domingo, 14 de noviembre de 2010

Furtivos Fragmentos de un Discurso Desesperado II: A ti...

A ti...

"estréllate contra mí [...], destrózame, córtame en pequeños pedacitos y llévatelos y bótalos cerca de aquellos árboles donde nos veíamos cuando terminábamos los días. [...] Ven, quiero que sepas que siempre estaré esperándote cerca de un espejo para que toques mi cuerpo, por detrás, por encima, por los lados, por la tangente, con tus manos, con tus dedos y que siempre escribiré tu nombre en el espejo mientras me tocas, mientras te desgarras en mi sangre".

Opio en las nubes, Rafael Chaparro Madievo

Sospecho que algo has hecho



Me obstiné en que así como solía empezar cada semestre, tengo que terminar éste: haciendo un balance. Pero llevo más de una hora sin poder escribir una sola letra. No hallo nada a favor… bueno, por lo menos no lo cancelé. Es algo. Y valioso. Varias veces estuve a punto, agrego.

De resto… alcancé a llegar borracha (o en su defecto enguayabadísima –con cruda, para los mexicanos-) algún(os) miércoles o incluso un jueves… muy a las 7:30 a.m. eso sí, después de haberme acostado a las 3:00… ¡de la MAÑANA! A veces no llegué, es verdad, pero no por borracha sino porque me dio la gana de volarme. Casi pierdo el semestre por inasistencia, pero como yo soy (¿o era?) lo máximo, ningún profesor me dijo nada.

Es que nueve semestres descaran a cualquier mortal: contestaba el celular en clase; me tomaba media hora de break (cuando era de diez minutos); me echaba pestañina mientras el profesor pedía atención, y una vez hasta me quedé dormida y en primera fila!

También me engordé –adiós a la época en la que quería ser senadora que hasta tenía el apoyo de las bulímicas-; tuve (¿Tengo? ¿Tenía? ¿Tendría? ¿Tendré?) un sueño con un poeta; luego casi me muero y me engordé más. Por otro lado, entonces, hice cosas que jamás había hecho como almorzar en la universidad todos los días (de hecho, almorzar), ponerme camiseta blanca de lunes a jueves, e ir al psicólogo hasta dos veces por semana, sin progreso alguno, aclaro.

Intenté suicidarme (esto nada que ver con el párrafo anterior) y salté de un segundo piso, pero sólo me torcí un dedito del pie izquierdo, que se puso morado por dos días. También me hice una prueba de embarazo (infortunadamente sólo para hacer un escrito); rechacé mil y una propuestas de trabajo porque siempre tenía algo que hacer, aunque a la larga nunca hice nada. Fingí no tener voz para no hacer una exposición, y me negué –como una niña chiquita- a hablar en otra; entregué un reportaje sin terminar porque me dio pena hacer unas entrevistas, y con esto confirmé que cero con el periodismo, o que él cero conmigo (ya ni sé cómo funcionan las relaciones –ex relaciones– amorosas).

Tampoco entregué un segundo parcial por negligente ni un ejercicio de mercadeo por bruta: repito que mi inteligencia llega hasta donde los números comienzan; decidí no tener celular (duré así dos semanas, incluso rompí la tarjeta SIM pensando que me liberaba, pero mi mamá así y todo hizo funcionar el teléfono); y me conformé con un 4.0 porque era la nota más alta de la clase.

Estuve un día en la cárcel por rebelión (de derecha eso sí): me apresaron en un parque cuando gritaba, de manera descontrolada, que le dieran aguapanela envenenada a todos los pobres, y pena de muerte a los comunistas. Tuve (¿Tengo? ¿Tenía? ¿Tendría? ¿Tendré?) un solo amor, rompiendo con el record de uno cada hora y media; me pinté las uñas de rosado infantil; y me di el irreverente lujo de no estudiar para el examen final de la carrera.

Y esto se acabó… ¡y yo no he conseguido mi práctica profesional! Y peor, porque cuando dije que la quería hacer el corrección de estilo, muchos –con cara de “pinche pendeja”– me dijeron: “¿estás loca?”

El caso es que fue así como no pude dar un bebé en adopción, y descubrí que me equivoqué de carrera.

