sábado, 22 de octubre de 2016
lunes, 3 de octubre de 2016
¡Pa' mí que esto ya estaba en el libreto!
− ¿Vos creés que haya manera de blindar los acuerdos: un
mandato nacional en nombre de la seguridad del Estado? ¿No será que podemos
entrar en Estado de Excepción?−, propuse.
− Los actuales acuerdos fueron
negados en una votación popular. Esto obliga legalmente al presidente a no
seguir con lo pactado−, me respondieron.
− Yo pienso que un país juega a la
democracia cuando su población es letrada, preparada con consciencia crítica,
no levantada con hambre ni con falta de oxígeno en el cerebro y menos criada
con vocación de pereza o de indiferencia. ¡Porque esos vacíos de los bobos los
llenan los vivos! Así, hacer elecciones es botar la plata; plata que también
sale de los impuestos que no dejan de subir, ¡pero por esa sí no lloramos!−,
concluí.
El domingo 2 de octubre, a las siete de la noche, cuando Santos se pronunció y dijo que él era el
presidente de los colombianos que estaban por el sí y de aquellos que
festejaban el no, no voy a negar que me imaginé que iba a declarar vigente la
supuesta dictadura comunista-ateo-homosexual que iba a regir en Colombia a partir del 3 de octubre, cónchale. De hecho, lo estaba esperando; lo
deseaba (a Santos no, aclaro). ¡Que hiciera respetar mi sí! ¿O es que mis
impuestos no valen? ¿Esos impulsos soberanos no los avala el contrato social de
Rousseau? Ahí disculparán mi ignorancia.
Lo
confieso: desde "Antanas presidente" no sentía tantas emociones
juntas ni tantas ilusiones repartidas. El domingo, como muchos de ustedes, me
levanté con la esperanza de que a partir de ese día se empezara por fin a
escribir un nuevo capítulo de la historia nacional; de hecho, ¡llevo ya tanto
tiempo imaginándome las nuevas ediciones de los libros de historia colombiana!
Con
cada boletín de la Registraduría, con los comentarios de los analistas
políticos y su imposibilidad de hacer proyecciones favorables y con todas las
imágenes del conteo en voz alta que hacían en las diferentes ciudades, algo muy
dentro de mí se iba transformando: quizás moría una ilusión o quizás renacía
una esperanza. Sobra decir, por ende, que me sorprendió que nos ganara el no;
tanto como la renuncia momentánea de De la Calle, el nuevo amor platónico de
las señoras colombianas y de una que otra sardina letrada.
¿Sienten
que pertenecen a la lista de los perdedores? Pues yo creo que no hemos perdido:
todo suma, todo cuenta, y más si seguimos soñando. Estos cuatro años de
negociaciones se fueron a la basura del reciclaje. ¡Tenemos tiempo de ir a
tatuarnos la paloma de la paz, como Tutina de Santos y María Antonia Santos!
Dense cuenta que de estar polarizado, el país va a pasar a un consenso
nacional. La validez jurídica y política de los acuerdos serán la consecuencia
de un inconsciente meme colectivo en el que el sí y el no se abrazan y el
Centro Democrático ayuda a salvar la patria.
¡Pa'
mí que esto ya estaba en el libreto! Incluida la lesión de James.
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