domingo, 8 de mayo de 2011

La culpa es de las tetas

Post en Kien & Ke
"La culpa la tienen las tetas"
http://www.kienyke.com/komunidad/2011/05/05/%C2%A1la-culpa-es-de-las-tetas/

Hace ocho días mostré las tetas (sí, también en este blog) y en menos de un día tenía una cantidad absurda de “like”; volví con mi exnovio, con mi exmozo y con mi examante; miles me llamaron y otros querían que fuera su cenicienta de saldo y esquina; los profesores de Investigación les recomendaron a sus alumnos visitar mi post (con examen de comprobación de lectura incluido); y hasta el Rector de mi U me llamó (para presentarme a su hijo) para ofrecerme el título de pregrado a cambio de nada, no tesis, no más práctica profesional, no materias de maestría, nada.

Me mandaron rosas, astromelias, orquídeas, bonsáis, chocolates, bombones, galletas, invitaciones a Aruba (¿o a Cuba?). El Consejo de Facultad de mi Facultad suspendió la sesión de fin de mes por ver la foto, la Asamblea General de la Universidad no votó los estatutos… y, bueno, hasta mi casa llegaron miles de cosas más osadas.

Empezaba la carrera ya no por volverme famosa, sino por demostrar que estoy tan buena por dentro como por fuera, como dice aquél. Entonces, cual obsesa desubicada, empecé a leer libros bien random como Cuba, el vecino socialista; El manifiesto comunista; La historia me absolverá; El regreso del Che; El siglo de las luces, y así, para después salir corriendo desnuda por toda la Avenida Colombia gritando cosas –bien random también– como opresión, desgreño administrativo, robo descarado, burocracia escandalosa. Y escribir en las paredes de los edificios “Capital, imperio, Iglesia”, mientras me creía una víctima de algún mayordomo de intereses foráneos.

De repente, sentí que estaba jarta y aburrida de los casinos, el vicio y la corrupción, y buscaba cómo volverme sana, protestante y beligerante… quería buscar “hombres jóvenes, cargados de nombres sonoros, barbas y heridas” (como me lo sopló Ramiro Andrade); ya no quería hacer más parte de la masa, tampoco ser su musa ni su moza –aclaro, no la de Ramiro–, porque cuando era su musa aún no era su moza, ¡y cuando pasé a ser su moza dejé de ser su musa!

El caso es que tuve que mostrar las tetas para concluir varias cosas. Entre ellas que la democracia es una patraña, una falacia y que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Y eso sí, entendí de qué hay que hablar para ser leído (aunque no me consta que quienes le hayan dado like al post lo hayan leído). Dentro de ocho días seguiré bajando.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Nos pasa por elegantes (Lucas Arnau)



"La noche se va acabando y no encuentro las palabras, yo sé que me estas mirando y yo sigo aquí callado. No es por que no me gustes, si me gustas demasiado. Tal vez ese es el problema, que me tienes asustado. Y no quiero irme asi mi casa así otra vez..." 

domingo, 1 de mayo de 2011

Así como cuando uno muestra las tetas, ¡así!

Post en Kien&Ke: "El placer de mostrar más"

Pendeja cualquiera que se respete quiere salir desnuda en Soho, le paguen o no. Y, como lo he dicho anteriormente, no creo que yo sea la única cualquiera (¡y tampoco la única pendeja!).
¿Quién como yo no admira a Alejandra Azcárate sólo por haber blasfemado la última cena en dicha revista, y, peor aún, con las tetas al aire? Pues hoyme declaro su fan número uno, única y exclusivamente por eso, aclaro. Ya no soy la misma de cuando era pequeña y tonta, cuando también quise trabajar en La Mega en la época en la que pensaba que Alexandra Mariño y Alejandra Azcárate eran lo mejor que había en la Radio. Sí, el dial nunca lo moví de 92.5. Esa Alejandra me parecía tan pertinente, tan astuta. tan buena. Pero poco a poco (mucho tiempo después, eso sí) descubrí que callada se veía más bonita. ¿Bonita? Y aun así salió desnuda en la Soho. Y les confieso que para mí eso es suficiente para que la siga considerando mi ídolo.

