La
verdad es que jamás iba a volver a escribir. Pero un tweet que decía que “los
ciudadanos con sus escritos, audiencias, y desde sus celulares y computadores
salvaron la Constitución que conquistaron”, publicado la semana pasada –semana
que será recordada (no por mucho tiempo, me imagino) porque el Presi devolvió
al Congreso la famosa [de]forma a la justicia–, me motivó a escribir por qué me
siento orgullosa de ser colombiana.
Solo en un país como Colombia se podrían
inventar un juego que se llame “Perfume al bollo”; solo en un país como
Colombia al vicepresidente se le escapa el calificativo “zarrapastrosos” para
referirse a los que no viajan en primera clase, y el registrador asevera que
“la corrupción es un mal inevitable”; solo en un país como Colombia los
ciudadanos tumban mencionada reforma por Twitter, se juran los más
participativos y democráticos, pero en las elecciones del Valle hay más de un
80 % de abstención, que para mí no es sinónimo de “histórico” ni de
“inconformismo, sino de pereza y desinterés. Ojo, solo en un país como
Colombia. Pero no está mal; al contrario… porque este país parece un cuento, y
encima de todo mal escrito. Por eso, Colombia es como McDonald’s: me encanta.
En este cuento, peripecias como las
mencionadas suceden a diario y por montón. Por ejemplo, despenalizan la dosis
mínima (22 gramos de marihuana [once bareticos] y 2 gramos de coca [que eso sí
no sé cuánto sea porque estoy acostumbrada a las grandes bandejas de plata]),
pero se da la orden de cazar el microtráfico. ¿Entonces qué, magistrados? ¿De
dónde me saco los baretos y el perico? ¿Monto un cultivo en la huerta de la
casa y una cocina, o qué? ¿Pa’ que después me digan “la patrona del mal”? ¡Y quién es
el pendejo que se le ocurre pensar que dicha despenalización puede ser la
puerta de la legalización!
Por otro lado, al exsenador y siempre
bandido Juan Carlos Martínez lo sueltan para dictarle otra orden de captura a
la mañana siguiente. Mientras tanto, el Negro(señores de Chao Racismo, por
favor no me vayan a demandar, digo Negro porque así es su apodo,
¡y no se lo puse yo! [por cierto, si tengo unos zapatos negros, ¿cómo debo
decir que son de ese color?]) se pierde, no lo encuentran, y finalmente resulta
que se fragua ‘culo’e’ fraude electoral: montar una registraduría paralela a la
original para poner gobernador en el Valle.
Acto seguido hablemos de la captura de una
banda de asaltantes que opera en un sector de Bogotá. Tras unos videos como pruebas
contundentes, todos los integrantes de tal agrupación rechazan los cargos y se
declaran víctimas. ¡¿Ah?! Y, para seguir –y a propósito de víctimas y videos–,
la moda verano 2012 (y de aquí en adelante) son cámaras por todos lados, en los
semáforos, en los postes de energía, en los techos, en los árboles; incluso,
pronto habrá helicópteros sobrevolando las ciudades (en aras de la seguridad,
claramente). El cuento tendrá una segunda parte: bienvenidos a una nueva
versión de Gran
Hermano. Por cierto, a huevo en mi trabajo ese bombillo es más que
un bombillo.
Por consiguiente, me permito decir que por
eso hay que leer, para saber al menos dónde están las cámaras. Sí, leer. Y lo
digo yo que iba a participar en el Premio periodismo Semana Petrobras “El país
contado desde las regiones”, y ya teniendo listos los textos, la inscripción,
el sobre, la plata del envío, me dio por leer las normas del concurso y me di
cuenta de que no calificaba. ¿Ya ven qué pasa si uno no lee? Se corre el riesgo
de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes.
En este país muy poco tiene respuesta: no
es sino pensar en que la vida vale menos que un celular; que mis papás me
siguen dando la plata del día aunque yo ya esté trabajando; que no es raro que
todos los desgraciados mencionados en estas líneas entren al plató de Laura (en
América) y que como no demoran en controlar hasta los pensamientos… ¡que pase
Twitter!
Pese a ser colombiana, tristemente conmigo
no pasa nada. Por ende, me le sumo a Maruja: “Ay, Tola, estamos ‘áut’: ni nos
invitan al matri de Fritanga mi estamos en el diario de Chupeta… Solo falta
que no nos mencione Santoyo”.
No obstante, ¿qué hubiera sido de nosotros
si el barco de Pocahontas hubiera
llegado acá? ¡Así me encanta!
La
Pava Navia
@MaclaNavia