jueves, 26 de enero de 2012

Personaje famoso que se respete tiene algún complot en su contra

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Personaje famoso que se respete tiene algún complot en su contra. Muchos sí me habían dicho que yo era todo un personaje, ¿pero famosa? ¡Famosos mis amigos! En fin, como sea fui víctima de un complot. A quienes piensen que estoy siendo asesorada por Chávez les digo que se equivocan. Esta vez Washington no tiene nada que ver. Incluso me atrevo a decir que el culpable es Ecuador: estoy convencida de que en venganza (amistosa, supongo) las alpacas ecuatorianas secuestraron mi inspiración. ¿Cómo? Verán.

Como todos saben –supongo, ¿porque no dizque soy famosa?–, hago parte de un deseo revolucionario (insisto, Chávez no tiene nada que ver. Y no sigan pensando bobadas que estoy a punto de considerar que Chávez es el del complot), y desde hace casi un año fui contratada como asesora de paros nacionales en la Organización Internacional de Alpacas, seccional Ecuador. ¿Que cómo? ¡Fácil! Todo empezó (ya sé que “en el momento indicado, ¡qué bien!”) cuando cada dos días me iba a dicho país a reflexionar seis meses. Así fue como todo el año pasado me la pasé en esas: mientras reflexionaba, organizaba el mejor paro nacional de la historia de la humanidad y de la alpacunidad. Éramos considerados como héroes: nos catalogaron como líderes de alpacas que movían al mundo. Por esa razón nos invitaron como ponentes a varias conferencias que hablaban sobre los derechos de las alpacas y, sobre todo, por qué debían ser consagrados en los textos jurídicos. También hicimos alpafiestas, en nuestro viaje de peregrinación de las montañas a la ciudad, en las cuales se integraron las alpacas, sus representantes y los funcionarios del Estado.
La lana; todo era sobre la lana y sus regalías. Íbamos tan bien: iba a ser el mejor paro para recordar, y las alpacas finalmente podrían tener ganancias sobre los gorros, los sacos, las bufandas y ruanas, los pantalones, medias y otras mil cosas más que hacen con su lana. Pero se fue acabando un año y empezando otro, y pareció como si las predicciones mayas se hubieran adelantado. Entre las más fuertes menciono las siguientes: alias “La Maldita Niña” regresó a mi país a vengarse de los colombianos, y a mí me tocó regresarme a inaugurar Los Grandes Lagos del Valle del Cauca; el Gobierno ecuatoriano abrió recuerdos de la época uribersitaria y dizque el Tribunal de Sucumbíos, por lo supuestamente superado de 2008, dictó orden de captura contra seis oficiales colombianos; esta semana, un señora periodista (que hoy debe de ser “odiado” –no más que Laura Acuña, quizás) escribió una crónica (se supone que de no ficción) sobre la traída a Colombia de la reliquia del Papa Juan Pablo II, e inmediatamente fui convocada para rajar de tal historia. Así que heme aquí en Cali: espanté a “La Maldita Niña”, le dije a don Sucumbíos que madurara y, con respecto a lo último, me pronunciaré a continuación. (Sugiero, para que estén mejor enterados y entiendan lo que escribiré enseguida, que lean la publicación: http://www.elpais.com.co/elpais/cali/noticias/donde-reposara-reliquia-del-beato-juan-pablo-ii-papa-le-regalo-cali).
Empiezo. Cójanse. ¡A ver! Uno: el periódico de la ciudad es algo serio, no es un blog como este en el que escribo y donde puedo ser –gracias a Dios– la hija bastarda de la estupidez con la ternura. Dos: hay cosas que no hay porqué decirlas ni por hacerse el chistoso, menos en un periódico. La más importante: que se perdió cosa tan significativa, trascendental y sagrada para la religión católica y más para el país del Sagrado Corazón. ¡Un suceso como tal se cuenta años después! ¿O acaso era algo que se pudiera comparar con las letras que a Shakira una vez le robaron en algún aeropuerto? Tres: ¿quién dijo que García Márquez decía como dijo la periodista que decía? “De manera providencial”. ¿O casualmente la periodista abrió un libro de él y se encontró con esa expresión? Cuatro: ¡cómo se le ocurre decir que el tipo este, el protagonista (quien traía la sangre del Beato) no sabe hablar francés pese a haber estudiado en el Liceo Francés Paul Valery (Cali)! ¿Sabe qué pena ajena es esa para nosotros los exalumnos del Liceo? Cinco: ¿quién le dijo que el papiamento es sinónimo de mezcla o sambumbe? Es una lengua, la lengua de Aruba, tan respetable como todas. Y es bastante rara, no propiamente una mezcla entre español, inglés y francés, sino con holandés. Y en fin… Hay muchas otras cosas más, como que los franceses no van a dejar de detonar algo sospechoso (menos si supuestamente vino de un supuesto árabe) porque alguna voz interior milagrosa le hable. O sea, en Francia no. Ellos sí que no son país del Sagrado Corazón. Bueno, pero lo más importante para reclamarle a la periodista es que creo que el señor Daniel García Arizabaleta no es el más honorable como para haber sido calificado, por quien escribió la novela fantástica, como “el elegido divino”, como una persona de confianza y que entendiera de responsabilidades, encargado de tal “misión celestial”. Hay que leer, señora. Hay que leer.
Y el caso es que así fue como llegaron las vacas flacas –que porque estar flaco está de moda– y fui obligada a dejar a mis alpacas gordas y regresar a Cali a dizque interceder por el mundo ante los estrados nacionales y ante Dios nuestro Señor. Por lo tanto, es apenas lógico que las alpacas se hayan preparado para emigrar al parque que queda al lado de mi casa y armar un complot en mi contra: secuestrar mi inspiración.
P.S.: Parce, anoche soñé que me subía a un taxi y el conductor era Serpa. Y que el bozo le volaba con el viento que entraba por la ventanilla.
Y los invito a entrar a www.ilapso.tv

