jueves, 31 de marzo de 2011

Irene, tú y tu otro tú que se pongan de acuerdo.

TERCER POST EN KIEN&KE
http://www.kienyke.com/komunidad/2011/03/31/irene-tu-y-tu-otro-tu-que-se-pongan-de-acuerdo/

Hace cien años de soledad, en la casa de los Buendía, Fernanda del Carpio se escribía con unos médicos invisibles, ¡y nadie hizo un escándalo por eso! Pero esta semana en mi casa todo el mundo casi se muere porque últimamente me había obsesionado con la existencia de un mundo invisible (seguramente donde vivían los médicos de Fernanda). Y más que por eso, porque lo estaba visitando mucho. Allí yo me llamaba Irene, aprendía Arquitectura en el día y él me mostraba la sabiduría del amor durante la noche. Pero la verdad es que no todo era tan invisible, sólo la Irene que estudiaba Arquitectura.

Me llevaron donde un psiquiatra, como es lógico ante esos casos en una cultura que condena los actos de fe, menos la religión. Y ahí me hicieron hablar y me obligaron a darle sentido a una chiflada realidad –ésta, no la invisible.

Empecé en mi primera clase de arquitectura, en la que había aprendido algo evidentemente complejo, pero supremamente extrapolable, cierto y útil: “a mirar la arquitectura desde la arquitectura misma”. De repente, tuve un flashback de cuando yo era nómada y caí en la cuenta de que todo comenzó cuando se hincó la piedra. Sencillo: se rompió con la homogeneidad del espacio, y así nació una herramienta que servía para la orientación.

Sin embargo, no sé dónde me encontraba en ese entonces que no aprendí a saber dónde estoy y para dónde voy (y menos por dónde)… ¡ni a punta de piedras. Es por eso –me imagino– que ninguna de esas noches supe si debía decirle “vente” o “vete”, o quizás “vente” y luego “vete”, o mejor “vete” y… no vengas (ni te vengas) nunca más.

Pero es que no se sabía quién estaba más confundido, si yo –como Irene–, tú o tu otro tú; si el que quería venirse o el que quería vengarse; el que me quiere pero no con él o el que me quiere con él pero sin él. Grité: ¡¡Irene, tú y tu otro tú que se pongan de acuerdo!! ¡Pero conmigo no cuenten!

El diagnóstico fue básico:
- Señorita –ex señorita, lo corregí–, usted se ha vuelto alérgica al…
- ¿Látex? –lo interrumpí un poco ansiosa. Conozco varios casos de alucinación ‘postlátex’.
- …al amor –me aterrizó.

Sí señor, me había vuelto alérgica al amor porque su corazón es alérgico a mí. Pero según el psiquiatra, la cura era sencilla y más efectiva que las terapias psicológicas, la valeriana y los psicofármacos: “Busque al que los presentó para que los despresente”. Así que ya saben, si tienen el síndrome Irene, tú y tu otro tú, no pierdan su tiempo en terapias, lo más seguro es que sea una alergia similar a algún sentimiento parecido. Pero si lo prefieren, pueden hablar con Fernanda del Carpio para que los contacte con sus médicos invisibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Y?