jueves, 2 de septiembre de 2010

Un viaje a 484 Km de ti

Había una vez una chiquita llamada Belén, como aquel pueblito que en su humildad se escogió como la cuna de la grandeza y el amor. Saulo, un cobrador de ilusiones llegó a Belén por una importante encrucijada de caminos de paso obligado para todo el que quisiera viajar entre el verso y la prosa, la poesía y la fantasía.

Aquella niña, un 25 de agosto, emprendió una vanidosa travesía que la llevó a entender que aquel cobrador de ilusiones, le había hecho pagar por adelantado el ensueño de vivir día a día y ser feliz. Así fue como aun estando a 2.650 metros más cerca de las estrellas, su brillo nunca logró percibir; queriendo disfrutar el placer de un ajiaco soñado, se enfrentó con un vacío sinsabor; buscando el elitismo capitalino, se encontró hasta con un conejo desplazado; finalmente, anhelando que las horas pasaran más rápido se fue a un centro comercial, en el que sólo sintió un inaudito e insoportable calor. Así pasó los cuatro días que duró su impetuosa aventura.

Y de esta manera comprendió por qué había contado cada segundo para volver a verlo, y recorrió turbulentamente 484 km que la llevarían a aquel lugar el último día de agosto por la noche, en el que esperaría pagar, nuevamente, sus impuestos de ilusiones.

Belén

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