domingo, 1 de enero de 2012

¡Tas, tas! Se acabó el año.

Post en Kien y Ke:

Ahora sí se viene el fin del mundo, hijue****. ¡Tas, tas! Aunque parece que los únicos preocupados al respecto han sido los canales de historia y de descubrimientos científicos. ¿Porque saben qué? Lo más seguro es que el mundo no se acabe el 21 de diciembre de 2012… (¿Pero si las profecías solo las hicieron hasta el 2012, quién se encargará del análisis terrorista siguiente?).

Pero como en los mundos paralelos todo es posible, puede que un mundo se acabe y el otro no, que en uno hayan existido los Mayas y en otro no, y así. Por lo tanto, pese a que creo que este 31 de diciembre será una convención tan común y corriente como otras, no podía dejar que el año terminara sin hacer una pequeña reflexión al respecto, porque uno nunca se imagina que pueda ser la última. Y andaba yo haciendo por escrito nuevos propósitos para los once meses y alguito que quedan, y revisando los de finales del año pasado me encontré con el papelito en el que había escrito los doce deseos pa’l 2011… Y no supe quién estaba más desubicado: si quien los pidió o quien no los cumplió. De doce, ¡ninguno! Por ejemplo, sigo siendo fea en vez de ser modelo, presentadora y objeto sexual y no tengo una corte de asquerosos detrás para “esponsorizarme”. Y lo otro es que me volví un poco más mediocre en la universidad. Confieso que lo de la mediocridad es lo que más me ha afectado, por obvias razones: es más fácil seguir siendo mediocre en la universidad que convertirme en presentadora, modelo y objeto sexual.

Fue así como desde esta mañana todo empeoró (más signos apocalípticos): me levanté, hice mis inutilidades en la cocina y cuando me senté en la mesa del comedor a desayunar con mi papá, su saludo fue: “María Clara, tú qué opinas del periodista que renunció hace un mes a dar su cátedra.”. Yo, que nunca dejo terminar las preguntas que la opinión pública me hace (ahora, mucho menos las de mis papás), atiné a gritar –con media arepa en la boca–: “¿Era periodista?”. Les soy sincera: por casualidad había leído aquella carta en la cual el periodista aquel renunciaba públicamente a su cátedra, de la facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana, porque sus alumnos no saben leer ni escribir –entre otras cosas– y tampoco les interesa saber.

