sábado, 21 de febrero de 2015

¿Y cuándo volverá a cambiar el paradigma?


El cambio de paradigma entre la pedagogía tradicional y la pedagogía contemporánea (humanística) y los grandes aportes a la enseñanza-aprendizaje de lenguas


Ayer fui estudiante; hoy soy profesora (y ojalá algún día llegue a ser una digna investigadora de la Didáctica). Si bien me gradué del pregrado hace relativamente poco (tres años), me atrevo a decir que estudié en la época en la que todavía importaba más quién lo dijera que lo que se hubiera dicho; ese era el único argumento de autoridad válido; no se podía deducir, suponer, ensayar, ni atreverse a formular teorías, porque el estudiante no tenía el reconocimiento, la trayectoria ni las competencias para hacerlo. ¿Qué tipo de estimulación del aprendizaje era ese? No había ninguna apropiación del conocimiento mediante el descubrimiento. Y, seguramente contrario a lo que un docente espera, esa repetición de un conocimiento memorizado como verdad absoluta generó en muchos un desdén por la investigación y un adormecimiento del análisis y el razonamiento.  A mí me sucedió.

La pedagogía tradicional fue un intento de hacer las cosas bien, y así lo creyeron mientras duró; mal que bien, muchos ilustres fueron hijos pródigos de ese tipo de educación, esta entendida como la acción que se ejerce sobre un individuo o un grupo de seres humanos con el objetivo de influenciarlos o modelar su comportamiento, según Hadji: “L’action exercée sur un individu ou un groupe d’ êtres humains en vue d’ infléchir ou de modeler leur comportement” (1995: 86). Y de ellos aprendieron nuestros profesores y, a su vez, los suyos. Por su parte, la pedagogía humanista (la contemporánea) privilegia el papel del maestro como facilitador, como ayudante en la apropiación del conocimiento, y no como dictador ni como un proveedor de ideas listas para consumir. Hoy es ella la que cree estar haciendo las cosas bien.

Actualmente soy profesora de Expresión oral y escrita, y desde hace tres años me he preparado (quizás inconscientemente) para estimular el aprendizaje, más que para transmitir el conocimiento. Porque “todos sabemos algo. Todos ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre” (Paulo Freire, pedagogo, educador y filósofo brasilero), hoy invito a los estudiantes a crear la clase conmigo, a nutrir el programa académico, a cuestionarlo, es decir, a desempeñar un rol activo en el aula, un rol creativo, con base en su contexto, en sus experiencias, necesidades y falencias, porque entiendo que para aprender tiene que haber disposición y, además, que la autogestión es una herramienta que debe estar de mi lado.

Por último, con respecto a la enseñanza y al aprendizaje de lenguas (extranjeras, sobre todo), la pedagogía humanista ha sido el primer paso para renovar el quehacer que se ejerce en el aula, así como los modos de hacer. Como el estudiante (considerado ahora un ente activo) tiene la mayor parte de la responsabilidad de su formación, tiene la posibilidad (por no hablar del deber) de determinar junto con el profesor los objetivos que sean más convenientes y pertinentes de aplicar en la asignatura. Una vez definidos, el maestro-facilitador meterá en el equipaje de la enseñanza las funciones de la lengua que le parezcan más significativas, así como los métodos de construcción y transmisión de saberes y técnicas, que estarán alineados con dichos objetivos.