jueves, 3 de noviembre de 2011

Una especie de muerte anunciada

No se preocupen que sí voy a hablar de las Elecciones, porque la historia hay que vivirla para poderla contar. Pero por hoy, para ustedes, Una especie de muerte anunciada.

Post en Kien y Ke:
http://www.kienyke.com/komunidad/2011/11/01/una-especie-de-muerte-anunciada/


2007. Fue una especie de muerte anunciada. Otra vez se terminó el mes y de nuevo el mismo nerviosismo de hace dos meses. Una clase de perturbación que en este momento no puedo ni explicar. Sí, otra vez…Y así, cada vez, espero que sea la última vez.

Cuando uno tiene alguna sentencia haciendo eco en la cabeza es imposible pasar un buen día. El “se terminó el mes” no me desamparó ningún segundo. Mientras me bañaba oía decir a Juan Gossaín que otro mes se iba; mientras me vestía, Jota Mario hablaba del mes que empezaba; “se terminó marzo” de mi casa a la universidad, de la universidad a mi casa. 

Era un poco más de las cinco de la tarde. Se demoró en llegar. Sí. Pero finalmente llegó. Se había demorado mucho en venir; tanto, que incluso, con ingenuidad, pensé que hoy no vendría. Pero no fue sino que me asomara por la ventana de la sala para ver que estaba parqueando su carro. Me asusté. No sé porqué, debo admitirlo, si lo estaba esperando. Si cada dos meses, desde hace varios, lo espero. Sin embargo, me espanté; de nuevo: no sé por qué. Se bajó. No lo conocía, jamás lo había visto. Pero era él, estaba segura de que era él. Me amenazaba con esa imagen de “todo poderoso” que traía en su mirada; esa misma que llevaba implícita en el logo de la empresa para la cual trabajaba; esa que lo acompañaba a donde fuera. Era él… y venía a…

No esperé a que timbrara; le abrí. Con un aire desafiante lo miré de pies a cabeza. Llevaba su clásico uniforme. El mismo que llevan todos esos… De manera impecable tenía puesto un overol color pardo con el logo de la empresa en la parte izquierda del pecho y unas botas café oscuro. Sin quitarle la mirada de encima –como quien no quiere perder de vista a su presa– y con un tono retador llamé a mi papá. Él sería el encargado.

- Buenas tardes señor, ¿en qué puedo ayudarlo? –le dijo él como si no supiera a qué venía ese desgraciado. Como si ignorara la desgracia que estaba por suceder. Como si no quisiera ni pretendiera aceptar que en el País de las Maravillas no vive sino Alicia.

- Buenas tardes –respondió muy cordialmente el señor y procedió–: ¿Me permite el recibo de pago de la luz, por favor?

El hombre, un señor acuerpado, de estatura promedio, de pelo negro corto y con cara de “buena gente”, prosiguió a recalcar lo que desde hace dos meses sabíamos: “el recibo no se ha pagado”. Trato de respirar profundo y contar hasta diez (yo sé que eso nunca sirve, pero no pierdo la fe al seguir intentándolo). Pero ya ni sé qué sentir. ¿Rabia con mi papá por no pagar los servicios? ¿Por no poder pagar los servicios? ¿Ira hacia el contratista que no se apiada de una familia con problemas económicos? ¿Furia hacia nuestro Dios creador por hacernos sufrir? ¿Cólera hacia un Estado que, aunque no sea su deber, no le soluciona los problemas de índole económico, social, político y sentimental a los 44 millones de colombianos? La culpa no la tiene ninguno. No es culpa de nadie que una familia se quiebre económicamente. No es culpa de nadie que un contratista tenga que cumplir órdenes.

- Voy a cortarles el servicio de energía

Y después de una maniobra un poco más que sencilla y muy, pero muy corta…

- Les será reconectada cuando cancelen el recibo. Hasta luego, que estén bien

Pensé que se estaba burlando de nosotros. ¿Quién podría estar bien después de que le han cortado la luz? Llegó la noche y con ella no sólo la absoluta oscuridad, sino el aburrimiento y, como si no fuera mucho ya, el insomnio. ¿Cómo hacían antes? ¿No les haría falta la televisión, la radio o, por lo menos, una lamparita para leer? O incluso, sin ir mucho hacia atrás en el tiempo, ¿cómo hacen los que no gozan del privilegio de la energía? –Sí, porque ahora me toca hablar del servicio de luz como un privilegio. Lo sé, son cosas en las que uno nunca piensa.

Sin embargo, no era la primera vez que el carro de las Empresas Municipales se aparecía en esta cuadra; seguramente tampoco sería la última vez que llegaba a muchas cuadras de Cali… a hacer lo mismo: a cortar la luz.

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