¿Pero qué significa esa reacción del señor don periodista para mí como estudiante que, aunque no muy mediocre, desde que estoy en la U algo más que cuando estaba en el colegio? Mi grito se lo explicó todo a mi papá. Ser docente no es ganarse un salario, es una decisión –como la de ser padres o…, o…– que implica la grandiosa responsabilidad de formar. Pese a los ochenta mil argumentos del sujeto en cuestión, todos entendibles (leer la carta para que todos estemos de acuerdo: http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10906583.html), pienso que el señor don periodista como profesor es un cobarde, ¿o qué otro adjetivo podríamos ponerle al no enfrentarse al reto del cambio? Dirán, ustedes lectores, que el problema viene de atrás, que esto ya es una bola de nieve, que finalmente todo es un círculo vicioso, que el alumno no quiso aprender y que el profesor se mamó de enseñar. Y coincidimos en eso, pero por esas razones me parece peor el comportamiento del exprofesor: ¿por qué no cargar con todo esa nieve y darle un giro a la cuestión que tanto criticó en su carta?

Los profesores de hoy parece que nunca hubieran sido los alumnos de ayer, y no tienen en cuenta que gran parte de la culpa del problema de los estudiantes de esta generación la tienen los mismos profesores, incapaces de transmitir pasión antes que transmitir conocimiento. Y casos hay miles: ¿quién no odió en la vida y por siempre alguna materia por culpa de las actitudes de, incluso, el más inteligente de los profesores? Pregúntenle al de al lado. ¿Que el señor don periodista no quiso adaptarse a los nuevos lenguajes con los que los jóvenes de hoy se comunican? #¡fail! Quizás no son los mejores –fatales y apocalípticos, de hecho, para unos–, pero son los que hay. El reto: ingeniárselas. Pero parece que no hay nada que hacer cuando se trata de esos profesores que hasta se les olvida, a veces, que están ante individuos, no antes una masa, y no saben ni cómo se llaman sus alumnos, o si los que están en esa clase al menos son sus alumnos. Pero creo que los alumnos no tenemos el derecho de renunciar y siempre se nos seguirá echando la culpa de querer ser mediocres.

Acabo de hacer la lista de los doce deseos para el 2012 (con fecha de expiración del 21 de diciembre), y uno de ellos es que los estudiantes podamos ir a Harvard, pero para eso no solo hay que saber leer y escribir, sino contar con profesores que quieran verdaderamente enseñarnos a leer y a escribir; de lo contrario, estimados profesores, los invito a ser tan mediocres como ustedes dicen que son sus alumnos. Vamos, que en once meses y veintiún días algo se puede hacer, o en su defecto en toda una vida que nos queda por delante.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡La vida sin clítoris no tiene sentido!

Hace tres años, por esta época, se me ocurrió hacer una marcha… ¡de lo que fuera! Sentía la necesidad de salir a protestar. Ahora, el paso a seguir era buscarse un motivo. Y así fue como se me ocurrió movilizarme en señal de rechazo a la ablación: 

¡La vida sin clítoris no tiene sentido!

Rewind. Hace tres años cuando me fui para Orlando (FL) había algunas tardes en las que de verdad me cansaba muchísimo de observar el funcionamiento estadounidense: cual máquinas todo el mundo obedece a las más de las injusticias sin “chistar”; “¡voltee hamburguesas y no pida más! ¡PUNTO!”. Razón suficiente para acordarme de que existen los Derechos Humanos (aunque he de confesar públicamente –a ver si me quito este peso de encima– que mi profesor admitió que los DDHH no sabe si existan, pero que son una conjetura inevitable) y que la ablación clitórica es una motivación para pelear por que todos en el mundo accedamos a establecer unos mínimos comunes que faciliten la aceptación de las diferencias culturales.