Pero “al fin de cuentas no soy distinta de aquella idiota que [los] quería”, a un mes y tres días de sus 25… “la misma loca que entre [sus] sábanas se perdía”.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Nuestro amor será leyenda



Desde lejos nos tenemos en los huesos
Desde lejos nuestros cuerpos se hacen aire
Desde lejos yo te puedo amar
Desde lejos nuestro amor será leyenda!

viernes, 5 de noviembre de 2010

El Plan


Era el plan desde el lunes de la semana anterior. En medio de las amargas e interminables lágrimas de desamor sobrevivía la ingenua esperanza; al fin y al cabo ella también se llamaba María –como la elegida–, así que por qué no?

Toda su vida había sido un drama, así que una prueba de embarazo no se merecía menos que cuando –por primera y única vez– se tomó la pastilla del día después. Le parecía mentira. Uno: estar pagando una prueba de embarazo; dos: hacerse una prueba de embarazo; tres: suponer que no estaba embarazada, y aún así estar así, estar ahí. Estar ahí como las noches que pasaron juntos besándose todas las pasiones, cuando no había prisa pero ellos no podían esperar; hasta que ella se enloqueció –literal–, y sólo lo hacía porque amaba verse los cachetes rojos.

No por caras son seguras, no por baratas se está embarazada. Le sugirieron que la prueba de sangre era la más confiable: $27.900 en el Laboratorio Ángel, una cita, media hora y las felicitaciones (para muchas, por no ser mamá). Pero a veces los laboratorios se equivocan. A veces. Y tampoco tenía tiempo para atravesarse la ciudad entre clases, y antes de ellas sería muy temprano, y después, muy tarde. Total, no quedaba sino el plan b: el de la prueba de orina, la famosa prueba que venden en cualquier lado; hasta en la tienda de la universidad.

Eran las nueve de la mañana. Salía de clase, y estaría desocupada hasta el medio día. Era el plan desde el lunes de la semana anterior. Qué se sentirá ir a comprar una prueba de embarazo, y más en la universidad? Muchas sentirán pena, es más: vergüenza, e incluso desilusión anticipada. Ella? Ella sentía una ingenua ilusión: sería como ir a comprar un bombón, toda una travesía que la hacía feliz.  

Pero a ver, no es fácil pedir una prueba de embarazo en una tienda universitaria en un break de “interclase”. Preguntó, primero, por lo que había y no había, por lo que costaba esto y lo otro; ya después de desesperar a la vendedora pidió que le pasaran la única caja que había: Pregnancy Test MV “100% confiable en un minuto”. $5.000, un minuto. Un minuto? Estaba a un minuto de ser eternamente feliz, o seguir siendo la miserable que el desamor había dejado. Un minuto.

…10 segundos, 20, 30… 45… 5, 4, 3, 2, 1… sólo una raya. Una tenue raya azul.

Pero si alguna vez hubieran tenido un bebé, habría sido realmente hermoso; tan hermoso como ella siempre lo soñó. 

*Escrito publicado sólo en el Blog
Dato curioso: 90% ficción, no, no es lo que le pasó a "una amiga de una amiga". Anque sí amaría saber que estoy embarazada... para poder ponerle a mi bebé Ma. Clara!

martes, 2 de noviembre de 2010

SOBRAN LAS PALABRAS

SOBRAN LAS PALABRAS 
(Ma. Mercedes Carranza) 
Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.

sábado, 30 de octubre de 2010

Furtivos Fragmentos de un Discurso Desesperado I

Con un lenguaje chabacán, que no se le veía para nada bonito ni bien ni nada, pero que lo usaba porque sin duda quería ser su “amiga” –como si una mamá pudiera jugar ese doble rol, y peor: al mismo tiempo!!!– le preguntó:

          - Usted le está “cayendo” –óigase bien: cayendo– a él, o él le  está “cayendo“ –otra vez, cayendo- a usted?

Intranquila, como cuando le hablan de él, quitándole la mirada de sus ojos para que su mamá no notara las impertinentes lágrimas, respondió:

          - Ni lo uno ni lo otro. Ya me cayó, ya me comió, ya me dejó.

Ahora vive de su olor, en su pelo, porque más que un shampoo, todas las mañanas ella se echa una historia.


*Escrito publicado sólo en el Blog