Como hoy en día quien no está en Twitter no existe y no tiene el placer de chismosear más, ni Soho ni mi futuro mozo (su Director) podían quedarse atrás. Me encontré con un tweet que invitaba a pendejas cualquieras, como yo, a aportarle a la campaña que pretendía reivindicar las olvidadas y remplazadas tetas naturales. No era sino mandar una foto de las protagonistas a tal e-mail. Y como yo tengo delirio de exhibicionista...

Exhibicionista que se quiera hacer respetar debe tener una foto mostrando las tetas. Así es. Una no, miles. Aquí, allá, cuerda, chiflada y en fin, pero generalmente sobria, en todo caso. Adjuntar archivo, enviar. Dos pasos tan sencillos para convertirse, de repente, en una persona "reputada". ¿O querré decir re puta?

La foto les gustó. Su respuesta decía que aunque estaba buena (la foto), el plano debía contener mi cara y que, además, tenía que hacer un video híper casero en el que argumentara mi defensa a las tetas originales, naturales, reales...

Parecía que era un caso de desespero: ¡quería mostrar mis tetas! Así que terminé diciendo una amalgama de barbaridades en las que espero realmente creer. Primero, grité (cual Noemí en debate presidencial) que me parecía que lo natural siempre iba a resultar más sexy, y que la cosa era cuestión de actitud. Luego aclaré que, generalmente, las que defendemos las tetas naturales es porque no tenemos muchas así que no será tan grave cuando se nos caigan (efecto directamente proporcional edad-gravedad). Queda claro que empecé hablando por las mías, entonces. Dije que no estorbaban, que eran juiciosas, que se veían bonitas quietas o en movimiento (por ahí me adularon), que eran muy suavecitas (o sea, mucho más) y, finalmente, que igual divertían (y que lo diga él). El punto es que quedó claro que las prefiero naturales... Y que, entre otras cosas, para lo que verdaderamente sirven no necesitan silicona.

Nunca supe qué pasó con eso, la verdad. No sé si la foto no tenía la resolución que era, si el video era muy pesado (y no por mis tetas) o si se les cayó el plan. Eso sí, pese a que tomo mis clases de etiqueta con Lily Mosquera de Jensen (quien espero que nunca se entere de que no sólo me subí la bata, sino que me quité la blusa, literalmente), no me voy a quedar sin el placer de mostrar más....


sábado, 16 de abril de 2011

La última vez que fui estúpida

"I'm having a daydream, we're getting somewhere
I'm kissing your lips and running fingers through your hair
I'm as nervous as you 'bout making it right
Though we know we were wrong, we can't give up the fight"

Acertó quien “El Templo del Morbo” le puso a este bar


Kien&Ke

Nota preliminar: Lectores, preparen sus sentidos, los cinco o los seis, los que tengan, para que no se confundan al leerlo, como aparentemente me confundí al escribirlo. A todos: Santé! A ella: ¡Salud Hernández!

Hacía dos meses y una semana no bebía el elixir de tu juventud. Me sentí tentada. Empecé a imaginarte, a recordarte, a anhelarte, a escucharte. En mi delirio me pediste que contara la historia sin nombrar. “Procura seducirme más despacio –te repliqué inmediatamente–. La noche es larga, y sabes que nuestro olvido es eterno”. Pero me insististe; querías que hablara de la historia sin nombrar.

