Mi
depresión severa parece que se ha convertido en mi carta de presentación: soy
paciente psiquiátrica desde 2012, tomo 50 mg de un recaptador selectivo de la
serotonina y desde hace casi cuatro años voy a psicoterapia particular una vez
a la semana. Como bien podrán suponer, ya me siento cansada, y – sobra decir–
que estoy cansada de estar cansada.
Tranquilos,
¡no me voy a quitar la vida! Esta no es una carta de despedida; por el
contrario, espero que sea una de bienvenida. Hace poco me hicieron un test de
eneagrama, y resulta que soy un eneatipo Cuatro; así que, por favor,
entiéndanme. Esperen, ¿no saben qué es eneagrama? O sea, #CulturaGeneral: descubrimientos
de la #PsicologíaModerna basada en la sabiduría espiritual, ¡todo un #TrendingTopic! ¿Nada? Ok, ok, les
contaré: el eneagrama es un sistema de clasificación de la personalidad, que
sirve para potenciar el conocimiento sobre uno mismo, haciéndonos conscientes
de los patrones automáticos que comandan nuestro carácter.
Hay
nueve tipos de personalidad, y según gurús como Don Richard Riso y Russ Hudson,
el mío se define por patrones que lo hacen sentirse a uno como una víctima
trágica: nadie me entiende porque soy diferente, por eso creo que nadie me quiere
y me siento sola así esté con mucha gente a mi alrededor. Soy un eneatipo Cuatro:
una ensimismada melancólica, que aunque me falta algo, no sé qué es; me encanta
–aunque me duela– perder infinidad de tiempo imaginando conversaciones que
suceden en mundos paralelos, me desmorono con excesiva facilidad y soy obsesiva
con mis sentimientos negativos.
No
suena nada bien, ¿cierto? Lo bueno es que todo eso ya lo había reconocido en mí
después de muuuuchas sesiones con el terapeuta; lo malo es que no he logrado
que el psiquiatra me dé de alta, porque sigo sin saber (o sin querer descubrir)
de dónde provienen la rabia, el rencor, el odio que me han conducido a la
depresión (según la teoría de Freud).
Como
parece que aún tengo intacto mi instinto de conservación, busqué un
especialista en psicología transpersonal para que me ayudara a hacer algo con
este dolor crónico que todos sentimos cuando estamos mal. En un ejercicio
guiado, cerré los ojos y me encontré de frente con mi ego, mi villana interior;
un desagradable ser individualista que no le gusta seguir órdenes pero tampoco
tomar el mando, que todo el tiempo está buscando un salvador que lo rescate del
abandono al que cree que todo el mundo lo somete y cuya compulsión más profunda
es la envidia… envidia de la tranquilidad y la seguridad emocional que
aparentemente sí tienen los demás.
Y
ese es el Cuatro, ese soy yo y seguramente muchas de las personas que están
leyendo esto: un Cuatro que no está sano. Sin embargo, resulta que cuando el
Cuatro está bien, es un creativo nato, sensible, expresivo, de valiosas
capacidades autoanalíticas; y, como los demás tipos, es un ser de luz que
merece liberarse de los aspectos negativos de su personalidad para conectarse
con su verdadera esencia.
Ese
Cuatro también soy yo. Por eso, sigo explorando diversas estrategias
terapéuticas para mi desarrollo personal, para saber cómo sentirme cada vez
menos rota: inteligencia emocional, que llaman; esa con la que parece que no
todos nacimos. Y siento que el eneagrama es una muy buena herramienta.