Invierno. El problema no es sólo de La Niña.
Por María Clara Navia
Son las diez de la mañana, está lloviznando, y el Valle del Cauca sigue inundado. Por estas épocas navideñas muchos van a pagar promesas o hacer peticiones a la Basílica del Señor de los Milagros de Buga.
En el terminal las filas son eternas, pero esta vez no todos irían de paseo a Buga. Muchos, como Pedro Figueroa, se quedarían en el camino, irían a sus casas que estarían –literal– con el agua hasta al cuello.
Pedro es un hombre de 50 años, un colombiano más de un corregimiento del Valle del Cauca, que buscando un mejor porvenir, se hizo maestro de obra en la llamada Sucursal del Cielo.
A la derecha los rayos de un furioso sol de invierno al medio día se reflejaban en el casi desbordado río Cauca. A la izquierda, en el rostro de la mayoría fácilmente se podían ver las consecuencias del invierno en Colombia: una inmensa tristeza, y un sentimiento de impotencia. El bus pasaba por Mediacanoa, por un lado el piadoso Río sólo había dejado al descubierto las copas de los árboles, y por el otro la mitad de las casas.
La historia dice que ha sido el peor invierno de los últimos 100 años, como lo afirma Alejandro Delima, ex director del Dagma y de la CVC. Según la Oficina de Atención y Prevención de Desastres Local, en 28 de los 32 departamentos, hasta la fecha las fuertes lluvias han dejado 229 muertos y más de un millón 700 mil afectados, y los alimentos han aumentado en un 0,25%.
Según Francisco José Lourido, gobernador del Valle del Cauca, el departamento necesita al menos $250 mil millones de pesos para contrarrestar la catástrofe causada por el fenómeno de la niña.
Aunque aún no hay un informe oficial en el Valle, se calcula que alrededor de 10.000 hectáreas de cultivos de caña, papaya, maracuyá, uva, pimentón, maíz y otras frutas, han sido afectadas por las inundaciones, sin contar los estragos morales a los cuales no puede dársele ningún precio. Pedro Figueroa llegará a su casa y encontrará a su mujer, a sus hijos y a sus vecinos con los colchones en los hombros y el agua hasta las rodillas.
Atenuando la solución
El pasado martes, el Gobierno Nacional declaró en el país la Emergencia Económica, Social y Ecológica, y la Situación de Desastre, y dijo que se tomarán medidas a corto, mediano y largo plazo trabajando en tres fases.
“La primera se dedicará a la atención humanitaria, es decir, a salvar vidas y a dar albergue y comida a las cerca de 330 mil familias que hoy los requieren. La segunda será una fase de rehabilitación para reparar las vías, escuelas, redes eléctricas y demás obras de infraestructura que puedan recuperarse”.
Y “La tercera fase será la de reconstrucción, que implica levantar de nuevo todo aquello que esté destruido o inservible”, enunció el Mandatario colombiano.
Sin embargo, para muchos ambientalistas, como Silvio Barberena, director de Corpocerros, está claro que ya que los fenómenos no son naturales sino antrópicos, y que la solución está más allá del Estado de Excepción declarado por el Presidente.
Para José María Borrero, abogado especializado en Derecho Ambiental, no sólo es responsabilidad del Gobierno y sus diferentes entes adoptar estrategias para mitigar los efectos de la ola invernal, “no es esperar al Gobierno salvador si el milagro lo podemos hacer los ciudadanos”.
Se trata, según Borrero y Barberena, de promover una conciencia sobre la sobrexplotación de la tierra; para proteger las zonas forestales, las riberas de los ríos, los humedales, para que así no haya inundaciones; y para crear un proyecto de movilidad sostenible.
Y en esa medida, Delima agrega que hay que reformular el Plan de Desarrollo para que atienda las necesidades en largos períodos de lluvias o sequías, y concluye que las ciudades tienen que repensarse “en términos ecológicos y no en términos de clientelismo electorero”.
Para Jorge Garcés Borrero, director del programa radial de opinión La Llave, el discurso ambiental debe convertirse en un ejercicio pedagógico porque, agrega, “las donaciones, los decretos, los Estados de Excepción y las tributaciones alivian la crisis humanitaria pero no le hace ni cosquillas al cambio climático global”.
Y los billones no alcanzan
En La XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se celebró en Cancún del 29 de noviembre hasta el 10 de diciembre, su secretaria, Christiana Figueres, manifestó que está profundamente preocupada porque nuestros esfuerzos hasta ahora han sido insuficientes.
Y exclamó que "las inundaciones que devastaron a Pakistán, Venezuela y Colombia son un llamado a despertarnos. Los fuegos que azotaron a Rusia son un llamado, y el verano más caliente en la historia de Japón y China. Habrá impactos peores y ningún país podrá salvarse".
En Colombia, hasta la fecha se han invertido más de $500.000 millones para atender la emergencia invernal. No obstante el Ministerio de Hacienda aclaró que el monto no ha sido suficiente, y que podría superar los $2 billones de pesos.
Ya van más de 40 días y 40 noches -los del Diluvio Universal- esta vez la furia de Dios parece que nos está dando las últimas advertencias, a nosotros los humanos que quisimos echar el mundo por la ventana sin medir las consecuencias.