domingo, 16 de octubre de 2011

Yo también besé a mi exnovio

Yo también besé a mi exnovio, ¡y qué! ¿Quién no lo ha hecho? –¿Cómo así? Un momento, ¿ustedes también han besado a mi exnovio? Muchos estarán pensando que qué fracasada. ¿Pero qué es el fracaso? Solo sabemos que todos queremos hacer las cosas bien, correr tras el éxito. Hoy en día el mundo perfecto es un sueño colectivo. ¿Y qué es el fracaso? Por qué no una ilusión, un espejismo, una ficción.

Después de hacer un ligero sondeo concluí que el fracaso es algo más subjetivo que la belleza. Entonces, me tocó ir a una exposición en el Museo La Tertulia (Cali, Colombia) que se llamaba Ensayos para un mundo mejor. Presentaba el fracaso como una forma de conocimiento y lo liberaba del antagonismo de los juicios de valor; catalogaba su existencia en un espacio de operaciones productivas en un lugar intermedio que separa la intención de la realización.

Por lo tanto, según lo que pude entender mediante los trabajos expuestos de varios artistas, el concepto iba más allá del absurdo, del vacío, de la nada, de la melancolía de un pasado inexistente en el hoy, de la amenaza del eterno retorno, que caracterizaba cada obra de arte. El concepto trascendía el sondeo, incluso, llegaba a un mundo de posibilidades durante un proceso, que sin duda es más importante que su resultado.

Lo entendí casi todo, entonces: ignorantemente condenamos al fracaso hasta darle un beso a mi exnovio (por favor, luego quiero hablar con todas las que han besado a mi exnovio). Y, por ejemplo, ¿cuántas veces no hemos repetido hasta el cansancio que no volvemos a comer chocolate desaforadamente? Sí. Un exnovio es tan dañino pero tan placentero como un exceso de chocolate. Pero tendemos a encasillar este par de espontaneidades en la repetición; a verlas como si fueran el drama del individuo en la sociedad. ¿Quién dice que son algo mecánico, que hacen parte de una serialidad? "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa mejor". Es decir, sin peros volveré a besarlo y, si es el caso, también lo embadurnaré de chocolate.
 
Según lo anterior, ¿estaríamos de acuerdo con que "el fracaso siempre es relativo, siempre viene enmarcado en un contexto y un tiempo específico"? Piénsenlo bien: "En otro tiempo y lugar podría haber sido una obra maestra". Y según eso, ¿por qué no darle el debido lugar a la incertidumbre? ¿Hasta cuándo nos decimos que en la vida volvemos a aceptar algo que en realidad no queremos? Disfrútenlo. Ese es el arte del fracaso: seguir diciendo que sí y arrepintiéndose después.

 
¿Qué no volvemos a llegar en "esta semana" tarde a clase o al trabajo? Ese domingo aprendí que los actos fallidos hacen replantear la ruta; el fracaso se convierte por azar en descubrimiento: ¿y si fuera otro trabajo y otra clase? Es igual que un "jamás vuelvo a tomar trago" cada vez que me emborracho; nada más representativo de la metáfora de la ilusión, de lo temporal y efímero. Cada pieza artística evidenciaba esta predestinación a desvanecerse que pone a cada rato en evidencia la fragilidad del mundo perfecto. ¿Pero qué mundo es perfecto sin una copa?


¿Cansada de decir que "no vuelvo a llamar al que me jodió la existencia"? (Perdón por lo de existencia). Perseguir el pasado perfecto y traerlo al presente como una voluntad potencialmente convertida en nostalgia. "Dime que volverás". ¿Pero qué tal que un día si vuelva?

Sí, sí, no volvemos a pelear con nuestros hermanos. Parece que nos rige la paradoja del eterno retorno. ¿Estamos atrapados? Quizás. Tal como si fuera una encrucijada que no ofrece salida. No votar, por ejemplo, no participar de la democracia en la que vivimos es el símbolo romántico de la pérdida y la tragedia humana. Que nos construyan el país que no queremos rima con el "algo que se rompe estrepitosamente" que trae en su etimología el fracaso.

No niego que después de ver la exposición me sentía aun más fracasada en la vida. Pero tras reflexionar sobre unas obras de arte, cuyo arte no me pudo hacer sentir peor (¡qué tal que fuera curadora!), me hicieron concluir que cuantas veces sea necesario reincidiremos: besaremos a mi exnovio, haremos por compromiso moral lo que no queremos hacer, llegaremos tarde una vez más, volveremos a emborracharnos, seguiremos llamando a aquel cabrón, la última pelea con nuestros hermanos jamás será la última, y seguramente nos dará pereza salir a votar esta vez.
 
Pero ese es el fracaso: un camino, no necesariamente un hundimiento. Es un estado de ánimo, quizás como el éxito o el arte. ¿Y qué es el arte? De pronto yo no soy nadie para decirlo (menos cuando me creo arte), pero ya está claro que es más subjetivo que la belleza y el fracaso juntos.

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