¡Y claro que está prohibida y penalizada (fuertemente) en muchos países! Pero no es fácil; como creen que Occidente tiene la Verdad, luchar contra tal crimen de lesa humanidad, obviamente, no es considerado como algo diferente a un imperialismo cultural.

¡Alto! Creo que omití algo muy importante. ¿Si saben qué es la ablación de clítoris o mutilación genital femenina? (Bueno, pregunto porque habrá algunos brutos que ni saben qué es el clítoris). Es la eliminación del clítoris y hasta más del tejido de los genitales femeninos por razones culturales, religiosas o cualquier otro salvajismo. ¿Y para qué? (Pregunto también porque aquellos que no saben qué es el clítoris pues tampoco sabrán para qué sirve). Para evitar sentir placer sexual y, así, llegar virgen al matrimonio, puesto que, de lo contrario, la mujer sería rechazada –en la actualidad cuántas nos quedaríamos sin marido, ¿no? Y también se hace para impedir la promiscuidad de ella y asegurar que solamente tenga hijos con el esposo.

La ablación es una costumbre extendida en una amplia región de África, y el aumento de la inmigración ha llevado esta práctica a Europa. Muchos estarán diciendo “¡uy!, pero eso es por allá bien lejos. Pero ni tan lejos. Esta brutalidad también se practica en algunas a tribus indígenas que habitan en el suroccidente colombiano.

El caso es que hace tres años ese fue el pretexto que escogí para mi marcha. No obstante, llevar a la tierra del Tío Sam a esa millonada de viejas me salía algo costoso. Muy desinflada, empecé a inventarme justificaciones para no caer en depresión profunda (no por ellas, ¡por mí! No tienen ni idea de lo que es aburrirse en otro país), entre ellas que no era viable hacer ese tipo de manifestaciones en un país como Estados Unidos, allá donde se puede hacer “de su culo un balero” siempre y cuando se siga la represiva norma; y a esa norma le importa un pito el pito y el clítoris… ¡a menos que den plata!

Pero al mismo tiempo pensaba que quizás exageraba y que debía seguir moviendo todas las fichas (ni idea cuáles) para lograr trascender en la historia (y, por qué no, aparecer en los libros de historia), total, los Estados Unidos de América siempre se han creído el Capitán Planeta que salvará al mundo de todos los villanos. No estaría de más, entonces, pensar que gracias a mi movilización lograrían entrar hasta los lugares más recónditos y cortarles el pito por pedacitos a todos los “abladores” intelectuales y materiales.

De haber sido así, de pronto palabras como las siguientes no encabezarían noticias: hoy en día a unas 135 millones de mujeres y niñas en el mundo les han quitado el privilegio de gozar; de pasar de damas en la calle a putas en la cama (si fuera periodista así lo habría escrito yo). Y el problema va más allá del goce, no crean que eso es lo único que me interesa: hay mujeres que mueren desangradas o por infección en las semanas posteriores a la intervención. ¡Ni al caso pensar que hay otra manera de hacer esto fuera de la rudimentaria! ¿Ni al caso pensar que las tradiciones culturales pueden adaptarse a los avances y descubrimientos del siglo veintiuno y modernizar sus barbaries?

Esperando tu amor, y llovía y llovía

Anoche quería hablarles sobre un arete nono que me encontré organizando mi joyero –bueno, no propiamente sobre ese, sino sobre el que perdí hace tres años en Disney–, pero “¡¡llamen a los bomberos, a la Cruz Roja, a las Farc!!” fue lo primero que dije esta mañana cuando me despertaron. Primero, aclaro que pasé una pésima noche, sobre todo porque haciendo pendejadas y nada más que pendejadas me dieron las dos y media, mientras llovía y llovía y solo llovía.

Esta mañana eran un poco más de las siete cuando, ¡trin!, mi hermano me abrió la puerta de mi cuarto para poner un jarillón de periódicos para que no se entrara el agua. Pero ya era muy tarde: fue la última parte a donde entró. Inmediatamente, me levanté y solo alcancé a subir mi mesa de noche a mi cama… ¡y eso porque la cama no la podía subir a la cama!