Podría empezar diciendo, entonces, que tengo casi doce semanas de embarazo, cosa que nadie sabía hasta ahora. También podría confesar que van a ser once sábados que no hago el amor (espero que mis papás no lean esto o le atribuirían causas erróneas a mi locura reciente), o atestiguar que “hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado, los labios del pecado”,  según Sabina. Pero nada de eso es innombrable. Innombrable es la historia; innombrables son esas sonrisas, aquel brillo en mis ojos y mis palabras sin sentido; innombrables son nuestras vidas cuando estuvieron entrelazadas. Lectores, innombrable es él, su linaje, la cosecha de su nombre, su compleja existencia, sus libertinas musas.

Me rogaste que siguiera, que hiciera el último esfuerzo. Sin embargo, ahora iba a ti medio desnuda como Raquel en aquel burdel. Dubitativa: si me acercaba mucho y decidía contemplarte con la ternura de mis gestos corría el riesgo de acabar con lo que no había comenzado, subiría mucho tu temperatura y ya no tendrías la misma simpatía. A ti había que tomarte de lejos, de un extremo, para conservar tu helor mientras se alimentaba mi ardor.

Pero me interrumpiste. Tú querías que yo hablara, y yo no quería hablar contigo, como siempre. Así que en la misma ausencia de dirección que tiene un delirio, me acerqué a ti deseando que tus alicoradas metáforas recorrieran la línea media que divide mi cuerpo entre lo visible y lo invisible, y que me hicieran arquear de placer hasta que tuviera que suplicarte que embriagaras todos mis recuerdos, que me impregnaras tus aromas frutales, y que me dejaras hacer parte de tu sabor, perfecto equilibrio entre tu acidez y la dulzura de tu otro yo.

Así te quería, así te había querido siempre, sin añejarte, inmutable, indiferente, frío por dentro así tus vestiduras destilaran provocadoras invitaciones y me incitaran a cogerte entre  mis manos, inapropiadamente, y a tomarte de una vez por todas. Ahí estaba, lectores, tan ligero, tan fresco, tan joven, tan transparente que casi podía tocar su alma dorada que brillaba y me reclamaba beberlo hasta el final, una vez más, y una vez más… hasta que confundiera la poesía con la prosa, y en un enajenamiento de múltiples colores Baco me abrazara apasionadamente con la ramas de la vid y, por fin, volviéramos a ser uno hasta el frenesí dionisíaco. Él y yo. Tú y yo. Una mentira que valía la pena. Él tenía mi corazón y yo ahora tendría su reserva.

A ustedes, esta es la historia que llega donde no quería que llegara esta vez. A ti, me dices que de todos me enamoro, que por todos lloro, pero también sabes que –muy Sabina– “me envenenan los besos que voy dando, y [que] cuando duermo sin ti contigo sueño”; sabes que en asfixia y ya sin dueño a ti siempre vuelvo. Te obstinas. Dices que soy de aquellas que van de copa en copa, de boca en boca. Lo pienso, pero no hablo: “Si eso es lo que crees, preséntame a tus amigos, quizás en ellos sí encuentre algún shot de júbilo inmortal”.

No valía la pena indignarme. ¿Ya para qué? Me tenías en tus manos. Es una exquisita imperfección haberte conocido, ni tan arrepentida ni encantada. Ahora tu dulce suavidad emborrachaba mis pensamientos y se apoderaba de mis palabras… sólo quería pedirte que fueras eterno, pero inmortalizado en mi memoria como la estela de una historia sin nombrar.

Lectores, “en la mesa [mil] copas de vino, y a la noche se le fue la mano…”

Cásate conmigo!


Antes de las elecciones presidenciales 2010-2014 (2014 hasta ahora, no se sabe si después sea 2010-1018) dije que si Santos quedaba electo me iba del país porque jamás en la vida iba a ser periodista de oposición. ¡¡Pinche pendeja, porque ahora ni le hago oposición a Santos ni soy periodista!! Pero si hiciera en realidad todo lo que digo, seguramente estaría en el Ecuador y no precisamente de vocera del Palacio de Carondelet. Habría cumplido mi sueño de irme a reflexionar seis meses o de ser rebelde de verdad.

