jueves, 20 de septiembre de 2012
Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XXI: "Mano a mano"
Mano a mano hemos quedado. No me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás...
lunes, 10 de septiembre de 2012
Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XX: "Espero curarme de ti"
Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.
Es posible. Siguiendo las prescripciones
de la moral de turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
Jaime Sabines
jueves, 6 de septiembre de 2012
Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XIX: "Be my constant"
Previously on Lost
¿Cómo putas lo traigo?
¿Cómo putas lo traigo?
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVIII: " Somebody That I Used To Know"
Somebody That I Used To Know
But you didn't have to cut me off
Make out like it never happened and that we were nothing
miércoles, 29 de agosto de 2012
¿Por una causa hay que dar la vida?
Me acuerdo de la
mañana en la que mataron a Garzón. Hace trece años yo tenía trece años y había
sido una fiel televidente de Quac. Pese a ello, en ese entonces
no me gustaba Andrés Pastrana como me gusta ahora (tampoco me soñaba con él
corriendo entre campos de trigo cogidos de la mano) ni me importaba gran cosa
el Caguán, ni Godofredo Cínico Caspa me hacía reír tanto mientras yo decía una
y otra vez “tenaz” tras cada una de sus conclusiones.
No obstante, como
para muchos, Garzón se convirtió en uno de los mártires de la historia que
recuerdo de mi patria, fuera de la que me he inventado y de la que se están
inventado. Y, entonces, recordé una columna que hice en 2009, cuando me creía
columnista de 340 palabras, o sea, de esas que no alcanzan a decir nada. Coincidencialmente
hoy todo lo escrito en aquel tiempo se volvió relativamente coyuntural.
Por lo tanto, he
aquí aquellas letras:
“Por una causa hay que dar la vida”
“Por una causa hay que dar la vida”, dijo una vez Jaime Garzón con
su personaje Heriberto de la Calle, hablando de lo que había aprendido de Luis
Carlos Galán.
Cuando nunca antes Colombia me
había dolido, me sorprendí diciendo que como periodista me haría matar por mi
país. Pero en una misma semana escuché a varios de mis profesores que reiteraban,
con criterio suficiente, que no valía la pena hacerse matar por nada en este
país. Repito: por nada.
Guillermo Cano, asesinado el 17
de diciembre de 1986; Luis Carlos Galán, asesinado el 18 de agosto de 1989;
Jaime Garzón, asesinado el 13 de agosto de 1999. Y ciertamente muchos más
ciudadanos son los que han muerto por este país, por esta Colombia.
A Cano lo mataron por protestar
contra la corrupción, el narcotráfico y el silencio cómplice. Galán murió con
la esperanza de una política transparente, limpia, y comprometida. Por su
parte, a Garzón lo asesinaron por lo mismo por lo que le pagaban: por decir la
verdad (aunque no sea verdad, eso es lo que quiero seguir creyendo). Los tres
murieron convirtiéndose en mártires de sus ideas; murieron, tal vez, con el
anhelo de que esta Colombia despertara.
¿Y dónde estamos? Ese
importante giro en el planeta parece ser insignificante. ¿Qué ha cambiado? Así
como en el 86, en el 89, y en el 99 el país en el 2009 sigue siendo un caos y
seguimos dejando que nos gobiernen hasta el silencio.
En búsqueda de una nueva
sociedad y de otras garantías, ¿qué tal si la oposición dejara de hacer
oposición para hacer “proposición”? ¿Y por qué no enfrentamos esta cultura de
indiferencia y apatía y hacemos de nuestro paso por este país una obra justa
que sustente nuestros derechos?
Y así, adquirir dignidad para que no nos vuelva a dar vergüenza
gritar que somos colombianos. Y para que, tal vez, en un futuro sí valga la
pena decir –sólo decir– que “por una causa hay que dar la vida” por este país.
Este sábado se
cumplen 23 años del homicidio de Galán, y hace dos semanas mataron a Guillermo
Cano en El
patrón del mal. Quince días atrás lloré la semana entera, la semana
entera. Si bien en 1986 tenía un año recién cumplido, ahora tengo veintiséis,
veintiséis bien puestos para sentir que no se trata solamente de una telenovela
sino que es la representación de una época y, más allá –o acá–, una pesadilla
que viven todavía los periodistas, por revelar absurdas verdades.