Por un momento creí que yo era Rose y que estaba en el Titanic. Tanta agua no podía ser cierto en la vida real. Estaba anonadada, ¡y nadada! Un grito de mi papá me aterrizó: “María Clara, ¡que barra le estoy diciendo!”. Y desde ese momento estuve varias horas sin descanso con escoba en mano sacando el agua de donde pudiera, para donde pudiera. Cuanto más barría más agua aparecía. Parecía una lucha inútil: se dejaba de barrer cinco segundos y se perdían cinco minutos de trabajo. Y el agua no bajaba; nada que escampaba; las manos ya estaban ampolladas; mi hermano ya estaba cansado de transportar agua en baldes (y no precisamente para Manizales); y mis papás no daban más. ¡Cuánto eché de menos las botas pantaneras que “estoy comprando” desde que el Ideam nos empezó a amenazar!

La verdad es que no sabía qué hacer. Quise escribirle al Alcalde (¡no sé para qué! Nótese mi amplia experiencia en inundaciones de hogares), pero –como cosa rara en las últimas semanas– el BlackBerry no tenía señal para datos. ¿Y es que qué hace uno en estos casos? ¡Ni el sentido común funciona!¡ ¿No ven que hasta quería llamar a algún embajador para que nos trajera una motobomba?! “¡Que yo le pago!”, le decía a mis papás para que lo llamaran.

Pero bueno, algo habría por hacer. Y para eso creía yo que se aseguraban las casas contra inundaciones. Y ante tanto desconsuelo le pedí a mi papá que llamara a la compañía de seguros para que nos mandaran así fuera al gerente a que ayudara a sacar agua. ¡Pero no! Resulta que el seguro funciona al revés: tienen que esperar a que la casa esté destruida para poder proceder. Y tampoco es, como creía, que si uno se lesiona la espalda o las rodillas o se le daña el blower en uno de estos episodios fantásticos, lo indemnizan.

Sin duda alguna, el más desubicado fue el perro. No creo que entendiera la magnitud de lo que estaba pasando. Seguro sí se le hacía raro que estuviera en la sala cuando siempre está doscientos metros más atrás: en el patio. El pobre no sabía dónde hacerse, y cuando se quedaba quieto alzaba las patas de un lado para no mojarse tanto.

La tragedia –en mi casa– empezó a menguar a eso de las diez de la mañana. De trescientos metros cuadrados inundados no quedaba sino un piso ensopado. En Caracol Radio nos acompañaban en la inundación –al menos eso decían ellos– y, entonces, transmitían todas las odiseas que pasaban en Cali: no muy lejos de mi casa, por ejemplo, el Secretario de Tránsito, dizque en paños menores, estaba sacando a yo no sé quiénes, que se habían quedado atrapados en una corrientosa calle.

Lo que pasa en seis años

 Primerito (2006)

 Segundito (2006)

 Tercerito (2007)

  El cuarto (2007)

Quinto (2008)

And I was like: "Oh! Minnie was next to me!" (Summer 2008)



                Sexto, cuando llegué al semestre que no era el mío (2009)
 7 (2009)

 Octavo (2010)

Cuando era negra y mona, recién llegué de Disney (Fin 2008)

Noveno (2010)

Así como cuando uno casi termina, así! Práctica profesional: FERIVA (2011)

(2011) Cuando uno ya es medio famoso...

jueves, 3 de noviembre de 2011

Una especie de muerte anunciada

No se preocupen que sí voy a hablar de las Elecciones, porque la historia hay que vivirla para poderla contar. Pero por hoy, para ustedes, Una especie de muerte anunciada.

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http://www.kienyke.com/komunidad/2011/11/01/una-especie-de-muerte-anunciada/


2007. Fue una especie de muerte anunciada. Otra vez se terminó el mes y de nuevo el mismo nerviosismo de hace dos meses. Una clase de perturbación que en este momento no puedo ni explicar. Sí, otra vez…Y así, cada vez, espero que sea la última vez.

