Fueron seis años en los que alcancé a ir un millón de veces a Ecuador a reflexionar seis meses, nunca tuve el novio periquero que siempre le pedí a la Divina Providencia (es decir, que tuviera pájaros periquitos) y tampoco supe cómo ni por qué mis amigos me creyeron todos los cuentos que alguna vez dije ni de qué manera ganaron los exámenes cuyas sesiones de estudio me ponían a dirigir, mientras yo pasaba todas las páginas diciendo: "Eso no lo van a preguntar".
Seis años después…
Gracias a Dios, que me hizo muy loca, y a quienes creyeron que soy excelente estudiante, persona, amiga y compañera… y se sentaron a mi lado (o frente a mí) años enteros a reírse conmigo durante horas seguidas. Pero, sobre todo, gracias a los que me dieron el privilegio de ir a la universidad, momento único e inolvidable como todas las fiestas con nombres extraños que en seis años hice.
María Clara
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