Hoy decidí despojarme de todo lo mundano a ver si mi existencia dejaba de pesarme tanto. Hoy me quise regalar: desde la punta del pelo hasta la punta de los pies; desde el más inhumano de mis caprichos hasta el más sensible de mis sentimientos. Y me acordé de ti. Tú, que recogiste varias veces en cualquier cita mis días hechos pedacitos. Tú, que me cortaste en pequeños pedacitos.
Por eso hoy te regalo mi pelo y su color a las seis de la mañana. El brillo de mis ojos -cuando te miraban-. Mis uñas pintadas de rojo. Te regalo mi boca –porque a mí ya no me sirve-. Te regalo mi voz ronca de cada despertar y la curva de mi espalda. Mis suspiros, mis desvelos y mis obsesiones. Te regalo mi nombre en tu espejo, y una de mis sonrisas (la menos maniática). El vapor de una ducha muy caliente a media noche; mi sueño liviano e inconstante; lo que aprendí cada tarde. Y te regalo mis lágrimas… quizá te conmuevan!
Te me regalo. Feliz Navidad.
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¿Y?