Cuando uno tiene alguna sentencia haciendo eco en la cabeza es imposible pasar un buen día. El “se terminó el mes” no me desamparó ningún segundo. Mientras me bañaba oía decir a Juan Gossaín que otro mes se iba; mientras me vestía, Jota Mario hablaba del mes que empezaba; “se terminó marzo” de mi casa a la universidad, de la universidad a mi casa. 

Era un poco más de las cinco de la tarde. Se demoró en llegar. Sí. Pero finalmente llegó. Se había demorado mucho en venir; tanto, que incluso, con ingenuidad, pensé que hoy no vendría. Pero no fue sino que me asomara por la ventana de la sala para ver que estaba parqueando su carro. Me asusté. No sé porqué, debo admitirlo, si lo estaba esperando. Si cada dos meses, desde hace varios, lo espero. Sin embargo, me espanté; de nuevo: no sé por qué. Se bajó. No lo conocía, jamás lo había visto. Pero era él, estaba segura de que era él. Me amenazaba con esa imagen de “todo poderoso” que traía en su mirada; esa misma que llevaba implícita en el logo de la empresa para la cual trabajaba; esa que lo acompañaba a donde fuera. Era él… y venía a…

No esperé a que timbrara; le abrí. Con un aire desafiante lo miré de pies a cabeza. Llevaba su clásico uniforme. El mismo que llevan todos esos… De manera impecable tenía puesto un overol color pardo con el logo de la empresa en la parte izquierda del pecho y unas botas café oscuro. Sin quitarle la mirada de encima –como quien no quiere perder de vista a su presa– y con un tono retador llamé a mi papá. Él sería el encargado.

- Buenas tardes señor, ¿en qué puedo ayudarlo? –le dijo él como si no supiera a qué venía ese desgraciado. Como si ignorara la desgracia que estaba por suceder. Como si no quisiera ni pretendiera aceptar que en el País de las Maravillas no vive sino Alicia.

- Buenas tardes –respondió muy cordialmente el señor y procedió–: ¿Me permite el recibo de pago de la luz, por favor?

El hombre, un señor acuerpado, de estatura promedio, de pelo negro corto y con cara de “buena gente”, prosiguió a recalcar lo que desde hace dos meses sabíamos: “el recibo no se ha pagado”. Trato de respirar profundo y contar hasta diez (yo sé que eso nunca sirve, pero no pierdo la fe al seguir intentándolo). Pero ya ni sé qué sentir. ¿Rabia con mi papá por no pagar los servicios? ¿Por no poder pagar los servicios? ¿Ira hacia el contratista que no se apiada de una familia con problemas económicos? ¿Furia hacia nuestro Dios creador por hacernos sufrir? ¿Cólera hacia un Estado que, aunque no sea su deber, no le soluciona los problemas de índole económico, social, político y sentimental a los 44 millones de colombianos? La culpa no la tiene ninguno. No es culpa de nadie que una familia se quiebre económicamente. No es culpa de nadie que un contratista tenga que cumplir órdenes.

- Voy a cortarles el servicio de energía

Y después de una maniobra un poco más que sencilla y muy, pero muy corta…

- Les será reconectada cuando cancelen el recibo. Hasta luego, que estén bien

Pensé que se estaba burlando de nosotros. ¿Quién podría estar bien después de que le han cortado la luz? Llegó la noche y con ella no sólo la absoluta oscuridad, sino el aburrimiento y, como si no fuera mucho ya, el insomnio. ¿Cómo hacían antes? ¿No les haría falta la televisión, la radio o, por lo menos, una lamparita para leer? O incluso, sin ir mucho hacia atrás en el tiempo, ¿cómo hacen los que no gozan del privilegio de la energía? –Sí, porque ahora me toca hablar del servicio de luz como un privilegio. Lo sé, son cosas en las que uno nunca piensa.

Sin embargo, no era la primera vez que el carro de las Empresas Municipales se aparecía en esta cuadra; seguramente tampoco sería la última vez que llegaba a muchas cuadras de Cali… a hacer lo mismo: a cortar la luz.