Desde aquel
entonces las cosas sí han cambiado: están peores, porque ahora las ideologías
poco importan cuando se detenta el poder; ahora no hay aliados sino
amangualados; y ahora… ¿qué clase de ahora hay? Hoy, en el 2012, me
pregunto de nuevo si por una causa habría que dar la vida.
sábado, 4 de agosto de 2012
Mañana le voy a tirar piedra al MIO
Mañana 20 de julio sube
$100 el MIO, y los usuales disidentes tienen preparada una movilización pacífica
llamada “DesMIOvilízate, tu bicicleta te espera”. Pero como yo no tengo
bicicleta (la estática no la puedo sacar de mi cuarto) ni soy pacífica, si
tengo la misma ira que tuve el martes por culpa del bueno-para-nada sistema de
transporte, mañana le voy a tirar piedra al MIO. Por fin podré entender a los
univallunos que son vándalos y a los terroristas de ‘lafar’, cuando sienta el
placer que me va dar quebrar los vidrios de ese adorno azul.
Sí, adorno. El MIO no ha servido para
mucho más que adornar una ciudad que, para qué negarlo, en los últimos años se
ha embellecido, y el bus ese y todo su sistema han sido parte fundamental de
ello. ¿Pero resulta que quién dijo que un sistema de transporte era de adorno?
¡Qué dijeron, pues! La ciudad de las barbies, la de los Polly Pocket, ¿o qué?
El bus es
para transportar a la gente, y si es el único sistema de transporte masivo que
hay (y que habrá), pues no solo debe cumplir con transportar a la gente, sino
con hacerlo eficazmente. Pero pasa que el MIO no sirve para nada. Tiene casi
cuatro años y si acaso gatea. Tiene el 87 % de cobertura, 82 rutas (711 buses,
de los cuales 174 articulados, 397 son padrones y 140 son complementarios),
pero –me atrevo a decir– el 100 % de sus usuarios, inconformes. Con el MIO uno
entiende la tasa de desempleo en Cali. ¡A cuántos no habrán echado de sus
trabajos por llegar tarde!
A mí no me
echaron, pero sí me multaron, y no en el trabajo sino en la EPS, porque por
enésima vez consecutiva perdí la cita, que puse a una hora racional para poder
salir de mi casa con tres días de anticipación. Aunque pensándolo bien, la
culpa es mía por no prever que, contrariamente a las grandes ciudades, el MIO
no tiene horario –mucho menos fecha en el calendario–, así que pasa cuando se
le apetece (hay media hora, cuarenta minutos, entre dos buses de la misma
ruta), cuando no es que juegan con el usuario al quita y pone la ruta del
tablero electrónico de las estaciones (“ya viene en diez minutos. Ahora es en
veinte. No, ya no viene”). ¡Y encima de todo se va a cero kilómetros por hora!
Perder mi cita fue culpa mía, repito, por no haber salido con cuatro días de
antelación y no con tres.
Los
funcionarios encargados, empezando por el Alcalde, que dicen que el sistema de
transporte está mejorando cada día más que se callen, que se callen porque ellos no
montan en MIO y a ellos no les ha pasado que hasta a su grado han llegado tarde.
¿Que le
suban $100 porque por cada usuario están perdiendo $87 y van a quebrar? Raro…
porque no veo qué otra cosa fuera del MIO puede usar la gran parte de la gente
si la mayoría de buses de las “competencias” del masivo ya los han sacado, y la
meta antes de que se acabe este año es chatarrizar 5000 más. Démosles el
beneficio de la duda y supongamos que así es, que de no recuperar esos $87 por
cada pasajero, ‘repailas’. Pues, ¡bien hecho! Por inútiles. Y que conste que
una persona racional no se alegra por que una empresa exitosa vuele en átomos.
Es claro
que todos pagaremos los $100 de más, pero también es claro que lo haríamos con
gusto si el MIO respondiera a las necesidades de la ciudad del siglo XXI en la
que quiere convertirse Cali. ¿En qué ciudad es? Con este “modus operandi”, ni idea. Lo que sí sé es que si
alguna vez dije que a mi futuro novio lo iba a conocer en el MIO –el día que él
tuviera pico y placa–, pues ni al caso, porque como sea haré que mi bicicleta
estática salga de mi cuarto.
NOTA:
¿Metrocali o el señor Guerrero quieren pagar la multa que EPS Sánitas me puso
por llegar tarde y perder la cita? ¿No? Me lo supuse. Sin embargo, yo sí tengo
que dar $100 de más al MIO aunque siempre pase tarde, ‘teto’ y vaya a cero.
Bueno, y a todas estas, no estaría mal exigirle a nuestro sistema de transporte
masivo una rendición de cuentas. De cien en cien se hacen maravillas. ¡Que las
hagan!
