jueves, 20 de septiembre de 2018

Me gusta en cuatro



Mi depresión severa parece que se ha convertido en mi carta de presentación: soy paciente psiquiátrica desde 2012, tomo 50 mg de un recaptador selectivo de la serotonina y desde hace casi cuatro años voy a psicoterapia particular una vez a la semana. Como bien podrán suponer, ya me siento cansada, y – sobra decir– que estoy cansada de estar cansada.

Tranquilos, ¡no me voy a quitar la vida! Esta no es una carta de despedida; por el contrario, espero que sea una de bienvenida. Hace poco me hicieron un test de eneagrama, y resulta que soy un eneatipo Cuatro; así que, por favor, entiéndanme. Esperen, ¿no saben qué es eneagrama? O sea, #CulturaGeneral: descubrimientos de la #PsicologíaModerna basada en la sabiduría espiritual, ¡todo un #TrendingTopic! ¿Nada? Ok, ok, les contaré: el eneagrama es un sistema de clasificación de la personalidad, que sirve para potenciar el conocimiento sobre uno mismo, haciéndonos conscientes de los patrones automáticos que comandan nuestro carácter.

Hay nueve tipos de personalidad, y según gurús como Don Richard Riso y Russ Hudson, el mío se define por patrones que lo hacen sentirse a uno como una víctima trágica: nadie me entiende porque soy diferente, por eso creo que nadie me quiere y me siento sola así esté con mucha gente a mi alrededor. Soy un eneatipo Cuatro: una ensimismada melancólica, que aunque me falta algo, no sé qué es; me encanta –aunque me duela– perder infinidad de tiempo imaginando conversaciones que suceden en mundos paralelos, me desmorono con excesiva facilidad y soy obsesiva con mis sentimientos negativos.

No suena nada bien, ¿cierto? Lo bueno es que todo eso ya lo había reconocido en mí después de muuuuchas sesiones con el terapeuta; lo malo es que no he logrado que el psiquiatra me dé de alta, porque sigo sin saber (o sin querer descubrir) de dónde provienen la rabia, el rencor, el odio que me han conducido a la depresión (según la teoría de Freud).

Como parece que aún tengo intacto mi instinto de conservación, busqué un especialista en psicología transpersonal para que me ayudara a hacer algo con este dolor crónico que todos sentimos cuando estamos mal. En un ejercicio guiado, cerré los ojos y me encontré de frente con mi ego, mi villana interior; un desagradable ser individualista que no le gusta seguir órdenes pero tampoco tomar el mando, que todo el tiempo está buscando un salvador que lo rescate del abandono al que cree que todo el mundo lo somete y cuya compulsión más profunda es la envidia… envidia de la tranquilidad y la seguridad emocional que aparentemente sí tienen los demás.

Y ese es el Cuatro, ese soy yo y seguramente muchas de las personas que están leyendo esto: un Cuatro que no está sano. Sin embargo, resulta que cuando el Cuatro está bien, es un creativo nato, sensible, expresivo, de valiosas capacidades autoanalíticas; y, como los demás tipos, es un ser de luz que merece liberarse de los aspectos negativos de su personalidad para conectarse con su verdadera esencia.

Ese Cuatro también soy yo. Por eso, sigo explorando diversas estrategias terapéuticas para mi desarrollo personal, para saber cómo sentirme cada vez menos rota: inteligencia emocional, que llaman; esa con la que parece que no todos nacimos. Y siento que el eneagrama es una muy buena herramienta.