sábado, 23 de junio de 2012

Furtivos fragmentos de un discurso desesperado XVII: "Quisiera que el presidente Santos me dedicara esto".

Y si me suicido, ¿qué?

Hoy escribo en la trinchera de la defensa al efecto avasallador de la figura de un TLC, porque gracias a sus efectos, ahora que soy periodista, las fuentes oficiales no hacen sino mandarme información –sin aranceles–, y los descendientes de los mayas han estado contactándome y convenciéndome de que el final está muy cerca.

Por lo tanto, como ahora me las pico de “reporterochismosa” y es factible que me convierta en mártir y quiera morir de dolor tras luchar por EL PUEBLO –”¡Ay, sí! ¡Ay, sí! Antes era de extrema derecha y ahora defiendo las causas liberales”–, me entraron unas ganas existenciales de hacer un balance de mis últimos días. Tema muy de moda por estos días que está de moda renunciar. Hacer un balance.

¿Para qué? Así sea para que quede en sus memorias o en las mías… o para que lo puedan exportar y así beneficiar –por voluntad en mi testamento– a los pequeños empresarios que por pendejos estarán en la quiebra por la figura del TLC. Primero que todo, entonces, empezaré por mis últimos logros que más me enorgullecen, como por ejemplo la vez que compré votos con sonrisas cuando estuve de voluntaria intermitente en una campaña política.

Para mí es motivo de hacer alarde que como buena periodista (o como periodista que está buena) en los últimos meses varias veces me haya sentido como en el Titanic: no propiamente como cuando mi casa se inundó, sino tipo “este barco no lo hunde ni Dios”, y lo hundió. Tal fue el caso del último concurso de literatura en que participé.

¿Cómo llegué al Concurso? Ya se imaginarán. ¿Cuánto preparé mis textos? Ya se imaginarán también. ¿Y qué me gané? Una mención especial. Sí, aquel reconocimiento que no es ni un primero ni un segundo ni un tercer puesto. ¿Qué creía que iba a ganar? ¿Hace falta decirlo? ¿Por qué pudo haber sido? No sé, pero si sobrevivo a este posible suicidio, para la próxima versión del concurso me cambiaré el seudónimo por algo que llame más la atención: algo como “Mis Tetas”, “La moza de Jesucristo”.

Por otro lado –logro que no puedo dejar de lado–, mi grado fue un saludo a la bandera de educar por competencias, bandera que cargué encabezando el desfile de grado, por sapa, por buena alumna, por lúcida (y por lucida). Ese día, mi bancada (es decir, mi familia que estaba en las bancas) fue testigo de la creación de una egresada de bien, de una nueva periodista humilde, de una correctora de estilo modesta, que reconocía sus errores pese a nunca haber contado con la inteligencia del otro, ¿o acaso alguien más en plena ceremonia no soportó tanto peso en la consciencia y le dirigió unas palabras al rector? “Rector, soy futura egresada de Comunicación Social – Periodismo, y quiero ofrecerle excusas porque durante los seis años que estuve en la U corté dos flores de sus hermosos jardines para beneficio personal, para dárselas a mis novios que no tenían ni idea de que eran mis novios”.

¡Eso! Tal cual están ahora me los imagino a ustedes en mi velorio: rajando de mí… e indagando, además de especulando, sobre los grandes enigmas de La Pava, los mismos que yo nunca pude responderme ni siquiera siendo reporterochismosa. Por ejemplo, ¿por qué la gente siempre pensó que yo era flaca, cuando yo me veía gorda? Y peor: ¡¿por qué mis amigas, que eran más flacas que yo, decían que yo no estaba gorda pero ellas sí?! ¡¿Por qué las novias de mis amigos me detestaban si yo nunca quise quitárselos?! ¡¿Por qué muchos creyeron que yo era una vieja interesante si siempre pensé como escribí, y claramente a los que me insultaron aquí cada quince días les consta que escribí bobadas?!

¿Por qué si creía que lo único que me hubiera salvado de un suicidio era tener un bebé, para sentirme obligada a luchar por otra vida, no me hice embarazar? ¿Por qué la gente creía ciegamente que yo tenía una capacidad de liderazgo pura… y esa misma gente no hacía caso nunca a lo que yo decía? NPI. La verdad es que como con nada de lo anterior, tampoco tuve la respuesta a por qué muchos de los manes que me cayeron creyeron que yo era rockera, punketa o, en su defecto, alterna, si yo siempre fui lo más fresa y musicalmente más común de las viejas.

En fin. Quizás no me suicide, o quizás sí, y si lo hago no creo que EL PUEBLO –ni el pueblo– tenga mucho que ver. Además, no lo haría simplemente por no quitarles la diversión de insultarme… aunque yo les importe menos, aparentemente, que los efectos de la figura de un TLC.

http://www.kienyke.com/kien-bloguea/y-si-me-suicido-que/