miércoles, 22 de septiembre de 2010

Al Jazz que me toquen, bailo


Por: Ma. Clara Navia Saavedra
Agosto 18 de 2010

Eran las 7:35 de la noche. Apenas estábamos entrando a la Sala Beethoven, en el Conservatorio. Nos pidieron que hiciéramos silencio porque el concierto ya había comenzado. Yo sabía que íbamos a llegar aunque fuera cinco minutos tarde, y lo peor era que no me interesaba prevenirlo, lo confieso: no soy amante del jazz. Grave error, pero de esto sólo me vine a dar cuenta cuando llegamos y –por fortuna- pudimos hacernos muy adelante, justo en frente de la tarima.

Jazz-Tá Ensamble se presentaba ese miércoles en el marco de X Festival de Jazz de Cali “Ajazzgo”. En las tablas estaban repartidos siete músicos. Seis hombres, una mujer; cinco ´pelados´ y dos ´viejos´. Un bajo, una marimba, un clarinete, un violoncello, una batería, y una flauta traversa se le sumaban a una complicidad implícita entre los artistas que hacía vibrar al público. Las partituras y sus improvisaciones -recurrentes en el Jazz- resultaban en un sonido armónico, perfecto.

Se terminaba la segunda canción, esa emoción cohibida, por protocolos de comportamiento en esta clase de eventos, saltaba en ese momento y el auditorio estallaba en aplausos. Sin embargo, como siempre en acontecimientos como este, el auditorio no estaba muy lleno. Unas 100 personas entre familiares, estudiantes de música, amigos y los periodistas culturales de la Autónoma medio llenaban las largas sillas de sillas azules. “Es una lástima que la gente no aproveche estos espacios -y más si son gratuitos-”, me dijo la señora que estaba sentada a mi lado y que seguramente oyó cuando murmuraba algo al respecto.

Mayra Franco, la única mujer de la banda es quien más se la “goza”. Al son de la marimba que toca, baila yendo de una esquina a otra. Sonríe como loca, mueve su cabeza y tararea las melodías. A veces el resto del grupo parece más parco, pero en algún momento uno que otro músico deja escapar una extasiante sonrisa que permite suponer a cualquier mortal que está disfrutando su presentación.

A la tercera canción ya se podía percibir la comodidad de cada uno de los intérpretes, tocaban con más ganas y más libertad; los nervios se habían ido desvaneciendo, al pasar de los minutos, entre la confianza de un público atento. Cada vez más se notaba la “sintonía” entre ellos, la puesta en común de meses de ensayo estaba saliendo como esperaban, como me lo confirmó Mayra después, cuando hablé con ella.

Jazz-Tá nació de Mayra y Luis Ardila, empezaron en el 2008. Sin embargo, conformado como ahora está, desde este año, cuando adoptaron el nombre Jazz-Tá Ensamble. No solamente eran Mayra y Luis, sino que ahora ensamblaban a cinco más: Jorge Herrera (bajista), Danilo Moreno (flauta traversa), Camilo Ríos (clarinete), Erick Velázquez (violoncello), y a Harold Orezco (batería). Dando como resultado una agrupación que en palabras de Mayra se ha sabido integrar muy bien, “nos teníamos que encontrar en la vida”.

Se acaba la penúltima canción del repertorio. Fue la más emocionante; cada músico tuvo su “cuarto de hora” solo, sólo con su instrumento, solo con la partitura, solo luciéndose. En ese momento la maravilla del público se confundía con el regocijo de cada músico. Se alababan entre ellos, se miraban, se sonreían, se motivaban. La canción la cerró el solo de batería, la gente rompió el protocolo, sin esperar a que se acabara la canción, el público se paró y aplaudió.

- Brutal! Bravo!

Se está acabando el show, son casi las 9:00 de la noche. El auditorio sigue expectante con la última canción, a mi juicio, la mejor de la programación. La Sala Beethoven poco a poco se iba convirtiendo en una playa, la brisa imaginaria de una mar inexistente, y el calor de una fogata inventada acompañaba la última melodía, que resultaba tan calmada, pero a la vez tan melancólicamente alegre. FIN. Como se acostumbra, le hacen la venia al público, a un público emocionado, todos nos paramos y aplaudimos sin cesar. Mientras nos acercamos para entrevistarlos, podemos ver que con cara de satisfacción cada músico organiza sus instrumentos. Mientras tanto el público se va yendo, y por allá a lo lejos, entre risas, sólo escucho:

- Qué hacemos ahora?
- Una cerveza!

2 comentarios:

  1. Jajajaja él te leyó y anhelo estar ahí, sobretodo por la invitación final!!!! Eso era un mensaje subliminal, apuesto lo que sea

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¿Y?