Entonces, me preocupa sobre manera todo lo que he dicho en cientos de mails que no ha sido cierto y ustedes me han creído; y con mayor razón, lo que sí ha sido cierto y ustedes ni se han inmutado. A ver, por ejemplo, en cada uno de los escritos hay algo que pareciera que añorara más que nada, y es lo único que no cambia mail tras mail –porque está claro que cada semana quiero tener una profesión diferente, un oficio distinto, hoy soy conservadora y mañana, comunista, y así–; lo único. ¿Ustedes sí sabrán qué es? ¿O será por eso que no he podido conseguirlo?

Por lo anterior, me intriga saber si piensan que de verdad quiero ser famosa; tener la Green Card; que mis hijos sean de diferentes papás; ser millonaria y no hacer nada para ello; ser funcionaria del gobierno; andar con siete camionetas de guardaespaldas; exterminar la pobreza y la desigualdad (en el sentido literal de exterminar). Si en serio piensan que estoy embarazada; que lloro todos los días así sea alérgica a las lágrimas; que me visto como un gamín cuando no quiero saber del mundo; que una vez (hace muy poco, de hecho) encerré a una profesora en un torreón y la amenacé con una cacerola por coquetearle a uno de mis amores; que toda la vida he soñado con hacer tubo dance y con ser bailarina de cabaret (play, eso sí); que quiero hacerme una cirugía sea cual sea; que a clase me da pena llegar maquillada porque de pronto el profesor se da cuenta de que mi inteligencia es aparente; o que preferí ser periodista económica que puta cara. ¿En realidad piensan que eso es tan verdadero o tan falso como yo?

Me pregunto si alguna vez me creyeron que tuve un romance con un profesor, que muchos otros quisieron conmigo (hasta pestañas me robaron) y que algunos simplemente me dijeron que mi problema era el peinado (¿cuál, si nunca me peino?); que fui Miss Autónoma como mil veces seguidas y que una vez me tocó dar un discurso en inglés (cuando ni español sabía hablar); que mis intervenciones en clase se limitaron a sabotear el discurso del profesor; que creí que mi amor por Kovac, Carter y Sebastián Vallejo era en la vida real; que me gusta(ba) Andrés Pastrana de verdad; que por lo general soy atracacunas; que tuve una época en la que “quería” ser vampiro y mi odontóloga me afiló los colmillos; que pensaba que La Haya quedaba en Centroamérica y que siempre confundí Paraguay con Yugoslavia; que yo estuve abajo, y aquél, arriba; que me desquicia que me digan “María Claudia”… ¿Alguna vez me creyeron que por astigmática me enyesaron un tobillo; que estuve en rehabilitación por drogadicción y alcoholismo; o que soy coleccionadora de juguetes sexuales?

Tampoco sé si tengan claro a qué me refiero con irme al Ecuador a reflexionar seis meses, la verdadera razón de mi admiración por Claudia Gurisatti, o cuándo chupo dedo. ¡Qué distorcionada! O distorsionadora, mejor dicho.

Podríamos resolver dicho conflicto existencial con un test, ¿quién quiere arriesgarse a decir que sabe toda la verdad sobre mí (incluido color preferido, cuántos dientes tengo, al menos dos obsesiones, filiación política y religiosa, sex-appeal, …)? Pero ni siquiera sé si me crean que no sé si piensen que es fábula todo lo que he dicho sobre mí que es verdad, o que es verdad lo que sí es cuento. Por cierto, me acabo de acordar que cierta vez vendí besos a mil pesos.

El caso, los dejo con los links de mis, mis, mis… [no sé cómo decirles] en Kien&Ke. Quienes no sepan, o no me crean, estoy en la sección Kien Bloguea de la revista virtual Kien&Ke (www.kienyke.com).

P.S.: Es una niña, se va a llamar Abigaíl.