viernes, 8 de abril de 2011

Es tan corto el amor y es tan largo el olvido

Se rumoraba que Venezuela nos iba a invadir. Sin embargo, no sabía por qué si Chávez seguía siendo el “nuevo mejor amigo” de Santos. El caso es que una noche,  no propiamente de música de alas sino de esas en las que uno está reunido con los amigos, unos misteriosos bombardeos –bastante cerca, por cierto– nos dejaron mudos. La verdad, en ese momento lo primero que pensé era que la guerrilla se había tomado la cuidad (cosa improbable –entre comillas– porque dudo que puedan tomarse ASÍ alguna “gran cuidad”). Inmediatamente daban la noticia: sí señores, Venezuela nos había invadido.
  
“Estados Unidos, ¿por qué nos has abandonado?”

Me acuerdo que eso fue lo único que dije en todo el sueño (or should I say pesadilla?). También me acuerdo que no es que  me importara mucho en realidad lo que estaba pasando, porque en caso de una guerra uno siempre está convencido de que los obuses jamás caerán en los techos de alguna casa conocida y que las trincheras no estarán en el parque del barrio. En cambio, una de los del grupo –de amigos– sí estaba bastante preocupada, y hasta verdad sería porque era una de los pocos revolucionarios pacíficos de su universidad. Decía que lo que más le dolía eran los niños, pequeños aún como su primita y como la mía, porque al fin y al cabo ella –como muchos, me imagino– ya tenía su conciencia y su ideología.

Yo no entendía nada de lo que decía mi amiga ni me imaginaba eso qué tenía que ver, pero le creía. ¿Sería que los obuses tendrían incorporado (cual chip en aquellas botas) un identificador de conciencias y les caería en la cabeza a los niños? ¿A Chávez tampoco le gustan los niños o qué? ¿Porque aún son propiedad privada de sus papás? No sé.

Ahí tengo un blanco. Ya saben, la mente suele bloquear recuerdos a manera de protección. La siguiente escena era en mi cuarto (el anterior. Los que conocen mi casa: el que se comunica con el de mis papás. El que dejé de usar cuando ya no era chiquita, sí, cuando tenía como 19). Había dos camas, mi mamá estaba acostada en una y yo en la otra… y, ¡trin!, entró Chávez. ¡¡¡Entró Chávez!!! Chávez en mi cuarto, Chávez después de haber invadido Colombia. Los mayas no tenían razón, ¡ese era el fin del mundo! Me preguntó algo sobre una compra, unos imperialistas y un porcentaje, creo. Pero, uno: no sabía de qué me hablaba; dos: qué le iba a andar contestando a semejante patán invasor; y tres: aún estaba acostumbrada a comprar lo que se me diera la gana, y no a escuchar “¡exprópiese!”. Como no le contesté, le preguntó a mi mamá. Creo que ahí era el fin del mundo. Sonó el despertador: 5:30 a.m., hora de ir a trabajar.

Desde la última vez que dije que jamás me había confundido tanto, jamás me había confundido tanto. Y desde que soñé que corría entre campos de trigo cogida de la mano con Andrés Pastrana, no había vuelto a soñar cosas tan políticas. Pero tengo mis argucias. En el trabajo me cambian el nombre; bueno, en teoría no, pero me dicen “Clara”. ¡¡¡¡A ver, yo no me llamo así!!!! Y eso que poco a poco lo han ido transformando, hoy iban en “Clarita”. Parece que ignoran que en la vida real creo llamarme María Clara. Entonces, me imagino que desconocen por completo –y no los juzgo– que en mi familia me dicen “Nena”; que mi mamá me dice “mi Chiquita” (y que mi hermano la parodia); que mi papá, uno de mis primos y una amiga mexicana me dicen “MarÍa” –con tilde –; que la autora de Yo también me quiero depilar me dice “Lacra” (“Maria Lacra” me dice la mamá de una amiga del colegio); y que el RESTO del mundo me dice “Macla” a secas (o alguna de sus tiernas derivaciones: Macli, Maclis, Maclita, incluso Navi y Oscu) y unos cuantos aún me dicen “Maria” –sin tilde–. ¡¡“Clara” no me dice NADIE!! Si quieren, Chiara o Princesa Chiara, pero ¡¿por qué CLARA?! Por lo tanto, ya no sé quién soy, a qué época pertenezco, qué ideología tengo, si soy imperialista furibista antichavista o si soy de aquéllos. En esta medida, no se me hace extraño soñar este tipo de cosas.

Me iré a dormir. Esta vez, espero encontrarme con López Michelsen en mis sueños.
 
P.S.: Quiero hacerlos partícipes de mi nueva conquista… a unos más especialmente que a otros (y cada cual sabrá los motivos). Cada viernes (o jueves) me podrán encontrar en la nueva sección Kien Bloguea (pestaña de la extrema derecha) de la revista virtual Kien&Ke (www.kienyke.com). Para quienes no sepan de mi vínculo con dicha publicación, es suficiente con decir que desde que la conocí hace parte de mi gran sueño, después de –entre otros– casarme y tener una perra salchicha, eso sí.
P.S.²: Así como cuando uno intenta mostrar sus tetas en SOHO (#loconfieso: también hace parte del “Gran Sueño”).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Y?