a los mismos conversatorios.

Entonces, ¿qué hacer? –¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Vamos a comer helado?–. Para tranquilizarme, por ejemplo, una vez hice un ensayo (escrito, ni crean que soy tan práctica) sobre comunicación para el desarrollo, porque la comunicación también es una herramienta política. Así es: con respecto a un cuento similar planteé la comunicación como una estrategia de mejoramiento para la comunidad, en la cual la construcción de lo público es un proceso de colaboración y concertación. Tranquilos, ustedes no tienen que hacer lo mismo, pueden organizar una manifestación contra el Dane; también hacer un video para que el mundo conozca los Municipios Invisibles (así como conocieron a Kony 2012) y recaudar “a few dollars” a través de la venta de un kit con algunos objetos representativos de dichos municipios (como con Kony 2012); o, en su defecto, un grupo focal para preguntarnos cuál es el rol de la planificación para tener excelentes regiones y ciudades. Empecemos porque hay que aterrizar las necesidades y trabajar conjuntamente… porque no sé qué sabio dijo que todos debemos hacer parte de la construcción de una sociedad mejor –así el concepto de mejor esté determinado por el discurso dominante–.

En realidad hay mucho por hacer: que revisen de nuevo los municipios, que incluyan a los invisibles, que chequeen las regalías, que reestructuren el plan de distribución. O si no, todo habrá sido una fantasía: la Ley no servirá para nada, porque los pobres solo tendrán derecho a ser invisibles (a menos que hagamos un video como el de Kony. Luego, ¿aquí quién sería el malo? ¡Me cubro!).

*Las heterotopías son espacios otros que contradicen los normalmente emplazados. Si no entienden, pregúntenle a Foucault, que él habla de varios concretamente. Bueno, a él ya queda como difícil; a sus libros.

Y RECUERDEN VISITAR www.ilapso.tv

sábado, 10 de marzo de 2012

Bref, estado civil: despechada

Hace unos muchos meses la Licorera del Valle me buscó por los mismos lugares por donde Shakira buscó a alias “corazón”. Sin embargo, ellos sí me encontraron, me charlaron y me convencieron de hacer parte de una estrategia para salvar la Licorera. ¿Yo? ¿Acaso era alcohólica como para comprar las suficientes botellas que reactivaran su economía, había tenido asiento en en la repartición de los contratos (ni siquiera en el de las copas), o era secretaria de Salud o Gobernadora? ¿O es que yo hice descuentos en la facturación de las botellas, o en mi plan de desarrollo personal estaba incluido el detrimento patrimonial de 112 mil millones de pesos de la Licorera? Desilusionados, fue así como me dijeron que por lo menos escribiera algo, cualquier bobada (que comparto con ustedes ahora):

Bref, estado civil: despechada

O sea, ni conmigo ni sin mí. Y así se han ido los meses. ¡Pero ya no más! Me cansé de que no supiera si debía decirme “vente” o “vete”, o quizás “vente” y luego “vete”, o mejor “¡vete y no vuelvas nunca más jamás!”. No me lo dijo pero opté por la última, como toda dama que aún conserve algo de dignidad debería hacer. Así que decidí organizar la Fiesta del Despecho cuarta versión –una por cada vez que me había dejado. Llamé a mis tres amigas de siempre, esas cuyo estado civil también es “despechada”, y con copas de Aguardiente Blanco del Valle y con las canciones de salsa más cortavenas empezó la noche.

Como es lógico, nunca entenderemos jamás un Por qué se fue. Entre cada “¡cómo olvidarte!, ¡cómo arrancarte!” de Son de Cali un aguardiente muy al estilo de Café con aroma de mujer: “sencillo con cara de doble”. Y digo que “entre cada” porque para ser sincera solo escuchamos tres canciones en toda la noche; las mismas tres canciones toda la noche, corrijo, y cada que el Grupo Niche entonaba su sentida Cartagena (que así no se llama pero así la conocen) nos desgarrábamos cantando “no causó el efecto que imaginaste; no me hizo el daño que tú pensaste” y no se sabía cuál de las cuatro lloraba más.