@LaPavaNavia
En Twitter
Este país parece un cuento, y encima de todo mal escrito
La
verdad es que jamás iba a volver a escribir. Pero un tweet que decía que “los
ciudadanos con sus escritos, audiencias, y desde sus celulares y computadores
salvaron la Constitución que conquistaron”, publicado la semana pasada –semana
que será recordada (no por mucho tiempo, me imagino) porque el Presi devolvió
al Congreso la famosa [de]forma a la justicia–, me motivó a escribir por qué me
siento orgullosa de ser colombiana.
Solo en un país como Colombia se podrían
inventar un juego que se llame “Perfume al bollo”; solo en un país como
Colombia al vicepresidente se le escapa el calificativo “zarrapastrosos” para
referirse a los que no viajan en primera clase, y el registrador asevera que
“la corrupción es un mal inevitable”; solo en un país como Colombia los
ciudadanos tumban mencionada reforma por Twitter, se juran los más
participativos y democráticos, pero en las elecciones del Valle hay más de un
80 % de abstención, que para mí no es sinónimo de “histórico” ni de
“inconformismo, sino de pereza y desinterés. Ojo, solo en un país como
Colombia. Pero no está mal; al contrario… porque este país parece un cuento, y
encima de todo mal escrito. Por eso, Colombia es como McDonald’s: me encanta.
En este cuento, peripecias como las
mencionadas suceden a diario y por montón. Por ejemplo, despenalizan la dosis
mínima (22 gramos de marihuana [once bareticos] y 2 gramos de coca [que eso sí
no sé cuánto sea porque estoy acostumbrada a las grandes bandejas de plata]),
pero se da la orden de cazar el microtráfico. ¿Entonces qué, magistrados? ¿De
dónde me saco los baretos y el perico? ¿Monto un cultivo en la huerta de la
casa y una cocina, o qué? ¿Pa’ que después me digan “la patrona del mal”? ¡Y quién es
el pendejo que se le ocurre pensar que dicha despenalización puede ser la
puerta de la legalización!
Por otro lado, al exsenador y siempre
bandido Juan Carlos Martínez lo sueltan para dictarle otra orden de captura a
la mañana siguiente. Mientras tanto, el Negro(señores de Chao Racismo, por
favor no me vayan a demandar, digo Negro porque así es su apodo,
¡y no se lo puse yo! [por cierto, si tengo unos zapatos negros, ¿cómo debo
decir que son de ese color?]) se pierde, no lo encuentran, y finalmente resulta
que se fragua ‘culo’e’ fraude electoral: montar una registraduría paralela a la
original para poner gobernador en el Valle.
Acto seguido hablemos de la captura de una
banda de asaltantes que opera en un sector de Bogotá. Tras unos videos como pruebas
contundentes, todos los integrantes de tal agrupación rechazan los cargos y se
declaran víctimas. ¡¿Ah?! Y, para seguir –y a propósito de víctimas y videos–,
la moda verano 2012 (y de aquí en adelante) son cámaras por todos lados, en los
semáforos, en los postes de energía, en los techos, en los árboles; incluso,
pronto habrá helicópteros sobrevolando las ciudades (en aras de la seguridad,
claramente). El cuento tendrá una segunda parte: bienvenidos a una nueva
versión de Gran
Hermano. Por cierto, a huevo en mi trabajo ese bombillo es más que
un bombillo.
Por consiguiente, me permito decir que por
eso hay que leer, para saber al menos dónde están las cámaras. Sí, leer. Y lo
digo yo que iba a participar en el Premio periodismo Semana Petrobras “El país
contado desde las regiones”, y ya teniendo listos los textos, la inscripción,
el sobre, la plata del envío, me dio por leer las normas del concurso y me di
cuenta de que no calificaba. ¿Ya ven qué pasa si uno no lee? Se corre el riesgo
de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes.
En este país muy poco tiene respuesta: no
es sino pensar en que la vida vale menos que un celular; que mis papás me
siguen dando la plata del día aunque yo ya esté trabajando; que no es raro que
todos los desgraciados mencionados en estas líneas entren al plató de Laura (en
América) y que como no demoran en controlar hasta los pensamientos… ¡que pase
Twitter!
Pese a ser colombiana, tristemente conmigo
no pasa nada. Por ende, me le sumo a Maruja: “Ay, Tola, estamos ‘áut’: ni nos
invitan al matri de Fritanga mi estamos en el diario de Chupeta… Solo falta
que no nos mencione Santoyo”.
No obstante, ¿qué hubiera sido de nosotros
si el barco de Pocahontas hubiera
llegado acá? ¡Así me encanta!
La
Pava Navia
@MaclaNavia
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