Saqué la caja donde guardaba todos los detalles que había acumulado en estos últimos meses: la tapa roja de la primera botella de guaro que nos habíamos tomado juntos, unas boletas de cine, una factura de un restaurante –nuestro “primer mes”–, cientos de emails que yo había impreso, noticas por doquier, un CD, un muñequito que olía a él y hasta una media había –una media naranja. Respiré profundo, fondo Blanco y llena de valor leí en voz alta cada una de las cartas. ¡Obvio!, a la segunda ya lo estaba llamando: tres intentos, solo alcanzaba a timbrar una vez y colgaba. ¿Qué pendejada estaba haciendo? Nada peor que lo que hice después.

La última vez que le marqué me di cuenta de que me había apagado el celular, y entonces muerta de la ira llamé a Fulano, al man al que mi amor (o examor) siempre le había tenido los celos de la vida, y quedamos en que dizque íbamos a almorzar al otro día. Pero quién sabe con quién iría a salir porque yo ni me acordaría de lo que acababa de hacer. Ahora como pendeja me miraba al espejo y lloraba como un bebé. No paraba de decirme que era una tonta por andar chillando y porque se me había regado la pestañina y por limpiarme con la blusa la había manchado. Mis amigas me decían que me tomara otro guarito, que ese bobo no iba a ser el primero y tampoco el último. Lo que sí sabía yo era que el último aguardiente en nombre de un tipo por lo menos no era.

Las horas fueron pasando y cada vez más recuerdos iban llegando –¡claro! Si los estábamos buscando– y con ellos esa sensación de olvido y de ilusiones rotas, de que nunca iba a volver a salir el sol y que no habría Cien años de soledad que fueran suficientes para resistir aquel mal, no había un más allá de “oye, qué tristes son los desengaños al corazón”, como dice el Joe. Lo único que parecía cambiar era la botella de Blanco, que copa tras copa se iba vaciando. Por lo menos ese, el aguardiente, sí iba a estar ahí siempre para curar no importa qué herida que cualquier (o el mismo) ‘baboso’ nos hiciera.

De repente, como iluminación maligna (o del maligno, según como se mire) el chip de la ‘bobada se había activado. Ya era de madrugada, hora de volverse a enredar y un desentonado –y mosco en leche– “si me vas a abandonar, piénsalo bien si me vas a dejar” fue el impulso que no hacía falta. Sí. Valieron cinco los ríos de lágrimas durante horas, días, meses. En ese momento yo ya estaba dispuesta a luchar por su amor y a seguir con él… y con el aguardiente también, porque seguramente habrá Fiesta del Despecho quinta versión. Menos mal cuento con mis amigas las despechadas y con mi Blanco del Valle.

*****

Tranquilamente, la Industria de Licores del Valle hubiera podido decirnos lo mismo: “Si me vas a abandonar, piénsalo bien si me vas a dejar”. Ella estaba despechada por culpa de nosotros los vallecaucanos, quienes no tenemos ningún impedimento –ni por amor ni lealtad a la región– en abandonar a nuestro Blanco del Valle y consumir otras marcas de aguardiente, ¡en ir a buscar más allá cuando lo mejor está aquí! Y se nos olvida siempre que la Industria nunca nos ha dejado tirados: primero, anualmente la Licorera del Valle en nuestro departamento invierte aproximadamente cien mil millones de pesos en educación, salud y recreación –según las necesidades, y si no se la han repartido antes en eventos de promoción o entre otros “más necesitados”–; y, segundo, siempre mesa de una rumba y despecho que se respeten tendrán una botella incondicional de Aguardiente Blanco del Valle. Y ya verán que si alguien termina en la cárcel (espero que no sea yo por escribir bobadas) por haber dejado en las tapas a la Licorera, en su celda (o suite, depende del encarcelado) habrá al menos una botellita de Blanco.

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVIII: "Lo mío fue aceptarlo todo porque te quería"